III

3126 Words
Katherine Todo iba excelente con aquel chico hasta que llegó Dani y nos arruinó el momento. ¿En serio era necesario arrastrarme de vuelta? Regresamos a aquella gran casa donde nos separamos del sátiro y entramos. Ahí nos estaba esperando el sátiro y a su lado un hombre robusto con una botella de vino abierta. Tenía cara de pocos amigos y fruncía el entrecejo agitando la botella vigorosamente. —Él es el señor Dionisio. — dijo el sátiro apartándose del hombre molesto — Está a cargo del Refugio mientras Hermes no está. —Ese maldito bastardo. — se quejaba el dios — Debimos dejarlo como una tortuga. Sale corriendo cuando hay trabajo y soy yo el que tiene que suplirlo. Un día lo ataré y lo mandaré de vuelta al Olimpo de una patada. No entendía qué estaba mal, pero no era ciega y se notaba que Dionisio y Hermes no compartían una buena relación de hermanos. ¿Será porque son dioses o tal vez han vivido demasiado que ya no se soportan entre ellos? No lo sé, esos son asuntos familiares que ellos debían resolver. —De cualquier forma, no me gusta esto. — Dionisio dejó la botella de vino en la mesa y siguió hablando — Es mejor hacer el vino uno mismo. Las baratijas son para mortales. —Es un vino riojano español. — se quejó el sátiro — Lo mandó Apolo desde España, él pensó que te agradaría. —Ese idiota. — murmuró Dionisio — ¿A quién se le ocurre regalarle vino al dios del vino? ¿Acaso piensa que los mortales pueden hacer mejor vino que yo? Dile que no traiga su trasero por aquí o también lo patearé de vuelta al Olimpo con Hermes. —Disculpe. — Dani intervino y se ganó la mirada de cansancio de Dionisio. —¿Y ustedes quiénes son? — preguntó el dios —Son recién llegadas. — explicó el sátiro — Katherine Castle y Dani White. Estuve buscándolas por un tiempo ¿recuerda? —¿Por eso desapareciste? Lo olvidé. — el dios se sentó en un sillón reclinable, alzó la mano y en el aire una copa de vino apreció flotando hasta posarse en las manos de Dionisio — Así que nuevos refugiados eh. Me pregunto qué clase ascendencia tendrán. — murmuró — No importa, sé que no son mías así que está bien. Sobrevivan, es todo lo que les puedo decir. — el dios le dio un sorbo a su copa ignorando nuestras caras de desconcierto. —Dionisio no es el mejor expresándose. — dijo el sátiro con nerviosismo — Si tienen alguna pregunta les sugiero que lean estas guías. Serán de mucha ayuda. El sátiro dijo que leyésemos esos libros donde nos sintiésemos a gusto y que luego el mandaría un par de personas para que nos enseñaran como funciona el lugar. Dani y yo discutimos un poco y al final decidimos ir al lago a leer el libro. Aquel libro se titulaba Viviendo en un eterno caos y al parecer lo había escrito Hermes mismo en sus tiempos libres. Era prácticamente la historia de cómo se construyo este lugar y porque lo llamaron El Refugio. Hace más o menos 100 años, los dioses del Olimpo decidieron que era momento de migrar el centro de su poder. Al avanzar la modernidad, los dioses se aferraron a aquello que podía darles poder y energía, la economía y las nuevas religiones. Para algunos dioses el simple hecho que los mortales los recordaran era suficiente, pero para otros dioses pequeños no lo era, así que estos se escondían entre otras religiones para ganar adeptos y obtener energía para continuar existiendo. Los dioses no tienen un concepto de autocontrol pues ellos mismos son dioses muy poderosos y no hay otro quien los controle (excepto, por supuesto, Zeus el dios de dioses). Cuando los dioses bajaban a la tierra usualmente no lo hacen en completo silencio y podían llegar a causar un desastre de vez en cuando. Muchos de los dioses tenían hijos con mortales por el simple hecho de que son caprichosos, pero casi nunca llegaban a preocuparse por ellos. Esto causaba que los hijos de los dioses, semidioses, quedasen expuestos al peligro sin un lugar al que pertenecer pues no son enteramente mortales ni enteramente dioses. Los monstruos, criaturas antiguas al igual que los dioses, también necesitan una fuente de energía para sobrevivir, y no hay nada mejor que carne de un semidios para satisfacer sus necesidades. Los dioses al ver cómo los monstruos arrasaban con mortales, semidioses y legados decidieron intervenir antes de que extingan a todos. De esta