“¡Wow, qué sorpresa!”, pienso sentado en mi escritorio revisando las carpetas que la chica acaba de dejar. En media mañana hizo el trabajo de varios días.
“¡Qué diligente!”, culmino admitiendo para mí en voz alta.
En estado de estupefacción, coloco los codos sobre el escritorio para descansar mi mentón en las manos mientras de manera reflexiva hago un análisis de la personalidad de la chica que en las pocas horas me ha permitido percibir.
Al parecer es de las que prefiere resolver por sí misma antes de preguntar. En ningún momento la vi acercarse a mí para preguntarme algo sobre la lista de tareas que le entregué en la mañana. Las secretarias que he tenido anteriormente pasaban los dos o tres primeros días revisando el trabajo y preguntándome antes de empezar a darme una muestra de su desempeño.
Esto es una pequeña muestra del potencial de esa chica. Si pensaba que iba a ser imposible que dejará listo el trabajo de un mes antes de desertar en los quince días que tengo pronosticado que aguante mi actitud, metafóricamente me acaba de dar con una tabla en la cabeza y un puñetazo en el rostro, al certificar con mis propios ojos el trabajo que realizó en solo una mañana.
“Si el primer día logró hacer el trabajo de cuatro o cinco días, no quiero imaginar que no sacará en el tiempo de mi proyección”, pienso con la cabeza aturdida ante la respuesta de la chica.
A todo evento, no voy a dejar que la sorpresa me nuble, tal vez esta asignación es más fácil para ella. Veré cómo se desenvuelve con el resto de las que le tengo pendiente para mañana.
Revisando uno a uno los oficios no encontré error alguno, la redacción es acorde al tono con el que dirijo mis respuestas y solicitudes, sin mucho preámbulo voy directo al objeto del mismo sin caer en adulaciones o señas que pongan en duda mi profesionalismo.
Ni hablar de los correos, las respuestas fueron educadas, precisas y objetivas. Pareciera como si las hubiese redactado yo mismo.
Para fastidiarle el día, tomé el auricular del teléfono local:
- Señorita… -le digo apenas escucho que contesta, hago una pausa para recordar su nombre que obviamente ni cerca estuve de recordarlo- pídame almuerzo. En la agenda está el número de los restaurantes a donde suelo pedir comida.
- ¿Qué le gustaría almorzar? –me pregunta-.
- No tengo predilección por nada en particular ahora, pida algo sano y ligero –sin decirle más colgué-.
Sé que soy de carácter fuerte, tiendo a ser arrogante y déspota. Ana Montes, mi ama de llaves, día a día trata de hacerme ver que buscando volcar todo mi resentimiento en otras personas, lo que hago es amargarme más, al final siempre termino más castigado y herido, las personas si bien por momentos se ofuscan, al final, al cruzar la puerta de mi empresa a la calle, vuelven a ser felices en su mundo; mientras que yo, sumergido en mis pensamientos negativos, no hago sino revolcarme en la miseria que las experiencias de vida han dejado a mi alrededor y bajo mis pies, haciéndome cada día que pasa más daño.
Pese a ello es la forma en que decidí continuar llevando mi vida. Quise ser feliz y no me lo permitieron. Pudiera decirse que estoy acostumbrado a ser este hombre que habita mi cuerpo desde que tengo uso de razón.
Cada quien es feliz con lo que tiene a su alcance. Yo solo tengo a la mano el odio causado por mi madre y Antonella. Dos mujeres que se han encargado de demostrarme que la felicidad no existe para mí.
Me conformo con respirar y hacerles el rato imposible a los empleados que se cruzan por mi camino en la empresa.
La nueva secretaria es una de ellas. Lástima que sea tan bonita y ya tenga su destino marcado en esta empresa con fecha de salida.
