Mientras se miraba en el espejo no podía evitar sentirse ridículo con toda la situación, es decir, un sirviente, el cual ahora sabía que era de los hombres que podían concebir, a los cuales se les permitía estar a su servicio de la misma manera que lo haría una doncella; seguía colocando más y más accesorios en su cabello, al tiempo que la doncella Jo se encargó de usar un ligero maquillaje en su rostro, resaltando sus mejores facciones, haciendo que eso se sintiera como excesivo. No era que en el pasado él no se hubiese arreglado cuando tenía una cita, pero eso era porque él quería ver a ese alguien, no por estar obligado a hacerlo.
En esa tarde cuando la visita del príncipe Won Goo estaba por terminar, llegó una dama de la corte a informar que el Emperador visitaría su alcoba esa noche, y todos parecían sorprendidos por eso, incluso Tae Young, que no había esperado que algo así sucediera porque él estaba feliz mientras más lejos tenía a ese hombre con el que sabía que estaba casado.
Y por primera vez sintió tan necesaria la intervención de la dama Kim, mirándola con la esperanza de que ella dijera algo, no que le sería informado a él de ese hecho, y Tae Young había intentado usar aquella excusa de que estaba indispuesto para negarse, pero la doncella Jo lo tuvo que regresar a la realidad, recordándole que en esa mañana el médico lo revisó y que su salud estaba perfecta, ese era un hecho que el Emperador lo sabría, al parecer el doctor le informaba cada vez que lo revisaba.
Ya que no tenía una buena excusa para negarse a recibir al Emperador, más allá del hecho de que no quería hacerlo, Tae Young tuvo que prepararse para esa noche, algo que empezó casi desde el momento en el que el príncipe Won Goo dejó el palacio y de lo que él ya estaba cansado, es decir, se bañó y perfumó su cuerpo, luego se vistió y su cabello comenzó a ser arreglado, pero desde ese hecho ya habían pasado horas y cada vez su humor iba empeorando.
Era capaz de encerrarse en su alcoba con tal de no ver al Emperador, pero, ¿eso de verdad podría detenerlo?, y no comprendía la razón de que inesperadamente quisiera visitarlo, según sabía no lo hacía desde hace años y, él era feliz con ese hecho, pero al parecer su esposo estaba empeñado a hacerle su vida difícil, ¿seguía enojado por lo del banquete?, porque si era así, debía decir que era un hombre muy rencoroso si ya habían pasado dos semanas desde que eso sucedió.
No le importó si debía permanecer todavía quieto porque no terminaba de ser arreglado cuando se giró buscando a la Dama Kim. La mujer estaba encendiendo algunos inciensos que tenían un aroma ligeramente dulce y relajante, al que Tae Young comenzaba a acostumbrarse ya que su alcoba siempre parecía oler de esa manera.
—Dama Kim —llamó.
—Su Majestad...
—Todos déjennos a solas.
Vio la duda en el sirviente que sostenía todavía una horquilla en su mano, y no le importó en absoluto si era grosero de su parte, se la arrebató y le extendió a la Dama Kim, aunque él no estaba seguro de que si el plan que se le acababa de ocurrir fracasaba, esa horquilla y todos los accesorios en su cabeza continuarían ahí.
—Dama Kim —dijo cuando estuvieron a solas —¿existe algún... algún té, o medicamento para dormir a alguien?
El ceño de la Dama Kim se frunció y Tae Young no estaba seguro de si era por la confusión a lo que preguntó tan inesperadamente o porque estaba pensando en una respuesta para él. En su mundo había algunas drogas que cumplían esa función pero en este, no sabía si había algo que pudiera usar.
—Majestad, ¿otra vez no puede dormir?
Tae Young casi se sintió mal por la pregunta, ya que la Dama Kim lucía preocupada, y podría mentir, decir que sí, que era para él y que no podía dormir, pero sentía que la dosis que necesitaba era mucho más grande que para alguien que sufría de insomnio, así que decidió ser sincero.
—No es para mí, sino para el Emperador.
—¡Su Majestad! ¡Se ha vuel...!
Tae Young colocó una mano en la boca de la mujer, impidiéndole que siguiera gritando, luego su dedo índice de su mano libre se posó en sus labios.
