09. Pero es un contrato

2590 Words
Caminaba con prisa casi corriendo, llegaba tarde a mi pasantía en una empresa en la cual creí que no me aceptarían nunca, me sentí incómoda desde un inicio pero no entendía el porqué. Había soportado un poco el humor de Matthew hasta hace una semana en la cual se fue y se emborrachó por el momento vivo con Lizzeth en su departamento.   Sí, lo amo. Pero no me gusta cómo se está comportando en estos momentos, hay veces en los que es tosco y muy seco al hablar como cuando oculta algo, y si me oculta algo no me gusta.   Suspire cuando llegue a tiempo al trabajo ya era mi segundo día y no quería quedar mal en la pasantía, eso no me iba a asegurar nada. Hoy tenía algo diferente a lo que pusieron a hacer hoy, sería la asistente de uno de los ejecutivos mientras que su secretaria volvía de un ¿viaje?, creo. Mis nervios estaban a flor de piel, temblaba de tan solo eso, no quería hacer algo mal enfrente de ese ejecutivo y tenía algo de pena por estar en un puesto de otra persona.   Tan solo temblaba cuando estaba subiendo por el elevador, era la única en el y solo me hacía sentir más nerviosa. La puerta se abrió y suspiró un poco más aliviada, levanté mi rostro un poco y me ahogue con mi saliva, Matthew.   No, no, no. Desde todo esto se me olvido que mi solicitud era para su empresa, maldita sea, aprieto mis manos nerviosa cuando su mirada se clava en mi sin importarle que otra persona está hablando con él, la puerta se abrió cuando alguien más iba a entrar y al ver a la persona adentro se hizo atrás, trate de salir con rapidez pero el fuerte agarre en mi brazo me detuvo.   — Tu no bajas aquí —. Lo miro con fuerza queriendo que me deje, la puerta se cierra y su agarre desaparece, regreso a mi esquina escuchando su plática con la que ahora me doy cuenta es una mujer. Escucho su plática con mis labios fruncidos hasta que se abre la puerta en mi piso, soy agarrada nuevamente y jadeo por ser volteada con tanta rapidez.   Soy besada rápidamente y suspiro alejándome, me estremezco por su toque en mi piel y lo miró lentamente, sus oscuros ojos, sus hermosos ojos color avellana que tanto me gustaban y encantaban estaban sobre mi confundiéndome.   — ¿Qué sucede? —. Frunzo mis labios observo su rostro serio aun sin ver esa sonrisa, miro sus ojos los cuales en el momento no encajan con su seriedad que quiere dar a mostrar. Aprieto mi bolso igual que cuando me beso.   — No te he visto en muchos días —. Lo miro confundida, alejó sus manos de mi cuerpo negando por tenerme demasiado revuelta con todo. — Matthew, tú me sugeriste que me fuera —. Baja su rostro por lo que dije. Camina dejándome con la duda de demasiadas cosas y lo sigo queriendo detenerlo.   — Serás mi asistente hasta que Raquel regrese de su viaje —. Un mes, quisiera declinar esto, pero sé que pondría mi trabajo y experiencia para conseguir otro en la basura, tendré que estar un mes aquí tratando de ser normal a su lado.   — Y ella ¿qué hacía? —. Se gira y me mira ahora completamente deprimido.   — Vuelve a casa —. Niego. — Vuelve a casa —. Niego nuevamente, se trata de acercar a mí, pero otra persona lo detiene.   — Necesito hablar contigo —. Suspiro siendo salvada por esa persona que creo había visto antes. Entra a su oficina y suspiro mirando el escritorio enfrente de la puerta, niego sentándome en la silla y observó todo lo que hay en el gran escritorio de Raquel.   Me encojo en mi asiento al sentir su mirada por la ventana que hay al lado de la puerta, lo miro  sin que se dé cuenta observando su mirada de un color avellana sobre mí.   Miro una nota al lado de una carpeta y leo el pequeño mensaje de Raquel “Todo está en orden, solo has lo que te pongan en este momento” asiento, me quedo sosteniendo un poco la nota hasta que alguien golpea lentamente la madera.   Alzo mi mirada y observó a la mujer que está parada enfrente de mi creyéndose demasiado por su linda vestimenta.   — El señor Perry está ocupado —. Musito con recelo.   — Esperare —. Se queda parada al lado y frunzo mi ceño, aprieto mis manos enojada por esto. — Le puedes avisar, es tu trabajo —.   Suspiro calmandome y observó cómo sale el hombre que estaba con Matthew la mujer entra como si estuviera libre en su casa, y frunzo mis labios, Matthew me mira y sabe cuánto me molesta.   