La mujer que me terminó de llevar al abismo, Antonella, al igual que la nueva secretaria, físicamente era y siguiendo muy bonita, es la envidia de cualquier mujer y el sueño de todo hombre. Solo que internamente es un ser podrido, interesada, egoísta. Como una réplica de Lucia Olivares de Castle, solo se mueve por las ventajas que pudiera representarle unos cuantos ceros de más en la cuenta de sus víctimas y que tan fáciles son de manipular. Lamentablemente caí en su juego atraído por su belleza y su habilidad para envolver a cual incauto haciéndome creer la existencia de un amor bien actuado.
El conocer sus verdaderas intenciones, me marcó profundamente. Por eso hoy en día, al ver a cualquier mujer alta, con buen cuerpo, rostro angelical, mirada tierna y a la vez misteriosa, no hace sino recordarme cuanta maldad puede haber en medio de tanta imagen de perfección. Es el recordatorio del veneno que una mujer puede llevar oculto.
Aun ensimismado en el dolor que la secretaria despertó en mí, transcurrida casi media hora escuché dos leves golpes en la puerta y luego vi esta abrirse, dejando ver a la causante del despertar de mi sufrimiento con una bandeja en la que parecía traer mi almuerzo.
- Aquí está su almuerzo Licenciado –me informa dejando la bandeja sobre la mesa que tengo en la oficina-.
Sin que se lo pidiera, observé como extendió una servilleta de tela sobre dicha mesa encima de la cual dejó un plato, cubiertos, un vaso de jugo y una jarra con agua y otro vaso vacío para luego voltear en mi dirección.
- Que tenga buen provecho ¿Desea algo más?
- No, puede retirarse –la vi darse vuelta sin mirarme-.
“Por lo menos tuvo buen tacto al pedir alimentos que me agradan dentro de lo que es saludable”, pienso al sentarme frente a la mesa y ver el contenido del plato.
Después del almuerzo, el resto de la tarde pasó de manera acelerada, mientras revisaba parte del resultado del trabajo que le asigné en la mañana, volvió a entrar a mi despacho con una bandeja y dejar sobre mi escritorio una taza de café y galletas. Se me hizo raro. Las secretarias anteriores nunca tuvieron esta iniciativa, solo venían si yo las llamaba, mucho menos a ofrecerme si quiera agua.
También me llamó la atención que pese a mi forma tan fría y grosera de tratarla nunca vi nerviosismo en su actuar, parecía muy segura de cada movimiento que daba, inclusive al dirigirse a mi persona.
Posterior a ello y retirar la bandeja del almuerzo, volvió nuevamente a entrar al despacho a media tarde, no a ofrecer algo, sino a dejar sobre mi escritorio los últimos oficios de los que le había asignado, informándome la necesidad de que estén listos en seguida para enviarlos a los otros departamentos, antes de culminar la jornada del día.
Sin poder creerme su osadía, al escucharla moví la cabeza a ambos lados. Tamaña osadía la de esta chica. Exigirme a mí, el Presidente de esta Corporación, en su primer día de trabajo, que tuviera listo el trabajo.
Quedé sorprendido, más sin embargo, al revisar el contenido de cada oficio, pude comprender su inquietud porque los firmara a la brevedad posible. Ello, momentáneamente, me hizo descartar la posibilidad de someterla a una nueva dosis de maltratos.
Muy a mi pesar, pues me costaba aceptar que la chica tenía razón al hacerme esa petición, hice a un lado lo que estaba haciendo y me dediqué a revisar los oficios uno a uno. No habiendo encontrado nada irregular, estampé mi firma en los mismos y la llamé al instante.
- Colóqueles el sello de presidencia a cada uno y en seguida lleve usted misma estos oficios a las oficinas correspondientes –le digo apenas la veo entrar a la oficina- después puede retirarse –completo al voltear a ver el reloj que marca las cinco de la tarde – por ser su primer día la dejaré ir temprano. No se acostumbre. No siempre será así.
- Está bien Licenciado –la escucho me responde para después verla salir-.
Quedé con una sensación extraña en el cuerpo. Intrigado por la experiencia tan fuera de lo común que he podido vivir el día de hoy con esta chica, no hago sino sentirme intrigado. No salgo de mi preguntarme cada ciertos minutos el por qué esta chica no actúa como lo han hecho las otras ante mi presencia.
