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2670 Words
Faltaban dos horas para empezar su turno, había quedado con Esteve en quince minutos, el la recogería en su casa. Llevaba el bolso con sus cosas y ya estaba lista. Habían salido en otras tres ocasiones en la ultimas semanas, podría decirse que casi llevaban un mes en lo mismo, pero no habían vuelto a tener relaciones sexuales. A veces se encontraban al salir de la empresa o incluso en el ascensor. Solo que para ella no era muy conveniente, pues el se quedaba hasta tarde y ella tenía miedo de que la descubriera. Ahora siempre usaba el pañuelo y la mascarilla. No tenia idea de cuando el iba aparecer. Miró desde la ventana de su salón el pequeño coche lujoso. Tomó su bolso y se dirigió a la puerta. — ¿No crees que es hora de invitarlo a pasar? Seguro que el piensa lo mismo que yo. — Aun no, papá. No es hora. — Cuando quieras, estoy aquí a la espera de conocer a Esteve. Recuerda usar guantes. — Si, papá. — Avísame si no llegas a dormir. — Llegaré a dormir, solo no a cenar. Hasta luego. — se despidió con un beso. Abrió la puerta y bajó en el ascensor. Esteve la esperaba fuera, la recibió con un abrazo y le abrió la puerta del coche. — Estas hermosa. — Dijo cuando estaban dentro los dos. — ¿Lista? — Eso creo. — se abrochó el cinturón y emprendió la marcha. — Me he fijado que no tienes coche.- le gustaban mucho sus rizos, siempre se quedaba observándolos. — Te has fijado bien. Me muevo bien en taxi, también en autobús, hay una parada que pasa cerca de aquí. . — ¿Sabes manejar? — Eso creo, hace mucho que no lo hago. — ¿Quieres probar con este? – Rachel miró el coche, pareciéndole demasiado para ella. — No voy a conducir un Lamborghini. — ¿Por qué no? Es otro coche más. ¿Sabes manual o automático? — Ambos. — Bien, vayamos a casa y pruebas otro coche. — ¿Para que quieres que pruebe otro coche o cualquier otro coche? — Solo quiero saber si sabes conducir. — la miró por un segundo mientras ella se aferraba a su bolso. — Creo que solo quieres llevarme a tu casa. – dijo entre risas. — Es lo que quieres, no veo otro motivo. — ¿Sería tan malo que estuvieras allí otra vez? — Aceleró un poco más, pero luego recordó que a ella no le gustaba y disminuyó. — No tiene que pasar nada, nada que no quieras. Pero mi habitación, mi cama, mi baño… todos ellos te recuerdan. Quieren que regreses. Podrías dormir hoy conmigo, en mi casa. — Es una buena oferta Esteve. Pero… — Pero tienes algo que hacer en hora y media. Ya lo se. También puedo recogerte después de eso. Me tienes muy limitado y eso es como intentar frenar a un toro una vez que empieza su marcha. — ¿De verdad te estas comparando con un toro? — tocó el pelo de Esteve y a éste se le erizó la piel. — Eres tan expresivo y emocional, siempre dices todo lo que piensas o lo que quieres. ¡Que transparente! — Ya te lo dije antes, contigo me siento en la libertad de ser yo mismo. Disfruto de eso contigo. Tus ojos no esperan algo extraordinario de mi, solo me miran, tal cual soy. Eso es extraordinario, sentirse así no es algo que me de el lujo de sentir siempre. Por eso me aferraré a ti, procurando no cansarte. — No me vas a cansar, al principio eras un tanto exasperante. — ¡Lo se! Me odiaba por eso, no es que ahora sea diferente. — rió a carcajadas. — Solo que ahora ya te has acostumbrado. Aparcó delante de la casa. En lo que Rachel se quitó el cinturón, ya Esteve estaba en su puerta. — Gracias. — ¡Bienvenida de nuevo! La casa sin toda esa gente, música y cosas flotando y tiradas por el suelo, se veía muy impresionante, desde ahí veía la enorme piscina, recordaba desde el momento en que se bajó del coche y todo lo que sucedió después. — Tu casa es muy linda. — Vamos al garaje, quiero que pruebes un coche. — Al otro extremo de la piscina había una enorme puerta blanca que se empezó a elevar. Allí estaban los demás coches. Esteve miró entre ellos cual Rachel podría querer probar. —Elige. — No tienes un solo coche normal que yo pueda probar. — Pero ¿a que le llamas normal? — Común, corriente. Algo que no me intimide.— frotó sus dedos viendo la línea de coches que el tenia. — Que no te intimide…Mira este Ferrari.— entró para acercarse al coche plateado que estaba en el centro de todos. Era el Ferrari GTC4 Lusso con espacio para cuatro personas. —Este. Es… normal. — Claro… normal. — se acercó para mirarlo. Desde lejos se veía el poco uso que tenía y de cerca se notaba aún más que estaba como nuevo, la pintura brillaba sin necesidad de tener ninguna luz sobre ella. — No voy a ponerme al volante detrás de esta máquina.