Capítulo 15

1785 Words
Se había recuperado lentamente, aunque las marcas aún surcaban partes de su cuerpo, podía decir que se encontraba en buen estado. Por insistencia de sus amigos decidió asistir al cumpleaños de Alejo, de su amigo que siempre tenía una sonrisa para ella, de ese que desde que se enteró no paró de llamar y preguntar por su estado, dándole más días en el trabajo de los necesarios, asegurándole que todo se resolvería, que aquellas muchachas pagarían por lo que habían hecho. Emma sonrió feliz, completamente llena hasta arriba de ese sentimiento de protección, de contención, agradecida por contar con una red tan amplia de personas que la ayudaban a ponerse de pie ante cada golpe, que velaban por su seguridad y bienestar, que nunca, jamás, la dejaban sola. Inhaló profundo y se enganchó del brazo de su amigo, de ese enorme tipo que le sonreía cómplice de la mentira que llevarían adelante. Entró a la gigantesca quinta enroscada en el fuerte brazo de aquel morocho e ignoró esos oscuros ojos que la vigilaban desde el otro extremo del lugar, esos mismos que hace dos días atrás le enterraron una de las peores dagas, hiriéndola de manera insensible, lastimándola demasiado profundo. —Se llega a acercar y, te juro, lo mato a trompadas — le susurró Gastón intentando que Marco no escuchara sus palabras. —Tranqui, no se va a acercar, es muy cagón — aseguró y siguió camino hacia la enorme mesa ubicada en el centro de la estancia, repleta de comida, llena de varias opciones realmente apetitosas. Emma sonrió cuando Alejo la divisó y se encaminó hacia ella, con los brazos extendidos y esos preciosos ojos celestes analizándola a detalle. El morocho no vería las marcas de su rostro porque habían sido debidamente cubiertas con capas y capas de maquillaje, además sus brazos y piernas estaban completamente cubiertos, por lo tanto no vería ni esos hematomas ni los que se presentaban con fuerza en sus costillas y espalda. Sí, moría de calor, pero no quería dar una imagen que no correspondía a ninguna historia que cualquiera de los presentes pudiera imaginar en sus descabelladas mentes, sobre todo porque Gastón era quien estaría pegado toda la noche a ella, por lo tanto no toleraría ningún mal comentario referido a uno de sus más queridos amigos. —Emma — exclamó Alejo y la abrazó apenitas, teniendo cuidado con aquellas heridas que no podía ver. —Feliz cumpleaños — le susurró antes de darle un tierno besito en la mejilla. —Gracias, preciosa. ¿Cómo estás? —Estaría mejor si el idiota de tu amigo no hubiera venido — interrumpió Gastón con un extraño mal humor muy poco propio de él. Las miradas confundidas de Emanuel, Alejo y Marco lo obligaron a desviar el tema —. Feliz cumpleaños, culiado — le dijo y le tomó con fuerza la mano. —Gracias, che. Bueno, pasen, hay de todo para comer y chupar, asique disfruten —invitó y se separó del grupo para seguir recibiendo a las personas que no paraban de llegar al lugar. Emma analizó el entorno y se detuvo en un morocho, alto, de ojos oscuros y jodida sonrisa de modelo, que se encontraba al lado de una minita que ella conocía. —¿Ese no es el ex de Pili? — preguntó la castaña a los tres que la acompañaban. —Creo que sí — respondió Marco analizando al tipo que reía unos cuantos pasos más allá. —¿Pili venía? — indagó Emanuel. —Me dijo que sí —respondió la muchacha y desvió la mirada a la entrada al espacioso interior de aquella quinta, puerta por la que salía su amiga cargando una enorme bandeja de comida. Se veía bastante distraída, un tanto abstraída en sus propios pensamientos. —¡Pilar! — gritó Emma y salió corriendo directo a abrazarla —. Mierda, no sabía que Matías iba a estar acá — le susurró al oído. Notó a su amiga tensarse y luego dedicarle una sonrisa afectada. Bueno, parece que no solo ella tendría una noche de mierda. —Parece que la novia es amiga de Alejo — explicó Gastón llegando a su lado —, por eso vino él. —No quiero hablar de él — susurró poniendo su mejor cara de cachorrito —, prefiero que me expliquen por qué llegaron tan tarde, pensé que ya no venían — exclamó con diversión. —Te cuento después — murmuró Emma y se pegó a su amigo quien la abrazó con suavidad por la cadera. Pilar estrechó los ojos y los miró bastante extrañada. A ver, Gastón era un tipo lindo, pero jamás Emma se metería con él, nadie en su sano juicio se metería con él. —¿Y esto? — indagó ella señalando el brazo del hombre. —Digamos que alguien merece una buena lección — gruñó Emma y desvió rápidamente su mirada hacia una esquina de la quinta, al otro lado de la pileta. Pili siguió la mirada de su amiga y se topó con Rodrigo, apretando su vaso con fuerza mientras clavaba sus furiosos ojos oscuros en la muchacha que tenía frente a ella, ignorando a esa pelirroja que parecía hablarle y que él poco escuchaba. —¿Qué te hizo? — murmuró con odio la castaña. —Esta vez se fue bien a la