forma se creo El Refugio, un lugar donde los semidioses y descendientes de semidioses, los legados, pudieran vivir cómodamente bajo una barrera protectora sin tener que escapar constantemente de los monstruos que se esconden en las ciudades. Al final del libro Hermes hablaba de que constantemente había peligros acechando. Decía que hace poco hubo una gran guerra donde los dioses mismos tuvieron que intervenir. Los titanes, criaturas más antiguas que los dioses, despertaron luego de miles de años y buscaban destruir todo a su paso. Hermes decía que incluso los semidioses y legados fueron a la batalla donde muchos perecieron, pero al final ganaron gracias a la ayuda de algunos semidioses hijos de los dioses más poderosos y su arduo esfuerzo. —Esto es una locura — me dijo Dani — ¿Quiere decir que nosotras también somos semidioses? ¿Con poderes y todo? —¿Eso es lo que te preocupa? — le dije — A mí me preocupa que no vayamos a vivir demasiado. Lee bien, muchos perecieron en batalla. No quiero morir aún. —Moriremos de algún modo u otro. Yo sí prefiero morir peleando. — me dijo alzando los hombros — Me niego a morir en manos de un monstruo. Viste lo que pasó en la mañana. Una mantícora, Kath. —¿Las atacó una mantícora? Dos personas se acercaban a nosotros por detrás. Uno de ellos era una chica muy hermosa, rasgos faciales bien definidos, tez morena y hermosos ojos avellana. Si no estuviéramos en un lugar tan extraño hubiese pensado que aquella chica era en realidad una modelo. A su lado estaba el chico del lago, aquel que evito que me estampara contra la tierra. Ahora que lo observaba bien estaba vestido con ropa similar a la que se usa en un taller mecánico y cubierto de hollín. Solo dios sabía como había terminado así. —No me agradan las mantícoras. — dijo la chica alzando los hombros, ¡que voz tan melodiosa! — El veneno de la su cola de escorpión es super potente. Estarían muertas en cuestión de segundos. —¿Qué hay de los colmillos? ¿También son venenosos? — le preguntó Dani, no esperaba que estuviese interesada en esas cosas. —Lo son, pero su veneno proviene de una glándula diferente así que es menos potente. — aquella chica le sonrió a Dani — Me agradas. Mi nombre es Charlotte Donovan. — le dijo extendiendo su mano pero antes de que Dani pudiese estrecharla, Charlie se adelantó y la abrazó por los hombros — Déjame darte un paseo por los establos, sé que te encantará. Y así pasó. Charlotte le dio un codazo al chico que la acompañaba y se llevó a Dani quien estaba feliz de irse. Incómodo. —Supongo que eso nos deja a nosotros. — Me llamo Lucas Rodriguez, me pidieron que te sirva de guía hoy. — me extendió la mano y sonrió amablemente —Katherine Castle. — estreché su mano nerviosamente. —Vamos, te enseñaré el lugar. Es muy agradable. — el tomó mi mano y salimos del lago. En el camino pasamos por el área de los bungalows. Lucas mencionó que aquí agrupaban a todos según su ascendencia. Él era descendiente de Hefesto, el dios de las fraguas, y junto con otros chicos vivían en uno de los bungalows cercano al bosque donde podían hacer todo el ruido que quisiesen si que nadie los molestara. Él no era un hijo del dios como tal, pero su abuelo lo fue; y como la sangre del dios seguía corriendo por sus venas, lo mejor para los legados es vivir en el Refugio a salvo. Mencionó que la gran mayoría de las personas aquí eran legados. Solo algunos eran hijos de los dioses, aquellos eran más poderosos que los legados, y dentro de ese grupo, había algunos que eran hijos de la gran trinidad; Zeus, el dios de dioses; Poseidón, el rey de los mares y Hades, el señor de la oscuridad. Los hijos de estos personajes eran tan poderosos que fueron clave para finalizar la guerra de hace unos años en contra de los titanes. Y entre todos ellos, Peter Jensen, fue el gran héroe que dirigió a semidioses y legados en la batalla. —Dios santo, ¿qué es eso? — exclamé al ver un desastre para los ojos —Esa es el bungalow de los legados de Afrodita. — él intentó esconder su rostro entre sus manos — Es una vergüenza para todos. Y tenía toda la razón. El bungalow era completamente rosa con cadenetas de rosas colgando del techo hasta el piso y en la entrada un gran cartel que decía Sesión de belleza en progreso, no molestar. Era la casa de barbie en