Narra Clara Renzo se ha ido cuando me despierto alrededor de las seis de la mañana siguiente. No tengo idea de adónde fue, pero todavía no me atrevo a buscar en la casa. Probablemente rompería alguna regla tácita y él me gritaría otra vez. En lugar de eso, encuentro mi altavoz Bluetooth en el fondo de una caja en el armario, conecto mi teléfono y me dirijo a la ducha. Hojeo mi lista de reproducción de sonidos relajantes de la naturaleza, en su mayoría cosas genéricas que encontré en Spotify, y me quedo con mi favorito de todos. No pasa mucho tiempo hasta que la puerta del baño se abre de golpe. Estoy a medio enjuagarme cuando Renzo irrumpe en la habitación, luciendo indignado. Apenas logro cubrir mis senos con mis brazos mientras él mira al orador. —¿Qué carajo es eso?–él exige. —Es