Capitulo Veintidós

1169 Words
No somos parte del mismo postre, tú eres ácido, amargo y repulsivo, mientras que en mi vida únicamente existe espacio para el dulce sabor del amor, no eres el topping que mi helado necesita. Mi mujer y mi hija El amanecer encontró a los amantes unidos en un beso que no parecía tener fin. Lucas se sentía complacido, extasiado, en una sola noche le había entregado a la misma mujer todo de él, su vida, su alma, su cuerpo, su lealtad, en cada beso que le había dado le juró que siempre la amaría, con cada molécula de su vida lo haría. Por su parte, Camila sentía que por primera vez sentía lo que era ser amada, su encuentro con Lucas ha sido desde todos los puntos de vista el momento de mayor plenitud para ella, no solo físicamente, internamente se sentía confiada, segura, protegida y entregada, en ese momento deseaba permanecer por siempre reflejada en sus ojos. —Buenos días —susurró Lucas al soltar los hinchados labios de Camila. Ella abrió los ojos de golpe y se dio cuenta de que efectivamente la luz del sol ya estaba entrando por las ventanas, sin pensarlo empujó a Lucas tan fuerte que lo mandó al piso. —Tienes que salir de aquí ahora mismo —exclamó susurrante. —¿Por qué?, ¿llegó tu esposo? —bromeó Lucas mientas se ponía de pie. —Hablo en serio, Sofía ya debe de estar por venir, anoche la envié a su cuarto por… —Shiii… no te preocupes por Sofía, ella ha querido esto desde que nos conocimos, pero entiendo que no quieres que se entere de esta manera. —La tomó de las manos y la acercó a él. —No quiero contarle nada aún, no estamos seguros de que esto funcione y no quiero involucrarla —dijo ella con sinceridad. —Está bien, seré el ladrón que se mete en tu cama cada noche para robarte el sueño y se va antes del amanecer. —Camila sintió el impulso de besarlo, pero sabía que si lo hacía nada los detendría y terminarían de nuevo en la cama. —Entonces te estaré esperando cada noche —musitó sin aliento. Se quedaron mirando fijamente, como si el tiempo se hubiese detenido para ellos, nada a su alrededor importaba. Sin embargo, los gritos de la niña los hizo salir de su pequeña estación de amor. Lucas fue el primero en reaccionar, por lo que rápidamente tomo su ropa interior junto al pantalón y se los colocó para luego salir de la habitación mientras Camila se hacía de la bata de baño y salía detrás de él. —¡No quiero ir contigo! ¡Suéltame! —gritó de nuevo. El corazón de Camila parecía que se quería salir de su pecho y pese a que Lucas salió primero de la habitación, fue ella la que llegó antes al piso de abajo. —¡Suelta a mi hija! —rugió al tiempo que le arrebató a la niña de las manos a Santiago. —¡Sal de mi casa! —ordenó Lucas colocándose en medio a modo de protector. Sofía se abrazó a su madre mientras Santiago alzaba la vista hacia ella, ladeo los labios en una fina sonrisa al ver el aspecto de Lucas y de Camila. —Ya veo, te has estado revolcando con este maldito infeliz —siseó—, recuerdo haberte dicho que me pertenecías y también recuerdo que te advertí de las consecuencias. —Tenía la mirada puesta en ella, de sus ojos se desbordaba la ira y el deseo incontenido de recordarle que debía obedecerle, como la noche cuando lo encaró. —No te pertenezco, nunca fui tuya y ya no te tengo miedo —replicó Camila sintiéndose segura gracias a la presencia de Lucas—, y no voy a permitir que te lleves a mi hija, antes te mato —sentenció con una seguridad tan contundente que el cuerpo de Lucas se estremeció por un segundo. —No me obligues a repetir que te vayas de mi casa, no tienes nada que hacer aquí —dijo Lucas con los dientes apretados. Quería evitar llegar a la violencia por la niña, pero si debía hacerlo para demostrarle a Santiago que él las iba a proteger a ambas, entonces lo sacaría a golpes de su casa. —Te equivocas, mi mujer y mi hija están en este maldito lugar y así sea lo último que haga las voy a sacar de aquí —objetó. —No iremos a ninguna parte contigo Santiago, hace mucho tiempo que mi hija y yo te sacamos de nuestras vidas. —Tengo derechos, que no se te olvide, reconocí a Sofía como mi hija y quieras o no estoy en todo mi derecho de exigir pasar tiempo con ella —dijo con una calma que Camila sintió como su hija empezaba a temblar detrás de ella—, son dos años en los que no he estado a su lado, no he visto por su bienestar y si soy sincero estoy preocupado por el ejemplo que le estás dando, no está bien que una niña tan pequeña vea a su madre prostituirse por unos cuantos centavos cuando su padre tiene tanto dine… —Las palabras de Santiago murieron cuando el puño de Lucas se impactó en su mandíbula, provocando que el sabor metalizado de la sangre bañara su paladar. Santiago se rio del golpe al tiempo que de nuevo levantaba la mirada hacia Camila. »¿Esto es lo que quieres? ¿Qué peleemos por ti? Una zorra como tú no lo vale… —Cierra la maldita boca —rugió Lucas y de nuevo se le fue encima, no iba a permitir que Santiago ofendiera a Camila y menos que lo hiciera delante de su hija. Esta vez Santiago respondió a los golpes de Lucas y en menos de un segundo todo se convirtió en una mezcla de puños e insultos, Camila les gritaba que pararan mientras su hija se encontraba en medio de un ataque de nervios, lloraba sin cesar, ambas estaban asustadas. El chofer de Lucas entró junto al jardinero y entre ambos se ocuparon de separarlos. Santiago tenía la boca y la nariz rota, tenía la cara manchada de sangre, mientras que Lucas únicamente recibió un fuerte golpe en la boca que le partió el labio. —¡Lárgate de mi casa y no te atrevas a volver, porque la próxima vez no voy a contenerme por mucho tiempo! —exclamó Lucas siendo sostenido por su chofer. —Voy a volver por mi mujer y mi hija y ni tú ni nadie podrán impedirlo. —Santiago fue sacado de la casa por el jardinero, quien no se despegó de él hasta que lo vio marcharse. Sofía estaba sufriendo un ataque de nervios y aunque Camila se sentía igual que su hija, hizo de lado su malestar para enfocarse en la niña y tratar de calmarla, aunque le estaba costando hacerlo.
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