SEÑORA AMELIA Esa pequeña cabaña había sido mi hogar por casi veinte años. Era un lugar pequeño, rústico y quizás algo alejado de la civilización, pero todo eso formaba parte de su encanto. Antes de subirnos a ese coche, miro hacia atrás y siento una punzada de nostalgia al abandonarlo. Solo espero que esta sea la decisión más acertada para el futuro de Amalia y la pequeña Victoria. En esa cabaña, yo era quien mandaba; nadie me decía qué hacer o cómo hacerlo. Sin embargo, las condiciones del lugar al cual nos dirigimos no están del todo claras en mi mente. No sé si se trata de la ubicación, el ambiente o las personas que lo habitan. Sé que muy seguramente nuestras habitaciones serán mucho más grandes y cómodas que las de la cabaña, y que no nos tendremos que preocupar por la comida, lo c