JULIÁN CUARTAS El sol está casi en su punto más alto cuando tomo el camino a casa. Avanzo sin prisa por el polvoriento camino que Amalia y la señora Amelia, deben transitar solas todos los días para casi todo, incluyendo trabajar. Trabajar, una mujer normalmente no debería trabajar, pero teniendo en cuenta la situación de ellas, es comprensible que lo hagan. No todos nacen bajo la estrella de la buena fortuna como en mi caso. Miles de pensamientos torturan mi mente desde aquella noche en que impulsivamente fui a buscarla y la encontré en medio del bosque, la noche en la cual tomé conciencia de mi inmadurez. Ese fue un golpe duro para mi orgullo. Darme cuenta de que una chica de dieciséis años es más madura que un hombre de veintidós, que ella tiene la capacidad de no seguir sus imp