Miro mi teléfono aburrida, aunque esté en un antro no es de mi gusto estar en este lugar. La idea de María no es buena, a Matthew no le importo, yo misma lo sé su mismo comportamiento me lo deja en claro, aunque me confunda repetidas ocasiones.
— Me puedo ir —. Murmuró mirando hacia Lizeth, pero niega.
Bufo aburrida recargando mi cabeza entre mis manos, me pasa un trago y niego alejando la copa.
— Lu, por favor —. Niego.— Nunca has venido con nosotras debes aprovechar este momento —.
— No me gustan estos lugares —.
Agarra mis brazos y forcejeo miró como María aparece con un trago en la mano agarra mi boca obligándome a tomarlo y toso por el ardor en mi garganta.
— Crees que funcione —. Las miro confundida.
— ¿Qué hicieron? —.
— Nada —. Cierran los ojos por haber hablado al mismo tiempo algo que siempre las delata. Mis ojos pesan y las miro cansadamente, sacan una inyección de algún lugar y brinco cuando me inyectan lo que sea que estuviera en esa inyección.
— No le sucederá nada malo —.
— Siempre se las pone mi tío a animales, soy como una experta, pero si dicen sobre algo nosotras no estuvimos aquí —.
Las veo desaparecer, un calor comienza a envolverme trato de quitarme el vestido acalorada y siento unas manos detenerme, alzo mis ojos mirando a Matthew y frunzo el ceño, su toque quema en mi piel y por alguna razón siento rara todo el cuerpo, gimo cuando sus manos agarraron mi cintura con fuerza.
— Matthew…—.
Desabrocho su sudadera un poco y agarra mis manos deteniendome, me mira seriamente algo que en este momento no me importa mucho.
— No estabas enojada —.
— Arde —. Murmuró por sus manos que tocan mi piel, y me pone su sudadera dejando a la vista su camisa que solo se ajusta a su musculatura haciéndolo ver más irresistible a mis ojos.
— ¿Qué te hicieron? —.
Miro a mi alrededor notando que estamos afuera, ¿cómo llegamos tan rápido?, me recarga en su auto y mira mi rostro que está sonrojado. Hago un puchero queriendo deshacerme de su camisa, pero me detiene.
— Algo te pusieron tus amigas —. Me encojo de hombros sin recordar nada.
Muevo mi trasero queriendo que él haga las cosas que hace en la ducha conmigo en este momento, abre una puerta y me mete a la parte trasera. Lo sigo con la mirada mientras sigo en la posición que me dejo y entra al auto. Arqueo mi espalda sintiendo aún ese calor recorrer mi cuerpo, recostada en los asientos traseros miro a Matthew que aún no deja su rostro serio.
— No te di permiso de salir Isabel —.
Rió por lo bien que se escucha su voz, muerdo mi labio cuando sus oscuros ojos me miran, detiene el auto en seco y me mira seriamente mientras yo paso mis manos por su pecho.
— Yo no quería —. Mencionó con una sonrisa recargando mi cabeza en uno de los asientos del auto.
— Debes de dejar que tus amigas te convenzan a cosas —.
Reniego haciendo un puchero, sale del auto y abre la puerta por donde estoy sacándome, observo todo borroso. Achico mi mirada mirando que hemos llegado a su casa y me aferro a sus brazos.
— Quieres un castigo —.
Asiento mordiendo mi labio inferior, su mano baja a mi húmeda entrada y gimo cuando toca mi punto de placer. Me deja en el sillón y niega mirándome con una sonrisa, se acerca un poco y yo estoy que me derrito en sus brazos si vuelve a tocarme.
— Estas enferma Isabel, no sé cómo puedes seguir de pie cuando hace unos días apenas podías moverte —. Me encojo de hombros.
— Por favor…—.
Ruego sin tener éxito, me tapa con una leve manta y me da agua.
— ¿Tomaste? —.
— Me dieron un trago, pero yo no lo quise así que me lo dieron a la fuerza y me inyectaron algo aquí —. Señalo mi trasero.
— Aquí —. Asiento, toca mi trasero y jadeo.— Y estas bien con lo que te inyectaron —. Niego.
— Quema…—.
Murmuró, me carga en sus brazos dándome esas sensaciones que me estremecen el cuerpo. Mi cabeza da vueltas y por un momento cierro los ojos, me deja algo blando y suave, agarro su cuello acercándolo a mi rozo sus labios con los míos y lo beso desesperadamente.
Sigue mis labios, besándome con tranquilidad para después alejarme de él. Hago un puchero queriendo que sus labios estén de nuevo sobre los míos, pero niega.
— Tienes que descansar y recuperar tus fuerzas, te recuerdo que estás enferma —.
— Y yo estoy enojada contigo, pero por alguna razón tu aroma es tan envolvente —. Niega tapándome, se va entrando al baño y me quito el vestido que solo me da calor. Me quito las sabanas que estaban en mi cuerpo y caigo dormida lentamente.
Me remuevo incómoda sintiendo un frío sudor en mi frente, siento como estoy en el borde de la cama apunto de caer y abro mis ojos, alguien me jala provocando que me impacte contra otra cosa y cierro mis ojos.
— ¿Por qué eres tan torpe? —.
— No lo soy —. Murmuró, abro mis ojos siendo recibida por su serio rostro.
— Ayer, ¿quién te dio permiso? —.
Trago el nudo en mi garganta nerviosa por el tono frío con el que habla y froto mis manos repetidas veces nerviosa por su mirada, suspira estresándome aún más sin saber qué contestar.
— Y-yo… y-yo me dí permiso —.
— Aquí sólo yo doy permisos —. Asiento, agarra mi rostro e impacta sus labios con los míos dejándome estática en mi lugar.— No puedes salir si yo no lo digo —.
— Pero…—. Pone su dedo índice sobre mis labios callándome, roza sus dedos por mi mejilla estremeciéndome.— Matthew, ¿por qué eres tan malo conmigo?.
Lo miro esperando una respuesta, pero no da alguna solo se queda callado, bajo mi rostro triste por eso y trato de alejarme de él, pero no me deja.
— Te iras hasta que yo te diga —. Lo observo y me quedo en su hombro, suspiró conteniendo mis lágrimas para ser más fuerte. Al final niego alejándome de él, me tapó bien con la camisa que tengo puesta y salgo de la cama, caminó fuera de la habitación sintiendo el dolor en mi nalga derecha por lo que sucedió ayer.
La pesadez en el aire incrementa a cada centímetro que siento a Matthew detrás de mí, su presencia me cansa y me asfixia, algo le sucede y no entiendo que puede que sea todas las cosas que tiene en su mente que no lo dejan en paz, al mirarlo siempre tiene esa mirada llena de cosas que solo lo hacen ser lo que es.
— Me vas a seguir ignorando, y haciendo lo que quieras —. Bufo sin querer hacerle caso, no sé que tiene ni qué se trae, me acorrala entre la pared y me mira con la misma mirada seria de siempre.
Frunzo mis labios girando mi rostro hacia otra dirección.
— Deja de hacer eso, Lucía —.
— ¿Hacer que?, tú eres insoportable —. Lo miro, entrecierro los ojos enojada por no comprender qué le sucede, me suelta y se hace a un lado, se cruza de brazos corriendo su mirada hacia otro lado.
— No te interesa —. Asiento, chasqueo la lengua y lo miró fijamente.
— Esta bien, no me interesa —. Lo dejo ahí y sigo caminando, dejándolo solo con sus problemas, bajo las escaleras sintiéndome más liberada por no sentir la tensión de Matthew.
Hay veces en las que es cariñoso y otras donde pareciera que no le importará, cada día a su lado veo una verdad que es cruel para mi, él siempre fue el chico perfecto que yo veía a escondidas pero ahora solo es esa persona de la cual se supone sigo enamorada.