Tal como lo planifiqué, después de dejar a Nat con mi amiga Carolina, llegué a la oficina muy temprano. La Jefa del Departamento de Talento Humano de la Corporación me informó que el Presidente suele llegar temprano.
Como una forma de comenzar con buen pie en los empleos que he tenido, me impuse que el primer día debo llegar temprano, procurando ser una de las primeras, incluso antes de quien vaya a ser mi superior. Ello con el fin de familiarizarme con los espacios y mí puesto de trabajo. Es una especie de ritual para adaptarme al entorno y permitir que mi energía y la del espacio entren en armonía.
Esa soy yo, una mujer fiel creyente de la influencia de las energías que hay en el ambiente, y que los pensamientos influyen enormemente en el logro de las metas propuestas.
Al llegar solo vi al portero, quien con un ademán de mano me dio los buenos días y en seguida me permitió al acceso al edificio sin mayor problema, pues ya me había visto en las oportunidades anteriores que me tocó venir a presentar las pruebas para poder ingresar al puesto.
Subí en el ascensor hasta el décimo piso, al entrar observé el espacio dándome mentalmente la bienvenida a esta nueva etapa de mi vida.
“Todo sea por ti mi Nat”, pienso colocando mi bolso sobre el escritorio que está en el medio del espacio que divide la puerta de la entrada hacia la recepción de Presidencia con lo que supongo es la puerta del despacho del Presidente.
Sin perder tiempo fui a un área que me pareció es la cocina, efectivamente es así, tomé unos paños desechables y comencé a limpiar el polvo del escritorio donde dejé mi bolso, dividí las carpetas que estaban en desorden sobre el mismo y una mesa que tenía al lado. Una vez organizado el espacio, volví al área de la cocina a revisar que había allí. Al ver que había todo para preparar té y café, procedí a hacer un poco de ambos, no sin antes también asear el espacio.
Cuando me disponía a servirme un poquito de café en uno de los vasitos plásticos, escuché unos pasos en el área de la recepción, apresurada dejé el vaso en el mesón donde está la cafetera y salí para encontrarme con un hombre de talla baja, quien supongo por lo temprano que aún era, es el presidente y dueño de la Corporación.
No me sorprendí, pero si me extrañó que la Jefa del Departamento de Talento Humano no me haya hecho la observación. Por lo general cuando se es seleccionado en un cargo, entre la información que debe suministrarse al que lo va a ocuparlo, es la descripción del superior jerárquico, no tanto en lo físico pero si la personalidad para uno amoldar el actuar de acuerdo a sus exigencias, y más si se tratase de la condición física especial de la persona que en este preciso instante tengo al frente.
Como no se me informó nada al respecto, decidí actuar tal como soy con todo mundo, independientemente de su condición física. Por lo que, partiendo de la idea de que es el presidente de la Corporación porque obviamente nadie más llegaría a esta hora, sino una desesperada como yo, lo saludé llamándolo por su apellido a riesgo de estarme equivocando.
Afortunadamente di en el blanco, pues no hizo gesto alguno que me diera a entender estar errada en la persona.
Se ve que es un hombre serio, no parece tener el típico porte de las personas de talla baja. Por lo general el portador de esta condición tiene miembros, digo, brazos, piernas, tronco y cabeza desproporcionales, agrandados. En él, al contrario, son proporcionales, es de facciones finas pese a su condición, su cuerpo es simétricamente distribuido. Lo único que lo diferencia de una persona de estatura promedio es su altura, es pequeño.
Me sentí incomoda por la forma en la que me miró, pareció observar al detalle cada parte de mi cuerpo. No percibí una mirada mal intencionada pero sí bastante cargada de ese toque observador de las personas como él.
Por momentos me pregunté ¿Qué pasaría por su mente?
Para romper la incomodidad y el frio que pareció envolver el ambiente, pues sentí un estremecimiento involuntario, puse de mi parte para ser un poco más amable y cordial de lo que siempre he sido, sin caer en insinuaciones ni gesto alguno que pudiera enviarle un mensaje diferente a mi intención de estar allí solamente por mi trabajo.
Siempre que trabajo con hombres, procuro dejar las cosas en claro desde el principio. Sé que físicamente no soy nada despreciable. Al contrario, tengo cierto atractivo que llama la atención de los hombres, sobre todos los malos. Si a eso le añado mi buen trato para con todo el mundo, muchos del género masculino terminan confundiéndose al creer que busco tener algo más que una amistad o relación de compañerismo.