—Shh... Dama Kim, no queremos que todos se enteren —habló en un tono más bajo.
—Su Majestad, eso es una locura, si el Emperador se entera…
—No lo sabrá nadie, sólo usted y yo.
—Su Majestad... —su voz sonó casi suplicante.
—No quiero lo que va a suceder esta noche, por favor Dama Kim, ayúdeme —suplicó — si algo sale mal asumiré la responsabilidad.
En el poco tiempo que estaba en ese mundo había entendido que la Dama Kim era alguien confiable, al menos no iría a decirle al Emperador sus intenciones si al final no accedía a su petición, por eso había querido hablar a solas con ella, no confiaba en todos en su corte.
—Si el Emperador se entera va a matarnos —dijo resignada.
Tae Young quiso gritar de felicidad y abrazarla, pero se obligó a guardar la compostura, solo regalándole una amplia sonrisa en agradecimiento. Bien, ahora tenía un plan para la visita del Emperador.
***
Cuando el Emperador fue anunciado, Tae Young estaba nervioso. Si bien su plan parecía bueno, no podía evitar preocuparse por si era descubierto. Había escuchado que cualquier cosa que este comiera debía ser probada por otra persona, y así evitarían un posible envenenamiento. En realidad, su propia comida también pasaba por el mismo proceso antes de que llegara a él.
Los pasos del Emperador se detuvieron en cuanto vio la figura del Rey Tae Ho sentado frente a una mesa llena de comida y postres. Lo vio colocarse de pie y hacer una pequeña reverencia, solo para mostrar respeto.
—Su Majestad —dijo Tae Young.
La desconfianza se instaló rápido en el Emperador y sus ojos miraron alrededor, intentando encontrar cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, más allá de ver a su esposo esperándolo, e incluso tener una sonrisa casi imperceptible en sus labios.
En el pasado, cuando lo había visitado, el Rey Tae Ho lo esperaba en su alcoba, en algunas ocasiones vestía ropa ostentosa como la de esa noche, y en otras una mucho más ligera y su expresión siempre era seria, como si lo invitara a terminar rápido lo que llegó a hacer.
Pero esa noche, el Rey Tae Ho incluso había sonreído para él, como si la última vez en la que se vieron no lo hubiese golpeado, o no colocó un castigo sobre él.
—Su Majestad, por favor acompáñeme.
Tae Young pudo notar la cautela con la que caminó el Emperador hasta la mesa y cuando se sentó, pasando su mirada por toda la comida y observándola con duda, y ahora sabía que la Dama Kim tenía razón al decirle que preparar todo eso para esa noche iba a ser muy sospechoso con respecto a sí solo lo invitaba a tomar el té, pero él no quería dejar lugar para que su plan fallara.
La mayoría de los platos servidos eran los favoritos del Emperador, y con ese hecho, también los que tenían aquella droga que la Dama Kim consiguió, la que ni siquiera él sabía qué era, sólo que la mujer supervisó todo y antes de dejarlo solo ahí, le recordó cuales eran las comidas que no debía probar, y si lo hacía su cantidad debía de ser muy pequeña.
—Ya que su Majestad decidió visitar mi alcoba, creí prudente que pudiéramos tener una cena juntos.
—¿Puedo saber la razón de que su Majestad decidiera esto?
—Una disculpa por lo sucedido en el banquete.
Los ojos del Emperador lo miraron con desconfianza y Tae Young se apresuró a beber un poco del té servido en su taza, regañándose mentalmente porque había creído que eso sería fácil, sin embargo, el hombre frente a él no parecía con deseos de probar la comida.
Intentando calmarse y darle confianza, se apresuró a tomar un bocadillo con los palillos y lo llevó a su plato.
—Sé a lo que realmente ha venido su Majestad —dijo en un tono suave, casi tímido —pero... ¿esta noche no puede ser una noche menos frívola que otras?
Tae Young bajó la mirada hacia la mesa, bien, la próxima vez escucharía a la Dama Kim, pero él realmente no estaba preparado para dejar que aquel hombre hiciera lo que quisiera.
—Emperador...