tamaño real. Un dolor visual. —Charlie dirige el lugar. — mencionó recobrando la compostura — Pero no ha podido oponerse a sus hermanas y ha estado ocupada estudiando las criaturas que no ha tenido tiempo de pelear con ellas. —De seguro son más feroces que las mantícoras. —Oh sí, te lo aseguro. Una vez causaron un desastre en un centro comercial cuando hubo liquidación. Charlie tuvo que comprar todos los productos para que no siguiesen peleando. —Demonios, debió costarle demasiado. —No mucho. Su padre está en la industria del maquillaje. —Oh. El resto de las cabañas eran similares entre sí, a excepción de algunas como el bungalow de Ares que parecía un campo minado, también había alambres de púas en el techo y escrito en pintura roja un mensaje que decía No se acerquen si no quieren morir. Otra cabaña singular era la de Demeter, era similar a un jardín botánico, lleno de flores y frutos enroscándose por todas las paredes. Los legados y semidioses de Demeter se encargaban de la siembra de arándanos y la venta de este daba ingresos extra al Refugio. —Esa cabaña se ve espectacular. — mencioné apuntando a una cabaña completamente negra con retoques plateados como el marco de la puerta y las ventanas. —¿En serio? Yo lo encuentro muy siniestro. — él se frotó los brazos como si el frío lo hubiese invadido — Es de los semidioses de Hades, bueno, semidios, solo hay un m*****o. —¿Solo uno? ¿No todos los dioses tienen varios descendientes? —Hades no. Tuvo dos hijos de los que se saben. Nicholas y Diane Addazio. Solo Nicholas vive ahí ahora. No quise seguir preguntando, era obvio que Diane Addazio había muerto de alguna manera. Dimos un paseo por la arena de combate. Explicó que todos aquí necesitaban saber como defenderse y atacar de ser necesario. Incluso los legados de Afrodita sabían atacar con tacones como si fuesen hachas dándole a una diana. En manos de estos legados los tacones eran armas peligrosas. La esgrima y la arquería eran los deportes más comunes entre los refugiados. Los que enseñaban arquería eran los legados de Apolo por su talento natural y la esgrima era impartida por los legados de Ares que se especializaban en armas. —Yo prefiero el combate a distancia. — mencionó Lucas — Piroquinesis. Él levantó su brazo y de él se desprendieron llamas azules. Retrocedí instintivamente, pero él no se estaba quemando. Era la primera vez que veía a alguien usar sus poderes. Sorprendente. Lucas se rió de mi reacción. —No te vas a quemar. No si no lo quiero. — dijo tomando mi mano El fuego abrazaba mi brazo, pero no me estaba quemando, era cálido y agradable. De alguna manera era similar a la personalidad de Lucas. —Sirve de mucho en las barbacoas. Créeme. Seguimos caminando y Lucas me llevó a uno de los bungalows. Era muy normal, no decorado como los demás, lo único diferente era su tamaño. Era 2 veces más grande que los otros. Era la cabaña de Hermes. Hermes al ser el directo del recinto tenía el deber de albergar a los descendientes recién llegados que aún no habían sido reclamados por sus ancestros o padres divinos. Algunos refugiados no tenían tanta suerte y podrían pasar mucho tiempo sin ser reclamados, pero cuando lo sean, pasarían a sus respectivas cabañas con sus hermanos. Lucas tocó la puerta y de ahí salieron dos chicos muy parecidos. —Oh dios, estoy viendo doble. —Todos dicen eso. Ellos son Travis y Connor Stallart, dirigen la división de Hermes. Los Stallart nos invitaron a pasar y se escondieron dentro. Entramos al recinto, pero encima de la puerta había un balde de pintura del cual no me había percatado; pero Lucas sí, pero era muy tarde, así que él me empujó. Yo caí al suelo y pensé en gritarle por eso, pero entonces la pintura cayó y lo cubrió por completo de naranja haciendo desaparecer mi enojo. —No debiste. — le dije levantándome del piso. —Es tu primer día y los Stallart son muy crueles con los nuevos. —Los hubiese golpeado por eso. —No hay necesidad. Además son escurridizos. En ese momento volvieron los Stallart y se mataron de risa delante de Lucas sin ningún descaro. Connor trajo una toalla y le indicó a Lucas que se diese una ducha en la cabaña antes de irse. Lucas tomó la toalla de mala gana y desapareció en el interior del bungalow. —Debes ser Katherine. — dijo Travis aun riéndose — Lo