Toda la vida he tenido que lidiar con esto.
- Ya estoy aquí Licenciado –le hago ver que ya estoy dentro de su despacho una vez me pidió me presentara en ella-.
Estaba tan sumergido en sus pensamientos, que al parecer no escuchó el leve toque de la puerta que di antes de entrar ni cuando esta se abrió. Lo vi voltearse en su sillón en dirección a donde yo estaba parada.
- Tome asiento señorita… -pareció olvidar mi nombre-.
- Marissa Freites Licenciado –le digo recordándoselo-.
- Está bien señorita Freites, supongo que se le informó que estará en período de prueba por un mes –al verme asentir continuó- aquí está una lista de las actividades que por ahora son las más urgentes de atender –me entrega una carpeta- aquí llevara agendada todas mis actividades diarias, tales como citas fuera de la oficina, reuniones, comidas, y cualquier otro pendiente. Esa agenda solo la debe manejar usted –completa diciéndome al tiempo que me hace entrega de na Tablet-.
- Como usted indique Licenciado –le digo poniéndome de pie al ver que no dice nada más-.
- No le he dicho que he culminado –me dice en tono autoritario-.
- Disculpe pero como guardó silencio pensé… -me interrumpe-.
- Usted acá no está para pensar demás de lo que yo le encomiende –me dice en un tono de voz bastante grosero, sin embargo guardé la compostura- debo informarle que si bien tiene hora de llegada no así con la de salida. Obviamente las horas extras serán pagadas sobre el treinta por ciento de su sueldo cada hora. No acepto negativa. Usted deberá irse siempre después que yo me haya retirado. Así que le pido que planifique bien sus asuntos familiares o extra laborales –hace una pausa y vuelve a escudriñarme posando su mirada en mis pechos- ya puede retirarse –culmina volviendo su mirada a mis ojos-.
“Me parece que es un hombre bastante grosero en su forma de actuar”, pienso al tiempo que me dirijo a mi escritorio a revisar la lista de pendientes urgentes que están anotados allí.
Pasados unos minutos, antes de concentrarme en la lista de tareas que me asignó volví a su despacho con una taza de café y un vaso con agua. Coloqué la bandeja con dicho contenido en una esquina de su escritorio. Ni siquiera volteó a mirar cuando le dejé saber lo que le traía, ni las gracias recibí.
Sacudiendo la cabeza en negación por ello, me encaminé hasta el que desde ahora será mi escritorio.
Decidí olvidar esto y enfocarme en realizar una a una las tareas. Al revisar detalladamente las tareas, entendí que parte de las asignaciones están referidas a las carpetas que reposan sobre mi escritorio.
Revisé los archivos para organizarlas de una forma que fuera más fácil ubicarlas. Al decidirme por la mejor opción, comencé a archivarlas para despejar el escritorio y la mesa, para darle una mejor apariencia a la recepción. De seguida procedí a revisar el correo de la empresa y responder cada uno de los mensajes según lo indicado en las hojas insertas en la carpeta. Muchos de ellos planteaban dudas que debían ser aclaradas por el Licenciado antes de proceder a enviar las respuestas, por lo que pospuse las respuestas una vez el me aclarara ciertos puntos. Luego procedí a transcribir unos oficios que debían ser enviados el día de hoy. Para cuando dio la hora del almuerzo había realizado el trabajo de lo que considero tres días.
Una vez impresos los oficios, me dispuse a llevárselos al Licenciado para que los revisara. Tomé una respiración profunda antes de tocar. Al no recibir respuesta entré. Lo encontré con la cabeza inclinada leyendo unos planos en una mesa especial para ello que está al fondo de su despacho.
- Permiso Licenciado disculpe la interrupción –le digo dirigiéndome a su escritorio- por aquí le dejo los oficios que deben ser enviados el día de hoy. Algunos de ellos tienen un retraso de una semana en su respuesta por lo que supongo son los más urgentes –dicho esto guardo silencio esperando me responda-.
- Ya los reviso –hace una pausa- sí, deben ser enviados a más tardar hoy –me dice para luego mirarme fijamente sin decir nada más y en seguida volver su vista a los planos-.
- Otra cosa Licenciado, respondí la mayoría de los correos que estaban pendientes, en esta carpeta le dejo el impreso de los otros que faltan y que requieren su apreciación para cargar la información que están solicitando –le comunico volviendo a llamar su atención-.
- Déjelo allí, dentro de un momento los reviso –manifiesta sin levantar la vista para después no decir nada más, yo esperando me indique que más hacer no me muevo del lugar donde he permanecido-.
