Capítulo 4

1785 Words
Narra Renzo Dejo la taza de té frente a mamá y presiono mi mano contra su hombro. Ella levanta la vista y me sonríe con ojos claros. —Eres un buen chico, Renzo— dice, poniendo su mano sobre la mía—.Pero tenemos personal para eso. —Puedo preparar té para mi madre—me siento frente a ella y miro el reloj. Son las tres de la tarde y, aunque todavía parece ella misma, eso cambiará pronto—.Saul me dijo que tus citas salieron bien. —Ah, los médicos, no hacen nada por mí—ella hace una mueca y agita una mano. Mi madre ahora está delgada y demacrada, su cabello oscuro se está volviendo gris, aunque todavía largo; se niega a cortárselo, se niega a convertirse en una anciana más en sus palabras—.Es lo mismo cada vez. Estoy sana. En sus mejores días, comprende lo que le está pasando. En cierto modo, esos son los peores. Hoy no es uno de esos días. —Están ayudando. Tomas tu medicación, ¿no? Ella bebe su té, haciendo una mueca. —Tomo pastillas. ¿Es lo mismo? —Creo que sí, esa es básicamente la definición. Ella pone los ojos en blanco. En la puerta aparece Saul y me asiente con fuerza. Él se acerca y besa la mejilla de mi madre y ella le acaricia la cara con cariño. —¿Cómo estás, mamá?—él pide. —Siempre soy bueno, lo sabes. Mire esto, mis dos hijos en un solo lugar. ¿Con qué frecuencia ocurre esto? —Cada día—Saúl me mira—.Tenemos que hablar, hermano. —Negocio familiar—dice mamá con un suspiro. Toma su taza de té, toma un sorbo y arruga la nariz—. Eres un buen chico, Renzo, pero tenemos personal para eso. No tienes que prepararle té a tu madre–repitió ella lo que había dicho antes. —Lo sé, mamá—beso su mejilla—.Haré que Sabrina venga a sentarse contigo. Le envío a mamá su ama de llaves-enfermera y me retiro a la oficina de mi casa detrás de Saul. Parece agitado, demasiado inquieto, mientras se sienta en una de las sillas frente a mi escritorio. Me agacho detrás de él, con la cabeza ladeada, ya desconfiada de esta conversación. Saúl juguetea con su teléfono. No mira nada, solo desliza el dedo por la pantalla, muestra las notificaciones y las envía, una y otra vez. Su rodilla se mueve arriba y abajo y sigue pasándose una mano por el pelo. Ha pasado más de una semana desde que vi el fantástico cuerpo de la pequeña Clara. Así es como estoy marcando el tiempo ahora: antes de Clara y después. Una semana, y ha estado aún más callada de lo normal, manteniéndose alejada de mí y escondiéndose cada vez que me muevo por el edificio. Una semana desde que entró en mi torrente sanguíneo, se retorció en mi cerebro. Una semana desde que comencé a acariciarme en la ducha pensando en ella. Jodido, lo sé, y no es algo que haya experimentado antes. Y ahora Saul está en mi oficina luciendo como si estuviera loco o aterrorizado de darme malas noticias. —Termina con esto—digo entre dientes. Sus vibraciones ansiosas están empezando a resultar contagiosas. —Bien—e aclara la garganta—.Acabo de hablar por teléfono con Spire⁠. —¿Qué carajo estaba haciendo Spire hablando contigo? Se supone que Lisa debe encargarse de ellos. —Lo estaba hasta que se acercó esta mañana y me pidió ayuda. Me inclino hacia adelante. Mi corazón comienza a acelerarse. —¿Por qué haría eso? Saúl sólo me mira fijamente. No necesita decir nada porque ya lo sé. Lisa es buena, es muy buena, y nunca en un millón de años le pediría ayuda a Saul para hacer algo. La chica desprecia a mi hermano y con razón. Intentó tocarla en una fiesta de la oficina una vez hace un par de años y ella le puso un ojo morado por las molestias. En su defensa, ella había estado coqueteando con él toda la noche, pero en algún momento sus señales se cruzaron y han sido enemigos desde entonces. Saúl se metió en muchos problemas por ese estúpido movimiento de borracho. –Spire se vendió— dice al menos—.Lo siento hermano. Pero vendieron. Respiro para calmarme. No funciona. —Supongo que no nos vendieron, o de lo contrario no parecería que estás subiendo las escaleras hacia tu propio ahorcamiento. ¿A quién le vendieron entonces? —Solo soy el mensajero, ¿de acuerdo? —Dime. —Aslánov. Lo miro fijamente. Un golpe. Dos. —Hijo de puta– digo suavemente, sentándome en mi silla. Saúl se relaja un poco. —¿No me vas a tirar algo? —No, hermano, no. —Bueno, mierda, eso es bueno. Estaba realmente preocupado de que pudieras hacerlo. —Voy a cazar al pakhan comemierda de Aslanov y asesinar al viejo chupapollas delante de toda su organización. Saúl hace una mueca. —Eso probablemente sea peor. Deberías tirar algo en su lugar. —¿Cómo carajo pasó esto? Aslanov no es nada. Ellos son unos malditos pececillos y nosotros somos malditos tiburones. ¿Por qué diablos vendería Spire a esos malditos hijos de puta de Bratva? No tiene sentido. Lisa lleva meses trabajando en este acuerdo a través del negocio inmobiliario de la Famiglia. Spire es un desarrollador de nivel medio con