La campanilla suena sobre mi cabeza al volver a abrir la puerta para salir de la botica. Repito en mi cabeza una y otra vez que debo mantener la espalda recta y la cabeza en alto en todo momento, pues estoy segura de que la mirada celeste del señorito Julián Cuartas, me está siguiendo mientras salgo del lugar. Una vez en la acera, acomodo mi sombrero nuevo para protegerme del abrazador sol. Cruzo el gran ventanal, saliendo del rango de visión del hombre y me encuentro con la señora Amalia a dos cuadras del lugar. —¿Qué impresión te dio el señorito Cuartas? Pregunta la señora Amelia, una vez que me siento a su lado en una de las bancas del parque, bajo la sombra de un gran roble. Sonrío levemente al recordar la expresión de interés en el apuesto rostro de ese hombre y su forma de hablar