Te amo, pero me tengo que ir.

1361 Words
Aquello llena a Hugo de furia y vuelve a hablarle a quien sea que está del otro lado del celular. —Vete a la mierda y no vuelvas a llamar a mi mujer, desgraciado. —le grita mientras tira el teléfono celular a un lado cerrando la llamada. Hugo retoma sus movimientos de cadera, mientras hunde su rostro en el cuello de Samira, puede sentir su sudor y eso lo enciende, no como el olor cargado de fragancias caras de su esposa, a los pocos minutos, Hugo estaba totalmente vaciado en el interior de samira, su eyaculación fue tan fuerte y excitante, que permaneció por un rato encima de Samira, ella estaba inmóvil, con los ojos cerrados, sus lágrimas no dejaban de salir de sus ojos. —¿No te gusto hacer el amor conmigo?—pregunta mientras intenta quitarle las manos de la cara—Debes ponerte algo en ese golpe sino se te puede infectar. Samira solo se cubre los ojos con las manos, mientras llora y gime del dolor. En ese momento suena el timbre de la puerta principal, Hugo mira su reloj puede ver que no ha pasado ni media hora desde que llegó, y sabe que Juana y la enfermera deben tener el código de la puerta. — ¿Acaso esperas visita?¿tus amigas o tal vez tu amante?—pregunta mientras sale de dentro de ella y se limpia, con la misma bata que tiene Samira—¿Qué carajo, acaso no te gusto para nada o nadie había llegado tan lejos con su pene, dentro de ti? ¿ni siquiera mi padre?—pregunta mientras ve un poco de sangre en la bata. Samira se sienta en la cama como puede, no quiere ver la cara de Hugo, el timbre no cesa de sonar, Hugo esperaba que se marcharan, pero parece que mínimo se encendía el edificio y eran los bomberos que quieren evacuar el edificio. — Regreso en un momento, iré a ver quién demonios no tiene oficio ni modales. Samira piensa que no importa que le diga a Alejandro, él solo puede pensar, que ella es una cualquiera por acostarse con sus dos hijos, se le había hecho difícil decirle, que se acostó con Matias y que luego la violó al recogerla cuando se averió su auto, y ahora tenía que decirle que Hugo también habia abusado de ella en su propio apartamento que Alejandro le había regalado, en su propia cama, la cama que solo había compartido con Alejandro, ella no se podía quedar allí más tiempo, su vida iba a correr peligro de cualquier forma, tarde o temprano, esos hermanos son poderosos, autoritarios e imponentes, ella cree que Alejandro le creerá más a ellos que son sus hijos, que a ella que solo a llegado a su vida seis meses atrás. En cuanto Hugo sale de la habitación, Samira seca sus lágrimas, y se limpia el semen de Hugo, con unas toallitas húmedas que tiene en su cajón de la mesita de noche, nota que ha manchado un poco de sangre en la toallita, se quita la bata, cayendo al suelo. De su armario toma un pantalón corto, unos tenis y una blusita de tiros, un abrigo n***o y su mochila que estaba oculta en el fondo del armario, ella la había preparado días antes, por si al confesarle a Alejandro toda la verdad, él queria que se largara de su vida, solo tendría que tomar su mochila con poca ropa, algunas cosas de uso personal, su pasaporte, y su libreta de ahorros. Samira toma la llave del baño y tranca el baño con seguro, para que Hugo piense que se ha encerrado a propósito, ella no sabe quién a llegado, pero era su oportunidad para irse de ese departamento y no volver jamás, ella no estaba dispuesta a seguir aguantando abuso, violación y humillación de los hermanos Valdivia, ella ama a Alejandro pero todo lo que sus hijos le han hecho, no cree poder vivir con una familia así, ella toma su celular de la cama, sale de su habitación y entra a la habitación de su abuela, abre un baúl y saca la mochila de su abuela. Cuando Hugo llega a la puerta principal y la abre se encuentra con tremenda sorpresa. —¿Hermano?¿Qué haces aquí? Yo...te había dejado en la oficina—le pregunta a Matías, muy nervioso mientras ve qué pasa sin ser invitado. Matías nota que su hermanito está sudado, y agitado. —Hola hermano, yo pasaba por aquí, yo salí temprano, tengo una cita a ciegas con una chica—le dice mientras pasa a la sala mirando el entorno, siente que todo está muy silencioso. —Ya veo, Papá está en la oficina aún no ha llegado. —¿Tu que haces aquí?—pregunta Matias mientras lo mira a los ojos. —Yo vine... a preguntar algo a Samira... de un asunto con mi esposa—titubea al hablar. —¿A si? ¿Dónde está Samira? me gustaría saludarla—responde dirigiéndose a la habitación. —Ella...me dijo que no se sentía bien del estómago...y que iba a dormir un rato. —Entonces con más razón debo verificar que está bien, papá me la encargo. Samira estaba aún con ataque de nervios, y más ahora que sabe que está ahí su otro verdugo, sabía que Matías estuvo por mucho tiempo escuchando, esa tranquilidad de Matías no es más una fachada para que Hugo no sospeche que era Matías, el hombre en la llamada, Samira esperó que ambos hermanos, pasaran de largo la habitación de su abuela, pues la habitación principal de ella estaba al fondo del pasillo. Cuando pasaron, ella sacó la cabeza y ve que Matías va a abrir la puerta de la habitación y Hugo se queda detrás de él, ella sale de puntitas, dobla en la esquina del pasillo, pasa la cocina llegando al cuarto de lavado, abre con cuidado la ventana que da a la escalera de emergencias, y sale en silencio dispuesta a bajar los 30 pisos a como de lugar. —¿Samira...estás bien?—pregunta Matías al abrir la puerta. La luz está apagada, Matías la enciende y puede ver el desastre de la cama, con las sábanas revueltas, nota la bata con mancha roja en el suelo junto a varias toallitas húmedas igual de manchadas. Hugo se lleva una mano a su mentón. —¿Qué es eso?¿Acaso ella está herida?—mira a Hugo mientras señala la bata en el piso. — ¡No...no se...ahhh... maldición!—se impacienta Hugo. Matías podía adivinar lo que pasó, porque se mantuvo escuchando la mayor parte de la llamada, estaba furioso y pensó en dejarle saber que era él, el hombre de la llamada telefónica. Pero su bombillo de idea se encendió, prefirió que su hermanito saboreara, por última vez a Samira, Matías piensa que llegaría como el héroe y al encontrarlo infraganti, lo amenazaría en exponerlo a su padre diciéndole lo que pasó, y lo obligaría a marcharse a Canadá con su esposa por muchos años y Samira le iba a deber ese favor, y tendría que aceptarlo cada vez que él quisiera estar con ella. Matías mira la habitación y se dirige al baño. —¿Samira estás bien?—pregunta Matías tratando de girar la perilla del baño, el piensa que ella está encerrada llorando, lo que hace que se preocupe de verdad. —Ella debe estar bañándose, vamos a dejarla tranquila, debe ser tímida y no quiere que la molestemos. —Hermano dime ¿qué le haz hecho?Confía en mí, voy a protegerte—le dice en voz baja, mirándolo a los ojos. —¡Maldita sea!—se lleva las manos a la cabeza, no sabe que inventarle a su hermano para salir de ese problema—Yo... estábamos hablando en la sala y ella me dijo que la ayudará con algo aquí, yo vine y ella me sedujo, se abrió la bata y yo caí como un tonto, tu sabes como somos los hombres de débiles, la sangre es porque lo hicimos...muy duro.
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