demasiada deuda en sus libros que busca deshacerse de algunas propiedades inmobiliarias de primera calidad para obtener dinero rápido, y tiene sentido venderlo a una organización que ha demostrado una y otra vez que podemos cumplir. Prácticamente les hemos estado rogando que nos permitieran emitir algunos cheques gordos. Sin embargo, se fueron con la Bratva. Es inconcebible este maldito truco. Alguien tiene que morir esta noche: alguien de la familia Aslanov y alguien de Spire. Sólo así el nombre Roscoe mantendrá su poder en esta ciudad. Si un grupo de segunda categoría como los Aslanov cree que pueden jodernos, entonces cualquiera de las otras cinco familias empezará a quitarle trozos a mi imperio. No puedo tener eso, no ahora, no cuando tengo tanto que proteger y tanto que perder. —Estoy tratando de averiguarlo— dice finalmente Saúl, sonando incómodo—.Traté de hacer mi magia con los chicos de Spire pero no estaban interesados ​​en hablar. Simplemente dijeron que los papeles estaban firmados y que el trato estaba cerrado y que no podían hacer nada al respecto. Estoy presionando para obtener más información de mis fuentes internas... Pero sólo hace un gesto inseguro con las manos. –Jodido—digo, inclinándome hacia adelante con un gruñido–.Esto es absolutamente jodido. —¿Qué es lo que quieres hacer? —Convocar a una reunión de los Capos. A todos ellos, hermano, y diles que traigan a sus mejores soldados. Tengo la sensación de que Filadelfia está a punto de volverse muy sangrienta. Sus ojos se abren. Es raro reunir a todos; poner toda la estructura de poder en un solo lugar es peligroso e invita al desastre. Y no soy el tipo de hombre que habla de guerra sin respaldarla. Él levanta las manos. —¿Estás seguro de eso? Podemos seguir trabajando en esto, ver qué tienen que decir los cabrones de Aslanov... —No—lo interrumpí con un movimiento cortante a lo largo de mi cuello—.Ya no hablamos más. ¿Los soldados están aburridos? ¿Quieren negocios? Les daremos negocios. Saúl se revuelve en su silla. —Estás hablando de sangre en la calle, hermano. ¿Por un acuerdo de tierras? —Por nuestro maldito acuerdo de tierras—lo miro fijamente, apenas manteniéndome bajo control. No es propio de mí esta rabia latente, esta necesidad de salir corriendo y aplastar. Pero Saúl no comprende lo precarias que son las cosas en estos momentos—.Convoca la reunión. Hablamos esta noche. —Muy bien. Lo que digas—Saul se hunde en sí mismo, luciendo nervioso—¿Cuándo fue la última vez que la Familia Roscoe fue a la guerra? ¿Sucedió alguna vez cuando papá estaba a cargo? —No quiero volver a oírte hablar así—miro a mi hermano. No quiero ser duro con él, pero necesita entender cómo son las cosas ahora—.Papá se ha ido. Él asiente lentamente. —Yo sé eso. Tienes razón. Pero, tengo más noticias para ti. Realmente no quería decírtelo ahora, pero es importante. —¿Qué puede ser tan importante como para que lo menciones ahora, precisamente en todos los tiempos? —Tu prometida ha desaparecido. Eso me detiene en seco. La fría furia que se ha estado acumulando en mi pecho se desvanece mientras miro el rostro ceniciento de mi hermano. —¿Qué pasó? —No conozco los detalles. Gian está manejando esa mierda ahora mismo. Pero por lo que me dijo, parece que la chica compró una docena de billetes de avión esta mañana, sacudió a sus guardias y desapareció. Podría estar en un vuelo a Australia o podría estar en un autobús a Nueva York. Nadie lo sabe. Me siento, atónito, en silencio. El acuerdo con Spire es malo, pero ¿esto? Ni siquiera puedo empezar a procesar. No me importa perder a la chica. La conocí una vez, sólo brevemente, y me pareció una princesa de la mafia más, muy malcriada. Pensé que tendría que sacarla de algunos malos hábitos si quería ser una esposa adecuada. Lo único que realmente quería era la alianza con su familia y un cuerpo cálido en mi cama capaz de darme bebés. Pero si la chica ya no está, no veo cómo eso puede seguir adelante. No hasta que negociemos un nuevo acuerdo, y nos llevó meses llegar a este acuerdo. Hay otras hermanas, primas, otras mujeres apropiadas⁠... Ninguno que pueda tener ahora, cuando más necesito un soplo de legitimidad. Me levanto y le doy la espalda a Saúl. Una enorme estantería sube a la pared cubierta de volúmenes raros: el antiguo pasatiempo de mi padre. Todavía no he podido limpiar las cosas. Fotografías de mi padre cuando era más joven sonriendo con sus Capos originales me miran fijamente. Acusándome de fracaso. El trato con Spire pasó a manos de los Aslanov. La niña Rinaldo desaparecida. Todos mis planes cuidadosamente trazados se desmoronan a mis pies. Nota: Este mes de junio son dos historias. Primero voy a finalizar: Niñera para un hombre mayor, para poder seguir con esta. Así que tengan paciencia. Pueden agregar ambas a sus bibliotecas.
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