- pasó la mano por el y este no tenía el más mínimo polvo. — ¡Vamos, Rachel! Se mas intrépida, no es como si te estuviera pidiendo que lo pongas a ciento ochenta, con que vayas a setenta u ochenta me conformo. Vamos, compláceme. Se nos acaba el tiempo. —Tomó sus hombros para animarla un poco y la abrazó por detrás, apartando su cabello para besar su cuello.— Solo será frente a la casa, ¿Si? La calle es amplia y no pasa nadie por aquí. Has visto, estamos solos. — Está bien. Lo haré. — el le abrió la puerta muy emocionado. Corrió a subirse en el lado del copiloto. — ¿Dejas la llave puesta y la puerta abierta? — Si, aquí no va entrar nadie. Rachel tocó el volante, de verdad el coche le impresionaba, sintió el freno con el pie, el acelerador y miró todo lo que había en el tablero, dejando el otro pie en el embrague. Era todo muy lujoso. Se preparó mentalmente para hacerlo y procedió a encender el motor. Tenía un sonido muy peculiar, como un suave ronroneo. Las luces del interior iban cambiando de color cada ciertos segundos, Rachel observó el espacio que tenía para girar y visualizó su salida. — V-Voy a salir. – puso la primera marcha y fue soltando el embrague de a poco, mientras aceleraba. Saliendo perfectamente del garaje. — Dale, tú puedes, Rachel.- la miraba el, todo orgulloso de ella. La puerta de la salida se abrió mientras Rachel aguardaba detrás de ella. Esteve se quedaba mirándola con discreción para no ponerla nerviosa, ella hizo otra perfecta salida una vez que la puerta abrió lo suficiente como para salir, girando hacia la derecha, contrario por donde habían venido. Fue cambiando de marcha según aceleraba, quedándose en tercera. – Puedes ir un poco más rápido, ¿no quieres sentir el motor? Aquí no hay nadie. Y vamos a setenta. Acelera un poco más, siente como ruge y te deslizas con el por la carretera. Ella le hizo caso y aceleró un poco más, apretando su pie contra el suave pedal y sintiendo la ligereza de su andar. Casi un kilómetro después tomó la siguiente rotonda para cambiar de sentido, yendo de regreso a la casa. — Ha sido placentero.— dejó la llave puesta en el tablero y salió del coche, sus pies aún sentían el rugido del motor. — ¿Te gusta? — ¿El coche? Si, es muy…ostentoso, pero es precioso. — Será para ti. — Gracias, pero no. No andaré en un Ferrari por medio de la ciudad. — Mmm, es cierto. Muy mal de mi parte. Mañana hago una reservación en el concesionario y elegimos uno que sea ideal para ti, el que quieras, el que más te guste, grande, pequeño o mediano. ¿Qué te parece? Así no tendrás que ir en taxi o autobús. — Gracias, pero no. — volvió a negarse, siendo más firme. — Rachel, solo es un coche. —Rodeó su cintura, deslizando las manos en los bolsillos del la pantalón de ella. — Eres mi novia y puedo regalarte un coche. No le veo nada de raro. — ¿Y si pasamos la parte donde me das regalos? Es un poco incómoda. — sus manos fueron a su cuello, recorriendo la línea de la tela.— Desde que pueda me compro un coche, por el momento estoy bien así. — No quiero incomodarte, pero tengo que insistir. Si no quieres que compre uno, toma alguno de los mismo, como un prestamos, si así lo deseas. — Esteve, escucha mis palabras, así estoy bien. Ahora, se acaba el tiempo, llévame de regreso. — ¿Luego te recojo para que duermas aquí? Di que si… — No. Mañana tengo cosas que hacer. — Podemos ir juntos al trabajo, sin necesidad de entrar juntos. — ¡Esteve! — Esta bien, estoy insistiendo otra vez. Vamos, que no se te haga tarde. — tomó su mano de camino al coche. — Por cierto, lo hiciste muy bien. — Estoy fuera de práctica. — Hay otra cosa que quería mencionarte. — redujo la velocidad para hablar de aquello.— No se si sentirás inapropiado hablar sobre esto, pero en vista de que somos novios… — Si, somos novios. Estamos saliendo. — le dije ella, ya que él esperaba la confirmación. — ¿Recuerdas aquella noche en mi casa? — ¿Alguna vez uno de los dos podrá olvidar eso? — Definitivamente no, yo no. Lo hicimos con protección hasta que se agotaron las protecciones y no te voy a mentir, fue maravilloso, increíble. Pero… — lamió sus labios y la mano que sostenía el volante lo sujetó con un poco más de fuerza. — Cuando lo hicimos sin protección, fue algo más que maravilloso, no hay una palabra que pueda describir la diferencia que era entre una y otra. Quiero que mantengamos sexo sin protección. ¡Espera! No digas nada antes de que yo termine. Somos novios, seremos nuestra única pareja s****l, además de eso nos haremos las pruebas pertinentes para saber si tenemos algo, usaremos el método anticonceptivo que tú decidas, tanto si es para ti, como si es para mi. ¿Qué te parece? — Siento que has pensado mucho en esto. — Estoy buscando la manera en que los dos nos