SOMBRAS DEL PRIMER AMOR

13 *Sombras y verdades*

Durante el viaje tuve mucho tiempo para pensar y comencé a cuestionarme: ¿podía confiar en Lucas? El miedo me invadía por todo lo que había pasado con Caleb. ¿Y si Lucas era igual? ¿Y si me mentía y no estaba realmente interesado en mi bienestar? Sentía que en ese momento no podía confiar en nadie. Las horas del largo viaje pasaron, y finalmente llegamos a casa. Mis padres nos esperaban emocionados; hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Cuando los abracé, fue una sensación tan reconfortante.

—Vamos, llevaremos tu maleta a la habitación y acomodaremos a Lucas en la habitación de huéspedes —dijo mi madre.

Asentí, subí a mi cuarto, me recosté en la cama y cerré los ojos. Estaba agotada, tanto física como mentalmente. Solo quería descansar. Horas más tarde, mi madre entró en la habitación.

—Hija, es hora de ir al hospital. ¿Quieres que te acompañemos o prefieres ir sola? —preguntó.

Escuchar esas palabras me devolvió a la realidad. Debía ir al hospital a ver a Caleb, confirmar que era él quien estaba en esa cama, como decían mis padres, y no la persona que me había lastimado hace unas noches.

Me levanté de la cama y me miré en el espejo. Me apliqué un poco de maquillaje, pero mi semblante seguía siendo terrible. Me dirigí al carro, donde ya estaban mis padres y Lucas esperándome. El viaje hacia el hospital fue eterno, con un silencio cortante y frío. Sentía que ya no soportaba el clima de mi pueblo; me había acostumbrado al calor de mi nuevo hogar.

Cuando llegamos al hospital, en la sala de espera estaba la madre de Caleb. La última vez que la había visto fue durante aquella discusión en la que descubrí la verdadera cara de Caleb. Ese día, ella lo había defendido. La saludé, y ella respondió entre sollozos

—Nos alegra que estés aquí. Para él, siempre serás su único amor.

¿Cómo podía decirme eso, sabiendo todo el daño que Caleb me había causado?

—¿Puedo verlo? —pregunté.

Ella se hizo a un lado y, con un gesto, me invitó a seguir hacia la habitación.

El cuarto parecía sacado de una película de ciencia ficción, lleno de máquinas que emitían sonidos constantes. Cuando vi al hombre en la cama, se suponía que era Caleb, pero era irreconocible. Estaba deformado. Lo observaba intentando encontrar algo que me confirmara que realmente era él, pero solo veía a un hombre quemado, cubierto de vendas.

—¿Estás segura de que es Caleb? —pregunté, incrédula.

—¿Cómo te atreves a dudar? —respondió su madre, molesta—. Estaba en su carro y sufrió un choque terrible contra un camión varado en la carretera. Unas personas intentaron auxiliarlo, pero estaba atrapado, lo que hizo que las quemaduras fueran tan extensas. Ojalá no fuera mi hijo, pero lo es. Pensé que venías porque te importaba, no para alegrarte de verlo así.

En ese momento, no quise decirle nada sobre lo que había sucedido conmigo, ni mencionar que dudaba de que aquel hombre fuera Caleb. Salí de la habitación en silencio. Mis padres y Lucas me siguieron, preguntándome qué había sucedido, si realmente era Caleb. No sabía qué responder. No podía confirmar si era él o no. Solo veía a un hombre quemado y eso me frustraba. Sin embargo, pensaba que debía ser Caleb iba en su carro, y él nunca lo prestaba. Entonces, ¿quién me había atacado en el campus?

Durante el resto de la semana en casa, tuve la oportunidad de presentarle a Lucas a mi mejor amiga, Lucy. Se llevaron muy bien, y ella estaba contenta por mí. Sin embargo, notaba mi incertidumbre. Llevaba días sin comer bien y había ido al hospital varias veces para visitar a Caleb. Aunque me sentía mal, necesitaba asegurarme de que era él quien estaba en esa cama. Un médico me comentó en mi última visita que los órganos de Caleb estaban tan dañados por las quemaduras que su cuerpo colapsaría en cualquier momento. Lo mejor sería despedirme de él.

A pesar de todo lo sucedido con Caleb, él fue mi primer amor, mi primer beso. Pensar que quizás esa sería la última vez que lo vería fue muy difícil para mí.