Capítulo 3

1079 Words
Narra Carla Por la mañana, me desperté desorientada hasta que recordé dónde estaba. Eso no suele pasar, ya que normalmente he tenido un empleo estable. Mudarme a Nueva York me ha desorganizado un poco. Me acosté en la cómoda cama y me maravillé de lo bien que dormí. Normalmente me lleva un par de semanas adaptarme a un nuevo entorno. No tengo ese problema aquí. No sé qué es, pero lo disfrutaré mientras dure. Me levanto y camino lentamente hacia la cocina en dirección al olor aromático que flota en el pasillo. Me siento en la isla de la cocina bebiendo una taza de café que me preparó la Señorita Bailey. Es el café más delicioso que he probado en mi vida. Cuando le pregunté qué era, me guiñó un ojo y sonrió y salió de la cocina. Me dije a mí misma: – A jugar, Señorita Bailey—y me reí para mis adentros. Me froto la frente intentando despertar. Anoche, durante el baño de Maisey, traté de recordar el rostro y el nombre de Pavel Madison, pero no lo logré, y esta mañana ya me resultaba frustrante pensar en ello. Lo conozco de algún lado, pero su nombre no me suena. Reconozco sus profundos ojos verdes y sus mechones castaños, pero no sé exactamente de dónde. Además, ¿dónde habría conocido a una persona de Nueva York mientras vivía en un pequeño pueblo de Dakota del Norte? Esta es mi primera vez fuera de Piedmont, por lo que cruzarnos en nuestro camino habría sido una posibilidad entre cien millones. Aún así, en algún lugar de mi mente, lo conozco de algún lado y no estaré satisfecha hasta saber de dónde. Miro la hora. Necesito ducharme y prepararme para poder despertar a Maisey. Me quedo bajo el agua caliente, la boquilla de la ducha de lluvia distribuye las gotas de manera uniforme y relaja mi cuerpo. El agua se siente divina y la presión del agua es lo mejor que he sentido en mi piel. Tal vez esta noche pruebe el jacuzzi. A mi cuerpo le vendría bien un baño en un jacuzzi después de todas las mudanzas y viajes que he estado haciendo estas últimas semanas. Me visto para el día con pantalones sencillos y una camisa oscura con cuello. En mi experiencia como niñera, es imprescindible llevar ropa sencilla que se lave bien. Nunca se sabe lo que nos deparará el día cuando cuidamos a los pequeños humanos. Todo tipo de líquidos orgánicos pueden acabar en lugares que nunca pensábamos que fueran posibles. Golpeo suavemente la puerta de Maisey y la abro un poco. Su pequeño cuerpo está a lo largo de la cama, acurrucado en posición fetal, y las sábanas están en el suelo. Acurrucado bajo su brazo, está Floppy, uno de sus ositos de peluche favoritos. Tiene una pajarita y usa pantalones. No entiendo por qué se llama Floppy. La imaginación de un niño de seis años es un hueso duro de roer. Toco suavemente el hombro de la niña y, en respuesta, ella se aleja. Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Toco su hombro de nuevo y esta vez sus ojos se abren y luego se cierran. La llamo por su nombre esta vez y ella se frota los ojos y parpadea hacia mí. Al principio, tiene una expresión cautelosa, luego la identificación cruza su rostro y sonríe. —Es hora de despertar a Maisey. Tu papá se irá a trabajar en un rato—eso la hizo sentarse y gatear hasta mi regazo. La abracé y le tomé la mano mientras nos dirigíamos a la cocina—¿Qué te gustaría desayunar, Maisey? —pregunto, lista para prepararme un gran desayuno digno de ricos. —Cereal. Su respuesta me sorprendió. —Está bien. ¿Es eso lo que te gustaría desayunar esta mañana? —Sí, sí. Mantenemos este tipo de conversación en el pasillo y en la cocina. Le hago una pregunta y ella me responde con una sola palabra o con un gruñido. Hasta los niños de seis años saben cuándo no son madrugadores. Coloco el asiento elevador para Maisey en el rincón del desayuno y le sirvo un tazón de cereales mientras ella conversa con Floppy. Intento darle privacidad, pero su linda conversación hace que se me forme una sonrisa en los labios. Acabo de dejar el cuenco delante de ella cuando Pavel entra en la cocina. —Papá —chilla Maisey y corre a sus brazos. —¿Cómo está mi chica favorita hoy?— Él está cara a cara con ella mientras ella responde. —Está bien —dice en voz baja—. Floppy no durmió bien anoche. Creo que está resfriado. —Ah, sí, sí —dice Pavel. Le entrega a Floppy a su padre, quien le besa la mejilla—. Eso es para que Floppy se sienta mejor —luego le besa la mejilla—. Eso es para mi princesa. La niña sonríe y corre a su asiento y comienza a comer su cereal. Esa escena me robó el corazón. Quienquiera que sea Pavel definitivamente adora a esa niña. —Buenos días, Pavel. Espero que hayas dormido bien—sonrío y él lo entiende y sonríe. —Dormí muy bien, de hecho. Saber que Maisey está en buenas manos me hizo dormir como un bebé—Vuelve su mirada hacia mí y se me revuelve el estómago—.¿Y tú, señorita… quiero decir, Carla? ¿Cómo dormiste? Al principio, mi voz suena como un graznido. Me aclaro la garganta. —Dormí muy bien. Me desperté sin saber dónde estaba por un minuto—ambos nos reímos de los peligros del trabajo. —Debería estar en casa más o menos a la misma hora. Insisto en estar en casa para cenar con Maisey, bañarla y arroparla. Después de eso, trabajo en mi estudio. Después de las seis, siéntete libre de considerar ese tiempo libre. Me tomo un momento para pensar en lo que dijo. —Muy bien, señor Madis… quiero decir Pavel. Gracias— toma su maletín, besa a Maisey en la mejilla otra vez y me saluda con la mano para despedirse rápidamente. Oigo el clic de la puerta detrás de él y el sonido del ascensor, dejando a Maisey, a la ama de llaves y a mi e a nuestra suerte. Una de mis estrategias será curiosear para averiguar quién es este hombre y por qué me resulta familiar.
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