XIV

1611 Words
Lucas: ¿Era una broma verdad? ¡CÓMO PODRÍA HACERLO! —¿Estás bromeando? — pregunté calmadamente pero en realidad mis manos estaban temblando. —Claro que no. Tengo un plan, pero necesito que hagas eso por mí. —No hay forma de que haga eso. Ni siquiera lo pienses. —Vamos, por favor, necesito romper mi pierna o mi brazo para que funcione. Si no lo haces… lo haré yo misma. — dijo acercándose amenazadoramente a una puerta. ¡Iba a romperse el brazo con la puerta! Tomé mi mochila y saqué rápidamente un martillo. Cerré los ojos y sin pensarlo dos veces golpeé fuertemente mi antebrazo. Chillé de dolor y me caí al piso con el brazo ensangrentado. ¿Dejar que Kath haga esto? Sobre mi c*****r. Al gritar Katherine volvió rápidamente y se arrodilló a mi lado. ¿Era yo o estaba muy preocupada? Bueno, al menos eso era algo. —Eres un idiota. — dijo sacudiéndome del hombro — ¡Yo lo iba a hacer! —¿Y dejarte pasar por este infierno a propósito? Jamás. —¡Ayuda! — Kath gritó a todos los presentes en la exhibición donde estaban los alumnos de la escuela — ¡Alguien por favor! Muchas personas se acercaron a ver qué pasaba. Así se formó un círculo alrededor de mí con muchos ojos mirándome. —Por favor. — Kath tenía lágrimas en los ojos, era una buena actriz — Una ambulancia, un médico ¡Lo que sea! Ayúdenlo. Un chico se nos acercó y se arrodilló a mi lado. Comencé a ver borroso porque no podía evitar llorar y sentí que iba a desmayarme en cualquier momento. —Hey. — me dijo — Hmm, vas a sentir un poco de presión en tu brazo ¿de acuerdo? ¡Jess, tu bufanda! Una chica se acercó y le tendió ese pedazo de tela. El chico lo envolvió alrededor de mi brazo y aplicó presión para detener el sangrado. Le pidió a Kath que lo hiciera ella y salió corriendo a quien sabe dónde. Cuando volvió, trajo consigo dos pedazos de madera que supuse eran de la sala en remodelación y los había robado. Colocó ambos pedazos de manera en la parte superior e inferior de mi brazo y los ajustó con su correa. Era un entablillado improvisado pero iba a funcionar. —Llamaste a la ambulancia. — preguntó el chico a la chica que lo acompañaba. —Dicen que demorarán veinte minutos. — dijo asustada aquella chica. —Tomaremos un taxi. — me dijo — Aguanta ahí, amigo. No aguanté el dolor. Lo último que vi fue el rostro con lágrimas de Kath. “No llores” quería decirle, pero mi voz nunca salió. Me desmayé. * Desperté en el hospital medio adormecido por la anestesia. Tenía el brazo enyesado y a mi lado estaba Katherine con el chico del museo. Ambos estaban en una amena conversación. Lo admito, estaba celoso. —Kath. — murmuré y ella vino a mi lado apresuradamente. —Bienvenido de vuelta. — ella tomó mi mano, lo que hizo que me sintiera mejor inmediatamente. — Él es Dylan Patherson. — me dio una mirada de complicidad, parecía que aun no le había dicho nada. —Gracias. — le dije al rubio. Dioses, estaba celoso de su perfecto rostro. Maldito Apolo y sus genes. — Kath, hay néctar en mi mochila. — mencioné —Claro. Ella tomó mi mochila, sacó la cantimplora con néctar y me dio de beber. —No deberías tomar líquidos extraños que no haya recetado el médico. — dijo Dylan. Podía sentir la calidez del néctar recorriendo mi cuerpo y pronto ya no sentía ningún adormecimiento ni dolor. —Kath, quítame el yeso. —¿Estás loco? — dijo Dylan levantándose de su asiento — ¡Tu brazo está roto! Demorará semanas e incluso meses sanar. —Créeme, su brazo está mejor. — Kath le sonrió. No le sonrías, por favor. Ella buscó en mi mochila y terminó sacando una sierra de mano, cosa que hizo enloquecer a Dylan. Admito que eso era muy divertido. Ella serruchó el yeso y me liberó. Mi brazo estaba completamente sano. Dylan perdió la cabeza. —¿Qué--? Eso no… ¿Es un truco de magia? ¿En serio eso era lo mejor que se le ocurría? Kath fue y cerró la puerta de la habitación donde estábamos con llave para que nadie pudiese oírnos. —Es hora de hablar. * Luego de la típica charla semidios, Dylan quedó en shock. Kath le contó que los dioses existían, que su padre era uno de ellos, que Apolo nos había mandado a buscarlo, que lo llevaríamos a un lugar seguro y todo. Incluso le dimos el libro introductorio de Hermes para semidioses nuevos. Él no terminó de creernos pero nos las arreglamos para hacer que nos creyese hasta llegar