sintamos cómodos. ¿Que te parece? ¿Estas en desacuerdo con algo? — Lo de la diferencia es muy cierto, podríamos hacernos las pruebas. — ¡Y así disfrutar de una vida s****l mas activa! — dijo emocionado. — Juntos. — Lo dices como si te tuviera a dieta. — ¡Y es así! Eres una novia cruel. Te has bajado varías veces del coche complacida mientras mi… mi… — Tu pene. — dijo con una risita. — Se queda a la espera. — Es verdad que no es justo. ¿Te parece si el viernes salimos juntos del trabajo y me quedo a dormir contigo hasta el domingo? — Me parece la mejor noticia que he recibo en la semana. — se quitó el cinturón cuando llegaron y fue hasta ella, dándole un caluroso beso. — Retiro lo de novia cruel, tú eres la mejor. Pero no nos habremos hecho las prueba. — Protección. —contestó, besando su cuello. — Protección. Después de que el se marchó, Rachel tomó un taxi hacia la empresa, pues llegaba tarde a su trabajo. La semana fue ansiada por los dos, no solo por el. Rachel iba evitando o tratando de evitar a Esteve en las noches, cuando ella tenía que trabajar. Había conseguido que Maia fuera su modelo, por lo que aquella semana ya estaba al día con las clases de peluquería. El ascensor era su punto de encuentro cuando los dos salían de trabajar y ahora ya era viernes. Había llevado una mochila, para el cambio de ropa y para mantener su uniforme en el fondo, además de su bolso. Aquella semana no se habían vuelto a ver, por lo que Esteve estaba lleno de ansiedad, mezclado con nerviosismo. — Buenas noches, señor Clarkson. — pasó primero cuando el ascensor se abrió. — Buenas noches, señorita Adams. — entró después de ella. Cuando el ascensor se cerró, Rachel soltó sus cosas y se abalanzó sobre Esteve, tenía tantas ganas de sus labios, que lo besaba con torpeza y con mucha prisa. — Me alegro no haber sido el único que extrañó al otro. — ¡Te extrañe mucho! — Esteve besaba su cuello e iba desabrochando la camisa blanca que ella llevaba puesta. Acarició sus pechos por encima del sostén cuando llegó a estos. El cierre estaba delante y el lo agradeció, viendo como los pechos de ella se liberaban del sostén. Sus manos los unieron y entonces sumergió el rostro entre ellos, Rachel dejaba hundir sus dedos en los pelos de el y rogaba para que el se llevara una de sus senos a la boca. Esteve retiró su cara y volvió poner todo en orden, mientras Rachel aguardaba con los ojos caídos. — Esta noche quiero presentarte a mis padres, de hecho tengo planeado que pasemos todo el fin de semana con ellos, en su casa de campo, en las afueras de la ciudad. Han llegado ayer y quieren conocerte; no me pude negar. — Esteve, esto es muy inesperado. Ni siquiera estoy vestida adecuadamente. — Pero si estás preciosa. Solo cenaremos con ellos y mañana en la mañana los volveremos a ver en su casa de campo, nos volvemos el domingo en la noche. Dime que si, por favor. — tomó las manos de Rachel y las colocó sobre el rostro de él. —Por favor. — Debiste de avisarme antes, al menos esta mañana. Hubiera traído otra ropa. — No quería que cancelaras este fin de semana. — besó sus manos después de hablar. —No te sientes presionada con esto a nada, es decir, están aquí y quiero y ellos quieren aprovechar para conocerte, les he hablado de ti y de nosotros. Se que es muy pronto para esto, pero ellos no vienen mucho y quise aprovechar la oportunidad. — Esteve, me siento muy nerviosa justo ahora.— balanceó sus dedos en el aire, pensando en lo grave del asunto. — No tienes que estarlo, solo será una cena, platicar un poco y luego nosotros nos vamos a casa. Solo eso. — ¡Aaah!— dejó salir el aire por su boca y liberó sus manos, dándose la vuelta y pegando su rostro a la pared. — Puedo cancelar. — dijo con calma. — Ya sabes que soy un fastidio, intento no saltarme cosas pero es difícil explicar esto que siento. Quiero que ellos vean a la mujer que ahora mismo tengo al lado, con la que me siento bien, incluso solo hablando en el ascensor o dentro del coche frente a su apartamento, yendo a por unas hamburguesas. Este ha sido el mejor mes de mi vida, y he tenido una buena vida, así que no estoy exagerando. Podemos ir a casa y yo mañana voy con ellos. — No, lo siento. Me he puesto muy nerviosa, más el hecho de que no me lo hayas dicho antes. Vayamos a esa cena con tus padres. — Agradezco mucho que hagas esto y estas hermosa, no necesitas otra ropa, luces preciosa. Verás que te la pasarás muy bien. — ella se dio la vuelta y lo abrazó. — De verdad, perdona por mi reacción. — Esperaba que te enojaras y no aceptaras ir, pero ha salido mucho mejor de lo planeado. Prometo que no te la pasarás mal.
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