A pesar del espeso dosel y del pueblo que había encima, el sol de la mañana se filtraba a través de las grandes hojas de los árboles. El aire cálido era algo que Mykal agradecía. Seguía sintiendo un escalofrío de las montañas en los huesos. El otoño era una estación demasiado corta. El invierno lo consumiría todo demasiado pronto. De pie junto a Blodwyn, Mykal sujetaba las riendas de Babe cuando Blodwyn le tocó el hombro. Miró hacia donde se le indicaba y no entendió lo que vio. De entre los árboles emergía un hombre alto con una capa negra. Llevaba el pelo corto y la barba recortada. Llevaba un arco y un carcaj colgados de los hombros, y una espada en la vaina sujeta al cinturón de la cintura. —¿Eadric? —Respiró Mykal. «¿Mi padre?» Era un hombre nuevo el que estaba ante ellos. Permanec