ARMANDO ALCAZAR Hace mucho tiempo que mi vida tranquila no sufría un sobresalto. Ver a aquella mujer en la iglesia ese domingo, fue algo que se sintió irreal y me hizo preguntar si era una alucinación o un bello sueño. Poco y nada me importaron los absurdos comentarios y señalamientos de esa bandada de hipócritas, que pecan y juzgan en la misma casa de Dios. Fue, cómo ver nuevamente a mi amada Raquel, como si mis oraciones hubieran sido escuchadas y el cielo hubiera decidido darme una nueva oportunidad junto a ella. Mi corazón se aceleró y mi boca se secó de solo pensar en la posibilidad de volver a tenerla a mi lado y sentir la suavidad y el calor reconfortante de su piel junto a la mía. Debí hacer acopio de todo mi buen juicio para no ir y tomarla entre mis brazos, para llevarla conmig