Actúa como si le fuera muy normal hablar con un hombre como yo. En su mirada no he logrado percibir la más mínima señal de inquietud, curiosidad, temor o cuando mucho desprecio hacia mi persona.
No estaba preparado para esta esta muestra de profesionalismo o neutralidad que acaba de salir por esa puerta. Desde el principio apenas desperté esta mañana me había mentalizado que el día de hoy iba a tener frente a mí a una mujer torpe, hecha un manojo de nervios por mi actitud aparte de incapaz de poder responder al trabajo sin el empuje acostumbrado que suelen requerir la mayoría de las personas cuando se inician en un nuevo puesto.
Esto aumentó mi curiosidad, me motivó a hurgar en la vida de esta extraña mujer.
Intrigado, de un momento a otro, me vi levantando el auricular del teléfono local para llamar a la Directora del Departamento de Talento humano.
- Buenas tardes, departamento de Ta…. –escucho la voz de una joven hablar al otro lado de la línea-.
- Comuníqueme con la Jefa del Departamento, habla con Mauricio Castle –la interrumpo-.
- Ah Licenciado, ya le comunico –me responde en tono nervioso la joven-
Con una música de fondo me hizo esperar un tiempo que estimo fue el suficiente para agotar mi paciencia y colgar la llamada. A los pocos minutos escucho el mismo teléfono repicar.
- Presidencia –contesto-.
- Licenciado Mónica Olivares, la Jefa del departamento de Talento Humano, disculpe no contestarle en seguida. Estaba en la otra línea hablando con la Directora de la empresa Castle’s Interiores –me responde con voz nerviosa-.
- Necesito me envié el expediente personal de la nueva secretaria inmediatamente –le pido sin darle importancia a sus explicaciones-.
- En seguida se lo envío con el mensajero interno –me responde-.
Sin darle tiempo a dar mayor explicación, ni yo tenía intención de decirle nada más, di por terminada la llamada, colgando el auricular.
Como la vez anterior, el mensajero entró a mi despacho una vez le autoricé, dio su saludo acostumbrado, me entregó un sobre marrón y como asustado se excusó para irse.
Esta reacción que acabo de ver en este chico es la que esperaba de la nueva secretaria. Contrario a ello, actúa con una normalidad sospechosa a mí entender. Todos en la empresa me temen, no entiendo porque ella no lo demuestra.
Hice a un lado la carpetas que tengo sobre mi escritorio para revisar la información que me envió la Jefa del Departamento de Talento Humano.
De toda la información contenida allí, lo que más llamó mi atención es que es madre soltera de un niño de cinco años, no está casada y allí se indica que vive sola con su hijo. De hecho en el registro de solicitud de inclusión en el seguro médico solo aparecen ella y su hijo. En ninguna parte de sus registros en esta empresa aparece que esté haciendo vida con hombre alguno, sus padres han fallecido, no tiene hermanos, por lo que entiendo que no tiene a más nadie en el mundo que su hijo.
“Una mujer tan bonita como ella sin nadie que le siga los pasos de cerca es algo extraño en estos tiempos”, pienso alimentando el negativismo que normalmente me acompaña al no permitirme ver sino maldad en toda mujer que se me acerque.
Conocer esto es motivo suficiente para alertar a mis sentidos a no bajar la guardia en ningún momento respecto de esta mujer. Tanta perfección no puede ser sino el indicativo de que tal vez tenga un fin oculto, una segunda intención que bien pudiera ser lograr acercarse a mí para obtener un provecho.
“De seguro estará buscando darle un padre a su hijo, y ¿por qué no atraparlo en el mismo lugar donde trabaja fingiendo ser la empleada ejemplar?”, pienso dejando que la duda se instale en mi subconsciente y me haga sentir mal anímicamente, ello ante el temor de comprobar una vez más el valor que puedo tener para cualquier mujer.