Se levantó de su lugar y se acercó al otro extremo de la mesa, sentándose a un lado del Emperador, odiando lo siguiente que haría, pero a pesar de eso inclinó su cabeza y tomó su ropa.
—Por favor, su Majestad, han sido más de quince días, yo... yo no lo soporto más, haga que el príncipe Won Goo deje de venir, no siga torturándome más.
Si el Emperador accedía a su petición, iba a extrañar al niño, porque en todo ese encierro sus visitas eran una gran distracción, además de que le agradaba, y estaba intentando que se sintiera bien cuando estaba cerca de él, incluso para tener más tiempo de calidad entre ellos le dijo al maestro de este que sus clases eran innecesarias en esas visitas, porque si bien, entendía que el príncipe debía instruirse desde una temprana edad para responsabilidades futuras, creía que ya tenía suficiente de eso por sí solo.
—Su Majestad, ¿organizó todo esto para hacerme una petición?
—Su Majestad, por favor...
Tae Young escuchó lo que parecía ser el indicio de una risa burlona, pero no fue más que eso, acto seguido escuchó el sonido de un par de palillos y al mirar por el rabillo de su ojo notó como el Emperador había comenzado a comer, casi ignorando el hecho de que él estuviera a su lado.
—Escuché que su Majestad estaba llevándose muy bien con el príncipe Won Goo.
Realmente creía que las cosas en esa noche nunca iban a ir a su favor, no había considerado el hecho de que el Emperador viera todo lo que hacía como sospechoso, ni que escuchó que su relación con el príncipe Won Goo era buena.
—¿Qué más puedo hacer si usted ordenó que las visitas del príncipe fueran tres veces a la semana?
—Tal vez su Majestad debería acompañarme en la comida mientras pienso si se merece que su castigo sea levantado.
Tae Young se obligó a regresar a su lugar, comenzando a cansarse de mostrarse tan dócil, pero era un papel que debía seguir, eso era más fácil que saltar a la cama con un hombre por el cual no sentía ni la más mínima atracción. Si bien, el Emperador no era feo físicamente, no podía sentirse atraído por una persona como él, que a su parecer irradiaba prepotencia, quizás por su misma posición.
Después de un par de minutos Tae Young notó como el Emperador no probaba ningún platillo que él antes no lo hubiera hecho, ¿en verdad sospechaba de lo que hizo?, ¿la Dama Kim lo delató?
El Emperador observó en silencio al Rey Tae Ho, él estaba tomando cantidades pequeñas de casi todos los platillos, y no era algo que le sorprendiera, ya que en todos aquellos años desde que llegó al palacio había notado que su apetito nunca fue grande, y aunque en un principio había sospechado de toda la situación, ya no creía que había una razón oculta detrás de todo eso, quizás como le fue expresado, solo era una manera de pedirle que su castigo fuera levantado.
En realidad, ni siquiera terminó de comer cuando el Emperador comenzó a sentir los primeros efectos de la droga usada, viendo un poco borroso al Rey Tae Ho, y cómo desde el momento en que había comenzado a luchar con sus ojos cerrándose, éste dejó sus palillos a un lado, mirándolo serio.
—¿Qué... Qué tenía la comida? —gruñó —¿la envenenaste?
—Su Majestad, ¿está bien?
El Emperador vio al Rey Tae Ho levantarse de su lugar y apresurarse a su lado, sin embargo, él no dejó que lo tocara, sino que se levantó torpemente de la mesa e intentó llamar a algún guardia, a alguien que pudiera ayudarlo, ya que desde que entró en aquel salón nadie de su confianza estaba a su lado, porque nunca consideró un peligro a su esposo.
No pudo pronunciar ni una palabra y tampoco alcanzó a llegar a la puerta cuando su cuerpo cayó al suelo, alertando a Tae Young que se movió tan rápido como pudo hasta el hombre inconsciente, con su respiración agitada, sin estar seguro de qué hacer.
Si bien, él había querido darle alguna droga para que se durmiera antes de llegar a la alcoba, creía que la cantidad fue exagerada cuando incluso si él que apenas y probó la comida comenzaba a sentir su cuerpo extraño.
Su mano se dirigió al cuello del Emperador para buscar su pulso, ¿acaso acababa de matarlo?