¿Ron con pasas? Prefiero el de fresas con leche… digamos que su sabor es mucho más sutil.
Nuevas sensaciones
Lucas se atrevió a admirar la belleza de Camila con algo más de atención y se dio cuenta de que sus ojos no se habían engañado la primera vez que la vio. El tenue sonrojo en sus mejillas le confería un aire sensual e inocente, provocando que en su cabeza una extraña idea se empezara a formar. Sonrió al notar que ella bajaba la mirada apenada por la manera en la que él la sondeaba y eso solo consiguió que la idea se convirtiera en deseo.
Por su parte, Camila respiró y calmó los latidos de su corazón antes de mirarlo directo a los ojos y hablar.
—No pretendo dejarme seducir por ti, ya tuve suficiente de los hombres —declaró con el valor que no tenía.
Ella, al igual que Lucas, experimentaba una extraña sensación en su interior. La piel le hormigueaba, el pulso se le aceleró al tenerlo en frente, pero lo que más le inquietaba era el palpitar de su intimidad. Sin embargo, no estaba dispuesta a repetir la historia que vivo con Santiago, el padre de su hija.
—Lo siento, no quiero darte una impresión equivocada —dijo Lucas con seguridad—, además si te doy sincero no eres mi tipo —agregó de manera arrogante con una sonrisa burlona saltando en sus labios.
—Entonces tuviste que haber buscado a una que si fuese de tu tipo —replicó picada y se cruzó de brazos—. De hecho, mejor vete de mi casa y ve en busca de una cabeza hueca, arrogante y materialista que se meta en el culo a tu adorado jefe —añadió bruscamente y caminó hacia la puerta para abrirla.
Lucas dio cinco pasos y se acercó hasta donde estaba ella, coloco su mano sobre la de ella, lo que provocó que ambos sintieran una descarga eléctrica que se empecinaron en disimular.
—Me gustaría conocer mejor a mi esposa —susurró dejando que su aliento golpeara el rostro de la mujer delante de él.
Camila se estremeció al instante, sin embargo, solo optó por alejarse y darle la espalda mientras caminaba hacia la sala de la casa. Lucas cerró la puerta y la siguió en silencio mientras no perdía de vista en balanceo de caderas que pretendían seducirlo sin darse cuenta.
—¿Te ofrezco agua, café, jugo? —dijo ella girándose para tenerlo de frente.
Sin embargo, no pudo sostenerle la mirada por más de dos segundos.
—Prefiero las bebidas fuertes a esta hora —siseó Lucas como una de esas serpientes que hipnotizan en Asía con su baile.
—Lo siento, tu esposa no toma por ende en esta casa, no encontrarás ni una sola de alcohol a menos que busques en el botiquín de primeros auxilios —refuto ella haciéndose dé una actitud retadora que le ayudará a controlar sus acalorados pensamientos.
—Es una pena, porque a tu esposo le fascina tomarse un trago de whisky por las noches cuando está muy estresado —insistió en el mismo tono, a pesar de que esta vez decidió guardar distancia para evitar que de nuevo lo echarán como a un perro sarnoso.
—Dicen que el yoga es una muy buena opción para aliviar el cuerpo del estrés, deberías de intentarlo —Se cruzó de brazos y clavó sus ojos en él.
Camila estaba segura de que hacer un trato como ese con un desconocido que a la primera oportunidad ya está intentando ligársela no era una buena idea, pero el futuro de su hija estaba asegurado con solo continuar con la falsa y cumplir con su palabra.
—Digamos que suelo practicar otro tipo de movimientos que incluyen la participación de otra persona... tal vez puedas ayudarme uno de estos días —mintió sin saber la razón.
Los labios de Lucas se curvaron al recibir la reacción que esperaba. No entendía por qué estaba disfrutando de provocarla, de ver cómo se estremecía y como el rojo de sus mejillas la delataba. Camila de nuevo se mordió el labio inferior y caminó con impaciencia hasta que decidió sentarse.
—Me parece que nos desviamos del tema —balbuceó al tiempo que empezó a sacar los papeles que contenía el sobre.
Los observó y se dedicó a leer detenidamente durante diez minutos. Sus ojos se abrieron en un par de ocasiones al ver las cifras tan exorbitantes que se reflejaban en lo que claramente era un contrato, no obstante, al finalizar la lectura se dio cuenta de que por ninguna parte especificaba el tiempo que ella y su hija debía de estar fingiendo ser la familia de Lucas.
Por su parte, Lucas no apartó los ojos de ella; era menuda, frágil y los gestos que hacía con su cara al leer le provocaban un sin fin de pensamientos contradictorios.
—¡No veo que diga en ninguna parte cuánto durará está falsa! —exclamó Camila haciendo que saliera de sus pensamientos—. ¿Estás escuchando?
—Eh... si... ¿Decías?
Camila rodó los ojos y dejo salir un suspiro.
—Que no dice cuánto tiempo debo fingir ser tu esposa —inquirió alzando el papel a la altura de su cara.
—¿La cantidad de dinero te parece bien? —cuestionó Lucas ignorando la pregunta de la mujer.
—El dinero no sirve para hacerme olvidar que en este papel no se especifica cuánto tiempo tengo que ser tu esposa —repitió por tercera vez.
—Si pregunto por el dinero es porque coloque esa cantidad debido a que no tengo una idea exacta del tiempo que tenemos que fingir —reveló inclinándose hacia el frente y apoyando los codos sobre sus piernas—. Antes de sacarte de mi vida debo inventar una historia creíble, algo que deje a mi jefe satisfecho y que no despierte sospechas —aclaró antes de que Camila dijese algo.
—Esto no es parte de lo que acordamos, dijiste que luego del baile buscarías el modo de hacer que el señor Roberto se olvide de mí —increpó ella.
—Sí, pero luego de pensar mejor las cosas me di cuenta de que no puedo simplemente decirle que te voy a enviar de vacaciones —Se puso de pie al ver cómo ella se cruzaba de brazos y se acomodaba mejor en el sofá para escucharlo con toda la ironía posible.
Lucas se pellizcó el puente de la nariz mientras se repetía mentalmente, que no podía meter la pata, la necesitaba para continuar con su teatro. El puesto de CEO prácticamente era suyo, solo debía de terminar de convencer a su jefe.
—Mira —empezó a decir—, las vacaciones se terminan tarde o temprano y tú tendrías que regresar junto a Anastasia...
—¡Sofía! —corrigió hostil.
—Perdón... Tú y Sofía tendrían que volver de las vacaciones, seguir haciendo su vida al lado de la mía y estoy seguro de que eso no es lo que tú quieres…
—Entonces tu idea es alargar esto más de lo necesario —dijo irónica y se puso de pie—. ¿Sabes qué? Lo mejor será que busques otro modo de salir de tu problema, mi hija y yo aunque no seamos millonarias, no hemos pasado necesidades y no veo porque un colegio nuevo sea un problema tan grande que no pueda solucionar yo sola —sentenció y le devolvió los documentos dentro del sobre a Lucas.