07. No lo haré

1851 Words
Dejo caer mi vaso de whisky al piso, el alcohol no ha podido borrar de mi mente a mi hermosa pelicastaña, los meses han sido largos la reunión que tuve en otro país solo me hizo pensar cada vez sobre mi distracción pequeña que tenía metida en mi casa.   Me daba cosquillas mi entrepierna cuando observaba las fotos que tenía de ella, mirar sus ojos brillosos solo me hacían recordar el día en que la hice mía en la ducha recordando el rubor en sus mejillas, sus medianos senos, las cicatrices que me han encantado en su cuerpo hermoso de curvas y su corta estatura que me encantaba, su cabello lacio entre mis manos solo me hacía recordar lo bien que ella olía.   Nunca antes había estado así, pero ella es demasiado diferente con todas sus marcas en su cuerpo. Cuánto me gustaría estar en este instante con ella dentro de las sabanas y olvidar a todo el mundo, pero no puedo dejar que las distracciones que ella me hace se vuelvan rutina.   Me complicaría más el tenerla a cada segundo en mi mente como en estos momentos, cuando lo que más quiero es ir con ella y recibir sus hermosos mimos mientras me hago el dormido. Quisiera ir pero estoy frustrado por distraerme cada segundo que sus ojos hermosos aparecen en mi vista.   Sus palabras llegan a mi mente.   “…me asegurare de que tu corazón lata con fuerza cada vez que me mires a los ojos, cada vez que menciones mi nombre, cada vez que me recuerdes, cada vez que nuestros ojos se miren sentirás como tu corazón quiere salirse al igual como el mío en este instante…”   Oh, lo estás haciendo pequeña acosadora.   — Señor Perry, debe volver a casa porque su esposa no se siente bien—. Observó cansado a Raquel, mi esposa de seguro está mal creando miles de cosas en su pequeña cabeza sobre lo largo que se está haciendo esto, se supone que debíamos de habernos casado hace unas semanas pero mis discrepancias sólo empeoraron las cosas por lo que retrase la boda sin que ella esté enterrada.— También, hace unas horas la llame y estaba llorando en la llamada—. Tiro la botella que había agarrado en mis manos.   Mierda y más mierda, piensa que no la quiero. Siento una punzada en mi corazón y agarro mi saco enojado por todo lo que siempre causó, podría haberla dejado con su vida pero soy tan egoísta que quiero todo de ella solo para mí, ella ama sin que se lo pidan y es lo que más quiero de ella.   — Dile al chofer que en cinco estoy abajo —. La tolerancia de alcohol que tengo me ayuda a seguir cuerdo, entró al elevador desacomodando mi corbata. Pensar en su cuerpo solo me crea problemas en estos momentos y no quiero ser un idiota cuando piensa que estoy con otras y se insulta ella misma diciendo que no es bonita, cuando es un jodido diamante entre tanta basura a mis ojos.   Paso mis manos por mi cabello revolviéndolo desesperado, hay muchas cosas que pueden estar pasando por la cabeza de Isabel y una es sobre irse de la casa, no estoy bromeando siempre sé lo que piensa al ser tan débil en ocultar eso.   El saludo de algunas personas que trabajan aún en la empresa solo me hace sentir la jaqueca que tengo por ser tan estúpido con Isabel, el chofer abre la puerta trasera del carro cuando me ve y entró sin decir nada, desabrocho mi saco y algunos botones de mi camisa.   No quiero que haga una locura.             Entró a la casa viendo el sombrío ambiente; como si nadie viviera aquí. Camino escaleras arriba aferrándome al barandal armándome de valor para poder hablar con ella sin distraerme.   — ¡Salte!… —. Cierro mis ojos por eso.   Miro el pañuelo en su nariz mientras se limpia esa misma zona y me doy cuenta que pesco un resfriado, camino hacia ella y me siento en el borde de la cama mirándola lentamente perdido en su hermosa mirada. Observó su nariz roja por el resfrío y sonrió mirando lo tierna que se mira, me mira con su rostro fruncido y suspiro. — Cuando ibas a volver —. Murmura.   — Isabel, es mejor que descanses por el momento —.   — ¿No fuiste con otra? —. Niego arropándola para que descanse.— Duerme en otro lugar yo solo te pasaré el resfriado —.   — Me encantaría tener tus gérmenes —.   Niega, coloco mi mano en su frente viendo lo caliente que está. La destapo y cargo en mis brazos mirando cómo me mira con sus grandes ojos. La dejó sentada en la encimera del lavabo y abro las llaves de la tina hasta que el agua está tibia, le quitó algunas prendas mientras la dejo en la tina.   — Iremos a un médico si empeoras —. Cierra sus ojos cansada, salgo del baño para tener algo en la mano con que vestirla y regreso mirando cómo se remoja el cabello con pocas fuerzas.   — Te enfermaras —. Niego comenzando a remojar su cuerpo para que no desgaste sus fuerzas.   — Tengo un sistema inmunológico fuerte —. Niega lentamente.   Me mira con detenimiento mientras remojo su cuerpo para que su temperatura baje, arremangó las mangas de mi camisa y observó sus ojos.   — Te sientes mejor —. Asiente lentamente.   La cargo en mis brazos y la cubro con una bata lentamente, la dejo en la encimera del lavabo y seco su cabello lentamente para no causarle ningún daño. Le quito la poca ropa que tenía y la dejó a un lado sin importarme lo demás, le pongo la ropa seca y ligera.   — ¿Estás segura de que te sientes mejor? —. Asiente.— Me hablaras —.   Niega, bufo enojado por todo lo que he hecho y suspiro cargándola en mis brazos. La dejó en la cama y agarró una de las mantas que ya tenía ella, agarró el vaso y la jarra de agua obligándola a tomar.   — Háblame necesito saber como te sientes —.   — Me duele la cabeza deja de hablar —. Asiento, me callo y me siento en el borde de la cama para cuidar de ella.— Sabes que apestas a alcohol —.    — No te voy a dejar, no quiero que empeores —. Me sincero con ella escondiendo las demás cosas.   — Tu olor solo me hace querer vomitar, date una ducha —.    — Pero…—.   — Fui  en la mañana a checarme, solo necesito la medicina que me recetaron —. Asiento.— La deje en la cocina —.   Me incorporo y camino fuera de la habitación para ir por sus medicinas. Paso mis manos por mi cabello nuevamente.   Esto solo me saca nervios.     Dejo mi teléfono en el buró de madera y me concentro en Isabel, sobo su lacio cabello mientras ella duerme y beso su frente. Está enojada y no puedo hacer nada para hacerla cambiar de idea, suspiro abrazándola mientras descansa. No pude evitar enojarme cuando tuvimos que ir al hospital por su fuerte fiebre, me regaño por ser tan dramático y no me ha vuelto a hablar.   — Deja de hacer eso —.   Miro sus ojos, me mira lentamente mientras se acomoda en la cama para estar sentada. Me aferro a ella y reposo mi cabeza en su pecho escuchando su corazón latir con fuerza.   — ¿Por qué te enojas? tu corazón no coopera cuando quieres enojarte, ¿cierto? —. Rió.   Alzo mi cabeza y miró el sonrojo en sus mejillas, corre su vista hacia otro lugar y agarro su rostro regresando sus ojos a mí, me inclino hacia ella y tapa su boca con sus manos.   — No, estoy enferma —.    — No me importa si me enfermo por ti —. Agarro sus manos con mi mano vacía. Niega y la agarró con fuerza del mentón rozo nuestros labios viendo cómo se estremece y suelto sus manos, agarro su cuello jugando un poco con ella y me separo dejando un beso en su mejilla.— ¿Qué quieres comer? —.   Recibo un pequeño gruñido de respuesta, y rió sin que se dé cuenta.   La cargó como un costal llevándola por toda la casa hasta dejarla en la encimera de la cocina, acomoda sus cabellos rebeldes y me mira neutralmente, agarró su nariz juguetonamente y gruñe nuevamente.   — Vamos, necesitas comer —. No me mira.— Ágata preparó una sopa para ti—.    Se baja de la encimera y camina fuera de la cocina ignorándome, camino detrás de ella y me siento a su lado en la mesa. Recargo mi mentón en mis manos y la observó mientras come, suspiro alejando mi mirada de ella cuando Ágata me pone mi plato enfrente mío.   — ¿Cuando te quitaras ese enojo absurdo?—. Vuelvo a mi comportamiento de siempre para que nadie sospeche de nada.   Me ignora.   — Con ese comportamiento no arreglas nada —.   — No me has dicho, ¿dónde estabas? —.   Alzo mi ceja, miró lentamente cada uno de sus gestos mediante come. Me cruzo de brazos haciendo a un lado la comida y la miró seriamente, carraspeó levemente.   — Es algo que no te debe importar —. Me mira dolida.— En el contrato está establecido que tienes que ser esposa modelo y soportar cualquier cosa que yo haga sin réplica —.   Sus lágrimas comienzan a salir y corro mi vista hacia otro lado para no suavizarme, se para de su silla y sale del lugar sin mirarme sé que le duele mi comportamiento pero no puedo ponerme sensible.   Golpeó la mesa enojado por no saber cómo comportarme con una mujer, el mal sabor de boca solo me da mala espina. Camino fuera del comedor hacia mi despacho encerrándome para envolverme en papeles.     Tomó directamente de la botella de whisky y chasqueo mi lengua enojado por tener aún en mi mente lo que ocurrió en la mañana. Me quito la camisa que tengo puesta sintiéndome acalorado, agarro mi celular mirando todas las notificaciones de mensajes que tengo y los leo con un mal sabor de boca.   Miro la foto que me envió la persona que vigila a Isabel y nada me gusta en su vestimenta. Gruñó tirando la botella vacía al cesto de basura, agrandando la imagen mirando lo corto de su vestido y niego en desaprobación esa nunca ha sido la Isabel que yo he conocido. Detallo su sonrisa única como siempre y tiró el celular enojado, agarró el teléfono que tengo en el escritorio y marcó a Raquel.   — ¿Señor?—.   — Quiero un nuevo teléfono para mañana en la mañana —. Mencionó y cuelgo, camino fuera de la habitación y subo escaleras arriba quitándome la ropa en el proceso para darme un baño frío antes de ir por ella.
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