JULIAN CUARTAS —Joven, su madre lo está buscando hace mucho rato, incluso lo envió a buscar por el pueblo. Nos dijo que apenas llegara le avisáramos que lo espera en el patio interno —me dice una de las empleadas de la casa apenas me ve ingresar. —No me has visto Rosita —le digo guiñándole un ojo a la joven que me observa inicialmente con rostro angustiado y luego con una pequeña sonrisa mientras subo corriendo las escaleras y me encierro en mi habitación. Sé que no dirá nada. No estoy de humor para otra de las tradicionales charlas de mi madre en la cual trata de resaltar en sobremanera las virtudes de la señorita Magnolia, la hija del señor alcalde y la señora Rafaela. La señora Rafaela es una de las acostumbradas amigas con la que mamá toma su té en la tarde y con quien, según par
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