- ¿Me puedo retirar? –le pregunto cuando calculo que ya han pasado algunos minutos sin recibir ninguna otra instrucción de su parte-.
- Por supuesto –me responde de mala gana-.
Fastidiada ante su mala educación salí torciendo los ojos en rechazo, mientras avanzaba a mi escritorio para buscar mi almuerzo.
“Por lo visto trabajar aquí no será el paraíso al que estaba acostumbrada y que tuve que dejar por necesidad”, pienso dirigiéndome a la cocina a calentar mi comida.
Mientras esta se calentaba recordé mi trabajo como administradora de una cadena de restaurantes de comida casera tradicional, nada de platos exóticos. Apenas están comenzando. Cuenta con tres locales en la capital. Debido a la fama que han ido ganando, tienen proyectado abrir otras sucursales. Pese a su reconocimiento actual, no podían aumentarme más el sueldo, lo hicieron en dos oportunidades en lo que va de este año. Sin embargo, ni siquiera con los aumentos los ingresos que percibía apenas me daban para costear los gastos médicos, alimentación y colegiatura de mi Nat, ni soñar con darme un pequeño lujo como un polvo para el maquillaje. Algo tan básico, para mí era y aun es algo imposible. Ni contar con costear la intervención quirúrgica a la que debe ser sometido.
Hace dos semanas le diagnosticaron a mi Nat una enfermedad congénita que le produce dolores de cabeza insoportables, solo puede ser corregida mediante una intervención quirúrgica colocándole un sistema que le permita derivar el líquido que se le retiene en la cabeza y no tiene salida por ningún lado. Esa intervención y los controles médicos posteriores son extremadamente costosos, y más para un mortal común y corriente como yo, que siendo madre soltera sin contar con ninguna otra ayuda económica adicional a mi sueldo no pudieran ser satisfechos.
Por esa razón acepté la sugerencia de mi amiga y vecina Enderly Materano, quien es Directora de la empresa Castle’s Interiores que forma parte de la Corporación Castle, de asistir a la entrevista y optar por el cargo.
El seguro médico que me ofrecieron es extremadamente bueno, el sueldo ni hablar, y como bien me lo acaba de informar el Licenciado, las horas extras son un lujo que no cualquiera puede darse. Una hora extra representaba una semana de trabajo siendo administradora de la cadena de restaurantes.
Ya sabía que trabajar en una empresa como esta demandaba mucha responsabilidad, sin embargo, no terminaba de entender lo exorbitante del sueldo sino hasta ahora que analizo el carácter del Licenciado Castle, no parece un hombre fácil de manejar ni entender, pareciera que hay que tener nervios de acero y paciencia de teflón para no verse afectado ante sus respuestas y gestos al expresarse.
Dado que soy una persona muy tranquila, analítica y no me voy de bruces a responder ni actuar de la misma forma en que me tratan si se dirigen a mí de mala manera, creo saber cómo manejar esta situación. Además en cierta forma entiendo que las personas con su condición tienden a ser un poco malhumorados, pero no por naturaleza, sino que por lo general es una forma de protegerse del mundo, de las inclemencias de las personas que se creen superiores, ellos se dicen normales por ser más altos que ellos.
Recuerdo que mi madre me contó que al conocer a mi padre, su actitud era tal cual a la que tiene el Licenciado, y solo con el amor y buen trato que mi madre le profesaba día a día, él fue suavizando su carácter, hasta cambiar por completo su percepción de las personas. Antes de eso, eran un hombre cerrado, no sonreía y siempre estaba a la defensiva.
No digo que todos tengan el mismo resultado de mi padre, pero “¿quién pudiera resistirse a una pequeña dosis diaria de cariño o de buen trato?”, pienso sentada en mi escritorio.
Por lo menos con el buen trato uno se va reconfortando poco a poco, y enderezando los sentimientos maltrechos por los golpes de la vida.
Bueno es lo que hasta ahora pienso, no solo respecto de las personas con la condición del Licenciado y mi Nat, sino de cualquier otro ser humano. La vida de por si muchas veces se torna difícil y nosotros con nuestras acciones, muchas de ellas inconscientes, terminamos hiriendo a quienes menos lo merecen.
Por eso procuro no responder de la misma forma. Ciertamente hay momentos en que me molesto por la forma en que me responden, no soy de piedra, más sin embargo, en la misma medida trato de comprender las razones de ese actuar momentáneo y dejo pasar esas situaciones incomodas.