Capitulo Veintitrés

1211 Words
Su sabor es a fruta podrida y puedes sentirlo desde que decides cruzar el umbral de la oscuridad. Aquí no hay calidez ni luz, pero tú y solo tú puedes ser la salvación de este frío infierno. Sobre mi cadáver Lucas enfocó toda su atención en ellas e intentó olvidarse al menos por un momento de Santiago, estaba furioso no solo porque había arruinado su mañana, sino porque había lastimado a las dos personas más importantes en su vida y pese a lo desagradable que había sido el modo de descubrirlo, se dio cuenta de que la presencia del ex de su esposa había servido para darse cuenta una vez más que Camila y Sofía eran todo lo que él quería en su vida. —Llévala a su habitación, voy a pedir que le suban un vaso con agua —dijo tratando de sonar suave para no asustar más a la niña. —Está bien. —Camila le agradeció con la mirada y aupó a Sofía sobre su cuerpo para llevarla cargada. Subió con la niña en brazos, sin embargo, su cuerpo se estremecía de pies a cabeza, ella nunca se había enfrentado de esa manera a Santiago, o mejor dicho, solo una vez hizo el intento de enfrentarlo y las cosas terminaron muy mal para ella. Ella no deseaba pasar de nuevo por la misma situación, no podía ponerse en peligro ni poner en peligro a su hija una vez más. Era cierto que esta vez contaba con el apoyo de Lucas, y aun así su corazón latía con mucha fuerza, tanta que le costaba respirar a causa del miedo que le recorría de pies a cabeza. —Mami, no quiero que volvamos a vivir con ese señor —musitó la niña sorprendiendo a Camila al no llamarlo papá. —No lo haremos mi amor, descansa y lo mejor será que hoy no vayas a clases, yo hablaré con tu maestra —dijo mientras la acostaba en su cama para luego tumbarse a su lado. Sabía que no podía separarse de ella en ese momento, Sofía seguía asustada, ella misma lo estaba. Vio el brazo de la niña y se dio cuenta de que estaba enrojecido por la brusquedad con la que Santiago la había tomado, lo maldijo en silencio para luego dedicarse a calmar a su niña. Ambas se quedaron en silencio, Camila acurrucó a su hija y esperó a que se durmiera, poco a poco sintió como la respiración de Sofía se calmaba al tiempo que el estremecimiento del pequeño cuerpo desaparecía, pronto la niña estuvo profundamente dormida por lo que ella con mucho cuidado se levantó de la cama y salió de la habitación dejando la puerta abierta. Mientras todo eso ocurría en la habitación de Sofía, Lucas estaba dentro de su despacho convertido en una fiera, una pila de papeles había terminado en el piso de un manotazo y un vaso de vidrio estaba quebrado en cientos de pedazos. Respiraba para calmarse, no obstante, los puños le ardían y las ganas de ir tras Santiago reverberaba en su interior con intensidad. Pero debía pensar en Camila y Sofía, no podía dejarlas solas, la niña estaba muy afectada y estaba seguro de que Camila únicamente actuó delante de su hija para ayudarla a sentirse tranquila. De pronto la puerta de su despacho se abrió detenido la constante marcha que mantenía de un lado a otro, giró la cabeza en dirección al umbral y allí la vio. Camila se lanzó a sus brazos sin esperar nada, se refugió en su fuerza y en su calor, busco seguridad en medio de los mismos brazos en los que había encontrado placer horas antes. Lucas la recibió y se tuvo que controlar para no lastimarla al abrazarla, quería aferrarse a ella, admirarla a su piel, fundirla en él, para que nadie le hiciera daño. Él sería capaz de destruir a quien quisiera separarlos y en ese momento, sintiendo el tembloroso cuerpo sobre su pecho, juró que se cobraría cada lágrima que ella había derramado por culpa de Santiago. —Tengo miedo —musitó entre lágrimas. —Yo estoy contigo, a tu lado y siempre voy a estarlo, te lo juré anoche, te di mi palabra y no pienso cambiar de parecer —recitó con los dientes apretados y el alma conmovida. —Santiago es capaz de hacer lo que sea con tal de obligarme a volver —dijo con voz temblorosa. Entonces Lucas la soltó y la alejó un poco para luego colocar sus manos a cada lado del rostro de ella y mirarla a los ojos con firmeza. —Sobre mi cadáver tú vuelves a estar en manos de ese imbécil, así tenga que llevarte lejos de aquí, tú ni Sofía volverán a estar al lado de él —sentenció y aunque su tono de voz fue suave, la firmeza de sus palabras llenaron de seguridad a Camila. De nuevo se abrazó a su cuerpo, oculto el rostro en el pecho de él y dejó que las lágrimas corrieran, siempre había anhelado sentirse de esa manera: protegida, resguardada, segura; sabía que Santiago no la dejaría en paz y sabía también que su ataque sería a través de su hija y aunque sentirse de ese modo le daba tranquilidad dudaba de que Lucas pudiera hacer algo para frenar el ataque de su ex. —Me quitará a mi hija, él sabe que si lo hace puede obligarme a volver —dijo intentando calmar su llanto. —No podrá hacerlo, te prometo que él nunca podrá separar a Sofía de tu lado y tenemos lo necesario para ir a la corte, él te engañó, te hizo creer que se habían casado, prácticamente es bígamo, abuso de ti, te violento y te golpeó —expuso Lucas dejándole saber que él estaba al tanto de todo, pese a que ella no se había abierto del todo. Camila lo observo con los ojos muy abiertos pidiendo una explicación, tragó saliva al tiempo que negó repetidas veces con la cabeza. —¿Sofía? —Lucas asintió. —Ella entiende lo que sucedió y aunque no sabe qué fue lo que pasó dentro de la habitación, ella está segura de que ese… mal nacido volvió a golpearte, pero yo sé que no fue eso lo que hizo y tu cuerpo me lo demostró anoche, la forma en la que temblabas, sé que si tus músculos se tensaban es porque antes… —Esta vez Lucas no pudo continuar, la ira se dibujó en su rostro al tiempo que las venas de su cuello se hinchaban. —¿Hace cuánto te lo dijo? —Después de habernos casado, pasaron un par de días y cuando fui al colegio por ella para luego ir por ti le pregunte si extrañaba a su papá, quería saber un poco más de ese idiota, entonces ella enmudeció y entendí que algo grave había sucedió, le pregunte le dije que guardaría el secreto y fue cuando me dijo que vio como él te golpeaba con el cinturón, luego te escuchó toda la noche llorando y por último la forma en la que huyeron. —La mirada de Camila se encontraba anegada en lágrimas, mientras la de Lucas se oscurecía a cada palabra que pronunciaba.
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