siento. La broma en realidad era para Anel, de la división de Atenea. —Ha estado molestando con las remodelaciones últimamente y queríamos que parara, pero tuviste que venir en el momento menos oportuno. — añadió Connor —Y no íbamos a desensamblarlo todo por las puras. —No es divertido. — tenía ganas de pegarles, pero un niño pequeño, de unos 7 años, se pegó a mi pierna — Niño. Hay un niño en mi pierna. — dije sacudiéndolo de un lado a otro. —Ese es Nash, aún no sabemos a donde irá. Lo encontraron en la calle prisionero de una gorgona. Le gusta pegarse a las piernas de las personas con quienes se encuentra cómodo. — respondió Travis despegándolo de mi pierna. —¿Por qué no te lo quedas? Le agradas y no sabemos cuidar de niños. — Connor quiso darme a Nash pero yo retrocedí lentamente —No puedo ni cuidarme a mi misma y quieren que cuide a un niño. Connor se llevó a Nash y Travis me dio un recorrido por el lugar. Había 30 refugiados actualmente en el bungalow de Hermes, la mitad de ellos aun no habían sido reclamados y la otra mitad eran legados o semidioses. Connor y Travis mismos eran semidioses. Podías sentir en el aire el privilegio de tener a tu padre como el director del Refugio. Luego de unos minutos Lucas volvió, tenía el cabello mojado y vestía ropa limpia libre de hollín. Estaba presentable, no, me atrevería a decir que era atractivo. Lucas Me pasé todo el día con Katherine mostrándole el campamento y se hizo tarde. La llevé a la fogata donde todos ya estaban reunidos y Katherine se sentó a mi lado. Su amiga, la chica con la que había llegado, se sentó a su lado y Katherine me la presentó. —Ella es Danielle White, mi amiga. Dani, él es Lucas Rodriguez, de la división de Hefesto. —Hola — me dijo sonriendo — Veo que han pasado todo el día juntos. ¿Fue divertido? —Esto... sí... se nos pasó el tiempo. — dije medio sonrojado y medio incómodo porque me había percatado que estaba tomando la mano de Katherine. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo solté su mano inmediatamente y fingí no darme cuenta. Llegó Dionisio medio borracho, se paró en medio de la fogata y comenzó a hablar. Presentó a Katherine y a Danielle al resto de los refugiados. Dijo algunas incoherencias como que Hermes iba a pagar muy caro el irse tan de repente y como por milagro del Olimpo o tal vez una señal para que se calle, una luz se desprendió del dorso de la mano de Danielle. Danielle estaba siendo reconocida. Un símbolo de un tridente apareció en el dorso de su mano y se plasmó como un tatuaje, era un tridente. Fue reconocida como hija de Poseidón, dios del mar. Los tatuajes eran exclusivos de la descendencia directa de los dioses, es decir, semidioses. Pude ver a lo lejos como Peter, que era hijo de Poseidón, quedó en shock ante el suceso, pero parecía estar emocionado. —Oh vaya. Saludad a la hija de Poseidón. — gritó Dionisio de mala gana. —¡Salve! — gritamos todos los demás. Danielle parecía muy feliz al igual que Katherine. Danielle chillaba y Katherine sostenía su mano para que se tranquilizara un poco y dejase de hacer tanto escándalo. No pasó mucho tiempo de después cuando Katherine también fue reconocida. Apareció una luz en el dorso de su mano derecha y un tatuaje también se plasmó. Era como un jeroglífico n***o con una cruz de brazos curvos. Ese símbolo solo lo había visto una vez y lo tenía tatuado Niko Addazio. Katherine fue reconocida como hija de Hades. La verdad no le encontraba el sentido. Katherine no era tan sombría como Niko. A excepción de cuando dijo que hubiese golpeado a los Stallart no le encontré nada diferente a cualquier otro legado. Estaba muy confundido. —Cualquier cosa que necesites, yo... mi división te va a ayudar — le dije cuando la dejé en su cabaña luego de las indicaciones diarias incoherentes de Dionisio. —Gracias por todo.— ella me sonrió y yo aparté la miraba porque sentí que estaba a punto de sonrojarme, iba a perder los estribos — Será mejor que entre ahora. Adiós. Fue un gran día diría yo. Solo que no podía quitarme de la cabeza la conversación con la diosa Afrodita. ¿Por qué yo tendría que elegir? La única persona que se me venía a la mente era Calipso, y si era así no era justo que la diosa me hiciera esto. No a mí.
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