mierda. Gastón se propuso para esta arriesgada misión donde puede terminar bien cagado a piñas, pero él también se lo merece — explicó Emma mirando a su amigo con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro. —Bien, me he perdido una buena parte de la historia, pero espero que después me cuenten todo — dijo Pilar riendo —. Voy a llevar la bandeja a la mesa, me preparo algo de comer y vuelvo — explicó antes de alejarse de aquel par que, parecía, jugaban a ser una pareja. Ni bien Pili se alejó de ellos se encaminaron hacia el rincón donde se repartían las bebidas, pidieron unas buenas cervezas y se dirigieron a la enorme mesa, lugar en donde Emanuel mantenía una animada conversación con Marco, acortando las distancias entre ambos, tocándose suavemente cada vez que podían, murmurándose estupideces al oído que estaban a punto de sacar de quicio al acompañante de Emma y a un rubio que acababa de ingresar, que parecía bien dispuesto a abalanzarse contra cualquier imbécil que se atreviera a propasarse con el castaño, sobre todo ese tipo con pinta de modelo y sonrisa perfecta. Mierda, Tomás podría matar a cualquiera en ese momento, por eso rápidamente se encaminó hacia el pequeño patio interno que se encontraba a un costado de la edificación, buscando un lugar donde calmarse y ordenar sus prioridades y pasos a seguir, de nada valía encarar al flaquito ahora, con el enfado a flor de piel y las ganas de arrancarlo de esa fiesta y llevárselo a cualquier lugar, el que fuese que lo mantuviera alejado de todos los idiotas que estaban interesados en él. ¿Era egoísta al pensarlo así? Claro que sí, y lo sabía, pero no por eso sus ánimos se calmaban, no por eso sus celos se aplacaban. Ni bien puso un pie dentro de aquel reducido espacio se encontró a su amigo fumando, a ese que le sabía más a hermano que a amigo, a ese que era capaz de aguantarlo en sus peores días, con sus peores humores. —Acá estabas, boludo — dijo dejando caer su enorme cuerpo al lado del de su amigo que fumaba lentamente en aquel patiecito interno. —Tomy — respondió a modo de saludo. —Supuse que tu humor iba a ser una mierda — suspiró apoyando su espalda en la misma que se acomodó Cristian hace unos buenos minutos atrás. Sí, él también había visto, en su corta estancia en aquel enorme jardín, a Pilar y al imbécil de su ex. Bueno, para eso él estaba allí, para levantar el ánimo de su lastimado amigo. —Una real mierda — secundó antes de volver a aspirar el humo de su cigarrillo. —Bueno, mirá el lado bueno, ya no tenés que competir contra él— dijo divertido. —Es peor, tengo que competir contra la mirada llena de estúpido anhelo con que lo mira cada vez que lo tiene enfrente — masculló con mal humor. —Estás bastante pesimista, pensé que ese era mi rol en esta amistad — se burló antes de encender su propio cigarrillo. —Sí, hoy hemos cambiado roles. Aunque no creo que te estés ocultando acá por gusto y gana — pinchó con maldad. —¿En serio era necesario que tu hermano lo invitara?— preguntó con furia contenida, no porque Marco estuviera ahí, es más, eso hasta lo podría haber puesto de buen ánimo, sino por el idiota que no dejaba de hablarle cerca, demasiado cerca, de aquellos labios que él se moría por volver a besar, aunque era tan estúpido que siempre la cagaba, que siempre terminaba haciendo todo mal, todo al revés. —Es su amigo — respondió Cristian inhalando un poco más de aquel humo que sabía a tabaco y chocolate. —No, Rodrigo es su amigo, Marco es el hermano de su amigo. —Sabes que a Alejo le gusta el cumpleaños multitudinario, qué querés que te diga — respondió encogiéndose de hombros. —El muy pelotudo está chamuyando con un flaco— gruñó antes de volver a aspirar se su cigarrillo. —Es culpa tuya, vos fuiste un forro, ahora aguantate como niño grande — rebatió palmeándole el hombro. Tomás lo fulminó con la mirada y se tragó el insulto. ¡Claro que sabía que él la había cagado a lo grande, pero no tenía ganas de que Cristian se lo recordara! —Vamos antes que te cague a trompadas — le dijo a su amigo poniéndose de pie. Se pusieron de pie y a paso lento volvieron a la fiesta, a esa en donde Marco seguía hablando con esa especie de modelito que lo invitaba a molerlo a piñas, aunque, sabía, eso le restaría puntos con el lindo de Marquito. Caminó directo para buscar una cerveza y se dedicó a contemplar el extraño acto que desarrollaba su amigo. Sonrió para su interior y deseó ser tan valiente como Cristian, abalanzarse sin más hacia ese tipo que lo estaba volviendo loco para tratar de arreglar el vínculo, o, mejor aún, construir uno totalmente nuevo, mucho mejor. Se tragó su décimo insulto cuando el otro tipejo lo abrazó por detrás a Marco, hundiéndose en su cuello, y esperó pacientemente a encontrarlo a solas. Bueno, o hacía algo esa misma noche o se mataría en cuanto estuviera a solas.
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