Capitulo 2

918 Words
Tanner Cómo llegó la chica a vivir conmigo es una historia curiosa. La madre de Daniela era mi amiga desde hace tiempo y cuando se quedó embarazada de un perdedor a los dieciocho años, todos nos quedamos sorprendidos. Catalina no era ni mucho menos una zorra, ni alguien que se abriera de piernas por cualquiera, pero había que atribuirlo a su juventud y a su ingenuidad. El perdedor había sido guapo, encantador y un saco de mierda, dejándola con una gran barriga y sin dinero. —Tanner—, había dicho Catalina lentamente, frotándose el vientre redondo. —Ahora estoy sola, ¿crees que podrías ayudarme? Por aquel entonces, estaba poniendo en marcha mi empresa, obsesionado con los planes de marketing, el desarrollo de productos e innumerables reuniones con inversores. No tenía tiempo de ayudar a mi amiga embarazada y, además, no tenía ni idea de qué hacer con un bebé. Pero Catalina y yo éramos buenos amigos, así que asentí distraídamente. —Claro, conseguiré algunos abogados, te ayudaré a localizar a ese tipo. ¿Cuál es el nombre del padre? Díselo a mis abogados—, murmuré, volviendo ya al computador. Y Catalina volvió a asentir, acariciándose suavemente el bulto. Pero las cosas se torcieron porque nunca encontramos al padre y, cuando Catalina falleció un par de meses después, resultó que me había dejado a mí como tutor de su hija. ¿Puedes creerlo? Me dejó a mí, Tanner Morgan, joven empresario de veintitantos años, como la principal persona en la vida de su hija Daniela, la única persona que el bebé tenía de hecho. Me quedé totalmente anonadado, sin saber qué hacer. Así que me puse manos a la obra, haciendo lo único que tenía sentido. Trasladé al bebé a mi casa y contraté a una niñera a tiempo completo. Para entonces, mi empresa iba viento en popa, así que por suerte pude permitirme todo lo que la niña necesitaba y algo más. Dos niñeras a tiempo completo, más un cocinero y una asistenta para llevar la casa. Y para bien o para mal, la ayuda se hizo cargo a partir de ahí. No vi mucho a la niña mientras crecía y, cuando Daniela entró en tercero, la metí en un internado. ¿Sin corazón? Tal vez, pero soy un tipo soltero, ocupado a los mandos de una multinacional, sin tiempo que perder. Además, ¿era realmente apropiado que un tipo como yo vigilara a una niña, alguien impresionable y dulce? Por supuesto que no. Así que la metí en un internado a varios kilómetros de distancia. Y al principio funcionó. De los ocho a los dieciséis años mi pupila estuvo bien, recibía informes elogiosos de los progresos de Daniela y no pensaba más en ello, metiendo las cartas en mi escritorio. Al fin y al cabo, estaba pagando un dineral por su educación, incluidas joyas como el bordado y los arreglos florales, que en mi opinión eran un despilfarro. Pero daba igual, mientras me la quitaran de encima. Pero a los dieciséis años, a Daniela le pidieron que se marchara. No se dio más razón que "este lugar no encaja" y "Daniela necesita encontrar su propio camino". ¿Que demonios? Después de indagar por los canales internos, se supo que otro magnate había solicitado colocar a su hija en el último momento y que Daniela había sido expulsada para hacer sitio. A la mierda. ¿Acaso mi dinero no era suficiente? Estaba indignado y a punto de llamar al mismísimo cabron, ese hijo de puta me debía algunos favores. Pero entonces cayó la bomba. Resulta que la hija del del tipo era discapacitada. Mi pupila había sido expulsada para hacer sitio a una niña discapacitada, y de repente, cualquier cargo de conciencia que tuviera se me arraigó en ese momento. Porque, ¿qué clase de idiota era yo, jodiendo a una niña necesitada? Así que decidí dejarlo pasar y cedí el puesto de Daniela. Sobreviviríamos, las clases de equitación y los bailes de salón eran una mierda sin sentido, en mi opinión. Así que mi pupila, una adolescente a la que apenas recordaba, fue enviada a vivir conmigo a mi mansión. Al principio no estuvo mal porque no noté ningún cambio. Literalmente, no había ni rastro de Daniela porque casi nunca estaba en casa, ocupado volando en mi jet de empresa, visitando clientes, nuestros diferentes lugares de trabajo. Si crees que un director general se sienta en casa a hacer el vago, te equivocas. El trabajo lo consume todo, lo abarca todo. La empresa era mi bebé y no iba a renunciar a mi bebé. Pero poco a poco, la niña empezó a colarse en mi vida. Al principio era sólo un jersey colgado del respaldo de una silla, o un cuenco sobre la mesa, vacío salvo por una cuchara. Luego llegó el olor a perfume en los pasillos, y pronto me di cuenta de que la morena estaba en el salón leyendo un libro o riéndose suavemente de una comedia. Porque la chica había salido guapísima. Parecida a su madre, de profundos ojos marrones y dulce sonrisa, mi cuerpo estaba cada vez más pendiente de la adolescente, de cada uno de sus movimientos, de cada uno de sus estados de ánimo. Y a los dieciocho, ya no es técnicamente mi pupila, Daniela ya es adulta a los ojos del Estado. Lo cual es bueno porque nos hemos estado observando mutuamente... la belleza de esta chica es algo que no puedo sacar de mi mente.
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