AMALIA —¿Estás celosa de Catalina? Levanto la vista ahora sí, pues su torno acaba de sonar algo burlesco, como si estar celosa de una mujer del calibre de Catalina, fuera algo imposible. —Amalia, pero si en ese momento apenas llevaba unas pocas horas de conocerla —ahora él camina hacia la ventana y observa a través de ella —reviviste en mí malos recuerdos. El tono melancólico que tomó su voz, me hace levantar la vista y acercarme a él. —Era la situación, mi esposa murió dando a luz a Aurora, Fernando y la señorita Catalina estaban hechos un manojo de nervios al lado mío y luego tú sales llena de sangre —agacha la cabeza y lo veo apretar las manos contra el filo de la ventana —fue abrumador, casi terrorífico verte así. No se me había ocurrido, si sabía que la señora Ruth había falleci