ARMANDO ALCAZAR Desde que regresamos a la hacienda, he estado tan ocupado que apenas he tenido tiempo para disfrutar de la compañía de Amalia. Me he conformado con verla en momentos fugaces, e incluso desde lejos, mientras está con los niños y la señorita Catalina. A pesar de que compartimos el mismo techo, el trabajo acumulado en estos días, junto con las negociaciones de cosechas en curso, ha hecho casi imposible que nuestros horarios coincidan. La casa principal se ha convertido en un ir y venir de hombres que entran y salen de mi despacho para negociar sus cosechas. Cuando estas negociaciones concluyan, finalmente podré encontrar algo de tranquilidad. No deseo que Amalia tenga encuentros incómodos con hombres de mente cerrada bajo mi techo, así que he decidido acelerar las cosas para