al Refugio y que él mismo lo comprobase. —Será mejor salir de aquí. — dije — Dos semidioses y un legado en un hospital es mala idea. Dicho y hecho, fue mala idea. Tan pronto como salimos, un doctor pidió que volviésemos a la habitación que tenía que hacer una última revisión antes de darme de alta. Le hubiésemos creído si sus ojos no fuesen de color rojo. Cuando nos dimos cuenta del detalle, Kath nos empujó a todos a una habitación. Ella activó su espada de acero estigio desde su anillo y se colocó en posición de ataque. Tomé a Dylan y lo resguardé detrás de mí en una de las esquinas de la habitación pues sabíamos del peligro que representaba aquel monstruo. Era una empusa. Una criatura capaz de transformarse en forma humanoide excepto por los ojos que siempre permanecían rojos. El doctor-empusa se levantó de la camilla donde había sido lanzado por Kath y le mostró los colmillos. —Dos semidioses. Deliciosos semidioses. — siseaba. La empusa atacó con sus garras a Kath, pero ella lo bloqueó con su espada y lo repelió. Uno, dos, tres ataques seguidos y Kath repelía cada uno de ellos haciendo retroceder al monstruo. En el punto ciego de Kath, la empusa quiso atacar con su larga cola que había crecido sin que nadie se diese cuenta, pero antes de que la cola atravesara a Kath, encendí mi brazo izquierdo en llamas y lancé una bola de fuego. La empusa chilló y procedió a lanzarse contra Kath con todo su cuerpo escamoso. Kath estaba atrapada entre el piso y la empusa. Quise lanzar otra bola de fuego, pero podía quemar a Kath si lo intentaba sin precaución. —¡Quédate con Dylan! — ella me ordenó — Yo me encargo de esto. Retrocedí. Dicho y hecho, Kath empujó con todas sus fuerzas a la empusa con su espada y los papeles se invirtieron, haciendo que Kath estuviese sobre ella esta vez. Kath sacó una daga de su manga izquierda y lo clavó en el corazón del monstruo. La empusa se convirtió en polvo. —Bronce celestial. — dijo Kath exhausta mientras guardaba la daga en la manga de su chaqueta de cuero y transformaba de vuelta su espada en un anillo — Debo devolver la daga a Charlotte, o me matará cuando descubra que se la robé. Dylan que había estado cubriéndose la cabeza en un rincón de la habitación por fin salió y se pegó al lado de Katherine. Quería empujarlo, pero no podía culparlo. Kath es increíblemente fuerte y lo protegería al menos hasta volver al Refugio. —Pensé que su camisa se quemaría. — me dijo Kath mientras le daba una palmadita en la cabeza a Dylan como si fuese un cachorro perdido —¿Esperabas que lo hiciera? — bromeé —Vámonos. — dijo pero pude notar en su rostro un leve rastro de rubor, que linda. Tomamos un bus de vuelta al Refugio y luego de tres horas llegamos. Dylan estaba confundido, pero le explicamos lo que tenía que saber mientras subíamos la colina y atravesábamos el bosque. De vuelta en el Refugio, pensamos que Dionisio saldría a recibirnos, pero para sorpresa nuestra Apolo estaba ahí. Radiante, guapo y perfecto. —¡Katherine! — dijo él acercándose a ella — Me alegra verte otra vez. —Señor. — dijo ella saludando fríamente —Gracias por traerlo sano y a salvo. — Apolo abrazó a Kath y le susurró algo al oído que hizo que Kath frunciera el ceño. ¡Apolo maldito cómo te atreves a tocar a Kath! Quería golpearlo, pero estoy seguro de que me hubiese vaporizado al instante. No soy rival para un dios. Kath sí se atrevió, empujó levemente al dios y se apartó. —Señor, su hijo. — Kath recalcó —Por supuesto. ¡Dylan, que gusto volver verte! — Apolo cambió el tema, fue directo donde el nervioso Dylan y le dio una palmadita en el hombro — No te había visto desde que eras un bebé. Ven, vamos a recorrer el Refugio, tengo algo de tiempo. Así, Apolo se fue con Dylan hacia el bungalow de su división y nos dejó a Kath y a mí muy desconcertados. —¿Qué fue lo que te dijo? — pregunté —Nada. — dijo fríamente, estaba claramente molesta —Te ves molesta. — le dije — ¿Es mi culpa? —Claro que no. Solo estoy cansada. Debo ir a ver a mis hermanos. Te veo luego. Yo estaba triste. Quizá fue eso lo que ella notó pues me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo hacia su bungalow. Me había dado un beso en la mejilla, era más de lo que esperaba y estaba completamente satisfecho.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD