XIII

2009 Words
Katherine: Estaba en la cima de una colina. Al lado de esta estaba una figura difusa. Esta figura de la misma altura que la colina, era un gigante, robusto y extremadamente aterrador. Ceo. Yo estaba de pie, o eso creía, le hacía frente al gigante quien estaba riendo a carcajadas. Entonces vi porqué se reía. Miré hacia abajo, y a mis pies estaba una chica con armadura dorada, su cabello ondulado n***o caía por los hombros, no era tan alta, media casi igual que Lucas o Danielle. No le pude ver el rostro hasta que le quitaron el yelmo dorado. Era yo. Yo, muerta, atravesada en el corazón con una lanza dorada de 3 metros con punta de bronce celestial. Estaba en un gran charco de sangre, mi espada había volado a 10 metros de mí. A mi lado sosteniendo mi cuerpo estaba Lucas, Hazel y Niko. Los tres lloraban desconsoladamente, Lucas más que Niko. Lucas murmuraba maldiciones y Niko consolaba a Hazel quien se aferraba a Niko como si su vida dependiera de ello. Yo estaba en shock, no podía seguir viendo eso. Entonces vi mi aspecto. Yo realmente no estaba ahí. La escena sí era real, pero yo solo era un fantasma. Intenté correr y abrazar a Lucas o a mis hermanos, pero no pude abrazarlos, era solo un fantasma. —...si tan solo hubiera corrido más rápido — Lucas se lamentaba Yo quería hablar y decir que no era su culpa, pero la verdad era que no lo sabía, no sabía cómo había pasado eso. Caí sobre mis rodillas y me dejé llevar por el dolor de ver a mis seres más queridos llorando por mi muerte. Si por mí hubiera sido, me hubiera dejado morir en mi pesadilla, pero no. Tenía que ser fuerte, afrontar esto con calma y luchar. Desperté en medio de la noche dando un grito lo que hizo que Niko vinera a mi habitación corriendo con espada en mano. —¿Qué sucede? — él se acercó a mi litera mientras baja su espada. No pude evitarlo, lo abracé como si no hubiera mañana y rompí a llorar desconsoladamente. Al principio se quedó inmóvil, pero luego me abrazó de vuelta. —Cuéntame. ¿Qué pasó? — me dijo sin separarnos. —Fue horrible, Niko... Era Ceo. — yo seguía llorando y tartamudeando, creo que soy un poquito emocional después de todo — Era yo, Niko, yo… —¿De qué hablas? ¿Qué hiciste? — él se empezó a preocupar, podía sentirlo. —Yo… yo estaba muerta. Ceo me había matado. —Eso no es posible. — me dijo separándose de mí — Padre… padre me dijo que tienes la maldición de Aquiles. —Que yo qué… —Bueno… dijo que algo de que más o menos cada milenio hay un semidios como tú. Hijos de un dios con dos identidades simultáneas. No entendí bien ¿vale? Pero estos semidioses tienen innata la maldición de Aquiles. Ceo no puede vencerte ni matarte tan fácilmente. Yo me quedé callada por un minuto. Era difícil de procesar. ¿La maldición de Aquiles? ¿Esa misma? Aquiles era invencible por haber sido bañado en las aguas del Río Estigio pero yo… Eso significaba que también tenía un talón de Aquiles ¿no es así? —La lanza, Niko, esa lanza. Era una lanza dorada tallada a mano. Era de bronce celestial y revestida en oro imperial. Estoy segura. —No sé mucho de armas, pero sí sé que ambos materiales son letales para nosotros y si estuviesen combinados en un artefacto encantado… Podría ser extremadamente letal. Niko dijo que volviera a dormir, que mañana temprano hablaríamos del tema con Claire, la experta en armas, pero por mientras lo mejor era reponer fuerzas. Terminé de llorar y me acosté nuevamente con los rastros de las lágrimas que habían recorrido mi rostro. Al despertar por la mañana me topé con Lucas. Estaba arrodillado al lado de mi cama y descansando en una muy incómoda posición. ¿Cómo había llegado aquí? Me senté sobre la cama y acaricié su cabello. Lucas se despertó y me dedicó una sonrisa. Se me aceleró el corazón, era demasiado lindo. Me gustaba Lucas, quizá demasiado. —¿Dormiste bien? — preguntó. —No del todo… ¿Cómo llegaste aquí? —Vine a verte, pero Nicholas dijo que no te molestase, que habías tenido una pesadilla. —Sí… Pesadilla. — murmuré — ¿Dónde está Niko? —Fue temprano a ver a Claire por alguna razón. Niko había comentado que iríamos juntos a ver a Claire. No entendía porqué me había dejado atrás si yo era la principal interesada en el tema. —Estás más pálida de lo normal. — Lucas pasó su mano por mi frente, era refrescante — Deberías ir con Wally para que te revise. —Estoy bien. No es nada. En eso tocaron la puerta de mi bungalow a lo que Lucas fue a abrir. Era Peter Jensen. —Lucas, ¿Kath? ¿Dónde está? —Pasa. Peter estaba muy agitado cuando lo vi, como si hubiese corrido una maratón. —Dionisio… — dijo intentando tomar aliento — Te está buscando. Creo que es urgente. Está gritando y todo. Saqué a los chicos de mi habitación, cerré la puerta y me vestí apresuradamente. Luego de eso tomé a Lucas y salimos a buscar al dios del vino. ¿Por qué traje a Lucas conmigo? Apoyo emocional diría yo. —Hasta que regresas, Katrina. Sí, el dios del vino inventaba nombres al azar. Era demasiado para él aprenderse los nombres de aquellos que viven en el Refugio. En serio, ¿es tanto pedir? —Señor. —Tengo una misión para ti. — dijo apuntándome con un bastón que sacó de quién sabe dónde. — Apolo quiere que encuentres a su hijo. —¿Su hijo? ¿Wally Williams? ¿No está en la enfermería trabajando? —No, no, no, Willis no. — otra vez con su cambio de nombres — Dylan. Dylan Patherson. Recientemente mi estúpido hermano tuvo información de su hijo pero está muy ocupado como para ti por él personalmente. Así que irás tú a buscarlo, Katrina. —¿Es un semidios nuevo? —Sí. Asegúrate de traerlo a salvo. No debería tomar mucho tiempo. Quizá un par de días. —Bien, hablaré con Dani para que me acompañe. — sugerí —Yo iré contigo. — Lucas me tomó de la mano y sonrió. Maldición. Soy tan débil cuando se pone lindo. Dionisio dijo que Dylan (no, no se aprendió el nombre, lo tenía anotado en su mano. Apolo mismo lo había escrito) estaba en la ciudad. En una escuela. Era simple. Entrar y rescatarlo. Alisté mis cosas. Le avisé a Niko que iría de misión con Lucas. Por alguna razón estuvo en contra y se ofreció a ir conmigo, pero le dije que no era necesario, que bastaba con Lucas y conmigo. Además era una tarea bastante sencilla ¿verdad? Lucas quería tomar el dirigible e ir a la ciudad, pero era demasiado extravagante como para solo ir a la ciudad. O sea, estaba bien usarlo para viajes de largas distancias pero la ciudad de Nueva York solo estaba a unas horas en bus. Abordamos el bus y luego de tres horas llegamos a la parada de bus donde estaba la escuela de Dylan. Desafortunadamente ya era demasiado tarde y la escuela había cerrado. ¿Cómo era posible si recién eran las diez de la mañana cuando salimos del Refugio? Según Hermes había reportes donde en partes de la ciudad el tiempo corre más rápido. Quizá habíamos pasado por una de esas zonas y el tiempo se distorsionó. La casa de mi madre estaba al otro lado de la ciudad y era contraproducente ir hasta allá. Podríamos pasar por otra zona donde hay distorsión del tiempo y sería un caos volver a la hora adecuada. Decidimos ir a un hotel cercano y buscar un par de habitaciones. Por segunda vez en el día, la suerte no estaba de mi lado. No había dos habitaciones disponibles en el hotel. Era temporada de fiestas y no habíamos reservado con anticipación. Resignada tomé la llave de la única habitación libre que quedaba y entré pero Lucas se quedó vacilante en la puerta. —¿Qué sucede? — pregunté, a lo que Lucas reaccionó sonrojándose y tapándose la cara con una mano. Entonces supe que estaba pensando. Yo también me ruboricé. —S-solo es para pasar la noche. — tartamudeé — No me voy a aprovechar de ti. Solo vamos a descansar. —Por supuesto. Yo no estaba pensando en nada más. — era una gran mentira. Me di un baño y me coloqué un pijama largo y suelto. Cuando salí del baño Lucas ya estaba vestido y escondido entre las sábanas de pies a cabeza como si estuviese ocultándose de mí. Me recosté en mi lado de la cama y robé las sábanas de un jalón. Lucas me miró desconcertado, aún estaba sonrojado. Le tiré una almohada y le dije que fuera a dormir en vez de pensar tanto. Al abrir los ojos me topé con Lucas. Yo estaba refundida entre sus brazos y él estaba a pocos centímetros de mi rostro. Lucas aun dormía, se le notaba tan tranquilo y despreocupado. No como anoche que era un manojo de nervios. ‘Sus pestañas son muy largas.’ pensé ‘Su tez latina le asienta tan bien… Sus labios…’ No me di cuenta cuándo pero mientras más pensaba en lo mucho que me gustaba observarlo estaba pasando mi mano por su rostro hasta llegar a sus labios. Lo que hizo que Lucas se despertara. Me miró intrigado con esos ojos cafés traviesos y rápidamente cubrí su cara con mis manos evitando que me viese toda sonrojada. —Hora de ir a buscar a Dylan Patherson. — dije mientras salía corriendo de la cama. La escuela M donde estudiaba Dylan era una escuela para niños ricos, lo que me sorprendió bastante. ¿quién sería la madre de Dylan para mandarlo a estudiar ahí? En la puerta delantera había un guardia al que rápidamente noqueé con la palma de mi mano. Discreto. —Entremos. — le dije a Lucas mientras ocultaba el cuerpo inconsciente del guardia en el callejón al lado de la escuela —¿Estás loca? ¡Parecemos secuestradores! — dijo riéndose. Él sacó dos camisetas blancas de su mochila. Era una mochila encantada sin fondo. Podía guardar un millón de cosas ahí y no pesaría extra y aún quedaría espacio para más. —¿Y esto? — dije colocándome la camiseta blanca sobre mi ropa anterior. —Están encantadas. — lo supuse — Los mortales pueden ver lo que quieran ver. Si nos ven con esto pensarán que tenemos el uniforme de la escuela y no nos molestarán. ¿No muy práctico? —Eres un genio. — dije revolviendo su cabello como un perrito, se veía feliz de ser elogiado. Con las nuevas camisetas entramos a la escuela y nos dirigimos a buscar el salón de clase de Dylan que estaba en el ala Este, pero no había nadie. Así, todos los salones del último grado estaban vacíos y preguntando por ahí descubrimos que todos los alumnos habían ido de paseo escolar al Museo Metropolitano de Arte. Habíamos perdido tiempo viniendo hasta aquí. Rápidamente tomamos un taxi hasta el museo y nos bajamos en la entrada. Ahora que recordaba, no teníamos ninguna referencia de quién rayos era Dylan Patherson y había como cien alumnos ahí. Nos colamos en una de las clases y pasamos desapercibido el control de seguridad, las armas mágicas no son percibidas por el escáner. Dentro del museo muchos se separaron en grupos y por más que intentásemos no escuchábamos por ningún lugar el nombre de Dylan Patherson. Fue entonces que se me ocurrió una brillante idea. ¿Acaso no eran todos los semidioses y legados de Apolo rubios de ojos azules y con excelentes aptitudes médicas? —Lucas. — lo llameé — Rómpeme el brazo.
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