Cierra la puerta y observo por la ventana atenta a todo, suspiro conteniendo mi enojo cuando veo las manos de esa víbora sobre él y sonrió cuando la aleja, me incorporo y camino con una sonrisa al baño. Me recargo en la pared del baño con algo de dolor en los pies por los tacones que nunca uso.   Me miro en el espejo mirando el sonrojo en mis mejillas que siempre se forma cuando me enojo, estoy celosa por ver a alguien al lado de él no me gusta, solo me disgusta. Podría estar esa sabandija en su cama en este momento aprovechando que no estoy.   Sería algo cruel para mí saber que él tiene a alguien más, necesito tenerlo solo para mí, que me demuestre su verdadero yo, le daría todo de mí pero si él no me lo demuestra como yo podía dar mi alma.   — Estas celosa —. Grito, lo miro por el espejo  y respiró entrecortadamente. Cierra con pestillo la puerta poniéndome nerviosa, se acerca a mi acorralandome en la pared. — Vuelve conmigo, no he dormido desde que hice eso —.   — Has llevado a alguien más, ¿verdad? —. Miro ese brillo triste en sus ojos que crece por mis palabras, niega bajando su mirada. Paso mis manos por su cuello y gracias a los tacos tengo aún más altura.   Lo beso con suavidad sintiendo sus movimientos lentos y suaves, algo que él nunca hace al besarme siempre es desenfrenado y brusco nunca me besa suave, ¿qué ha ocurrido?. Estoy asombrada y con el corazón en un ataque cardiaco.   Agarra con fuerza mi cintura, me alza en sus brazos y paso mis piernas por su cintura subiendo la falda que traigo puesta, siento su erección sobre mi sexo y gruñe cuando se da cuenta que no tengo ropa interior.   — ¿Por qué vienes sin ropa interior? —. Rió volviéndolo a besar como si esto fuera un sueño, me deja de nuevo en el suelo y acomoda mi falda con recelo por no querer que esté así.   — ¿Regresaras conmigo? —.   Niego enojando, miro el espejo y acomodo mi cabello nerviosa. Me abraza por la espalda y lo miró confundida por lo que hace, besó mi cuello estremeciéndome por eso.   — Deja de hacer eso —.   — No —. Sigue besando mi cuello y gimo inconscientemente temblando. — ¿Regresaras conmigo? —.   Niego, cierro mis ojos sosteniéndome del lavabo para no caer por mis piernas débiles. Roza sus dientes por mi cuello provocando jadeos, siento su sonrisa antes de besar mi cuello.   — Matthew… —.   — No —. Suspiro con fuerza en medio de un ataque a mi corazón por las cosas que él está haciendo, mis piernas tiemblan sin fuerzas por todo lo que hace en la parte débil de mi cuerpo.   — Regresare contigo sí en este día no sucede nada aquí —.  Me gira y besa mis labios actuando diferente a lo que siempre estuve acostumbrada de él, me acerco a él y aprieto sus cachetes algo que nunca le a gustado en la vida, salgo del baño asegurándome que nadie me vea y caminó con rapidez hacia el lugar en donde debo de estar sentada.   Sonrío cuando aparece y solo se me queda viendo con su mirada seria la cual tanto me ha dado sueños húmedos. Comienzo a leer una de las libretas que hay en el lugar siendo como un calendario para Matthew algo que se me hace cansado.   Escucho el sonido del teléfono en mi escritorio y atiendo la llamada la voz gruesa de Matthew me sorprende y pongo mi mano en mi pecho.   — Ven a mi oficina —.   — ¿Para? —.   — Es tu trabajo decirme cuantas reuniones tengo hoy —. Hago un puchero enojada por sus palabras y me recargo en mi asiento.   — Pero soy nueva y no sé qué hacer —.   Miro por su ventana y me doy cuenta de la mirada fría y controladora que esta sobre mí.   — Ven aquí y yo te enseño —. Niego mirándolo, alza su ceja por lo que he hecho. — Ven ahora o te despido antes de contratarte —.   Inflo mis mejillas colgando agarrando la libreta, siento su mirada sobre mí, pero esta vez no pesa solo me empalaga, quisiera saber que ha ocurrido en estos días en los que no estuve pero sería algo que ni él me contaría.   Toco la puerta y paso hasta escuchar su “pase”, camino con nerviosismo hacia estar enfrente de su escritorio y niega, palmea su regazo y niego por no saber qué podría pasar. Miro hacia la ventana y agarra un control, la ventana se cubre de algo blanco, vuelve a palmear su regazo y me siento, pasa sus manos por mi cintura agarrando la libreta.   — Todos los días tienes que venir a decirme cuales son mis reuniones, quien pudo haber llamado cuando no estaba y llamar por el teléfono cuando alguien venga y esté afuera esperando —. Asiento. — Cuando alguien te llame anota su nombre y lo que te diga, si dice que quiere una cita para reservar una hora tu checas el horario y vez si esa hora está disponible si no lo está tratas de acomodarlo en una hora disponible y que no interfiera con mi horario de comida —.   — Pero Raquel me había dicho que nunca cumples tu horario de comida —. Besa mi mejilla haciendo que mi pulso incremente.   — Comeré contigo todos los días sin falta —. — P-pero…—. Me ruborizo por completo, agarra mi rostro entre sus manos y me besa sin importar que alguien comience a tocar la puerta.   — Yo comeré con mi esposa —. Asiento, la luz que hace cuando la puerta se abre me alarma y me paro rápidamente. Miró a uno de los amigos que había visto con Matthew siempre y solo bajo mi rostro avergonzada.   Cierro la puerta detrás de mí con un gran sonrojo por lo que sucedió mientras acomodo mi cabello. Respiro profundamente sintiendo el sudor frío en mi frente y trato de calmarme para no estar como una margarita.   La puerta se abre demasiado rápido haciendo que mi pulso colapse por la gran vergüenza que acabo de pasar porque está claro que ese amigo de él me vio sentada en las piernas de Matthew y eso solo me hace que mi dolor de cabeza incremente.   — Tú eres la esposa secreta —. Me ruborizo, asiento apenada por la sonrisa con la que me mira y me extiende su mano. — Hace mucho que quería conocer a la chica que tra… —. Matthew le golpea el hombro dejándome con el ceño fruncido. — Sí, fue un gusto conocerte —.   Lo veo irse con una sonrisa en sus labios y eso solo hace que me quiera dar un tiro en la cabeza por la gran humillación que he tenido.   — ¿Y qué almorzaremos, cariño? —.   Lo miro, esconde sus manos en los bolsillos de su pantalón y me mira con un ligero brillo en sus ojos que hasta este momento soy testigo, ladeo mi rostro sin saber que responderle y asiento recordando que si odia la comida rápida no estará junto a mí.   — ¿Algo de comida rápida? —. Frunce sus labios, respiró entrecortadamente sin más ideas ya que el comer junto a él solo sería llamar la atención en los restaurantes recatados a los que a veces lo veía entrar.   — Esta bien —. Abro mis labios para negarme y rápidamente niega. — Comeré lo que mi esposa quiera darme —.   Niego, sus palabras debían de haber sido “no, ve a comer tu yo me ocuparé con algo” esas siempre son las palabras con las que me respondía los mensajes y ahora son diferentes, apenas si me decía esposa y ahora pareciera algo que siempre ha sido algo fácil de decir para él.   — ¿Estás seguro? —. Asiente, me obliga a pararme y me pongo a la defensiva. — Y si tú vas a comer solo yo debo de ponerme al tanto de las cosas que Raquel dejó —.   Sonríe; — Yo le dije que dejara todo listo para que no trabajaras demasiado, aparte que mal esposo sería yo si te pasas las comidas —. Niego.   — Y si nos ve alguien llamaran a los de derechos humanos por salir con una empleada y eso está en contra…—.   Me calla, pone su dedo sobre mis labios restregándome también la gran sonrisa en sus labios.   — Lucia, tengo un elevador privado nadie te verá en el —. Abro mis labios, pero me calla con un beso, me ruborizo sintiendo esos latidos de mi corazón incrementar.   — Y ¿por qué te subiste al mismo en el que yo me subí? —.   Se encoge de hombros cargándome como un saco para que deje de resistirme, me dejo llevar como un saco sin saber qué más hacer o como tratar de saber porque esta así, puede solo que sea para que regrese a su casa y después seguirá como antes.   — ¿Qué te parece una Luna de miel? —. Me deja en elevador y me atraganto con mi saliva, toso sin saber porqué dijo lo que dijo.   — ¿Qué? —.   — Tendremos una Luna de miel —. Afirma sin dejarme ser parte de esa planeación.   — ¿Por? —. Acaricia mi espalda mientras toso levemente por lo que me han hecho sus palabras.   — Hay que aprovechar tus vacaciones así se lo cuentas a las chismosas de tus amigas —. Bajo mi rostro negando. — Somos esposos y no tenemos Luna de miel —.   — Pero es un contrato —.   Hace un puchero extrañándome por completo con su comportamiento.   — Yo no quiero que sea un contrato —. Pasa sus manos por mi cintura pegándome a él, me besa con una pasión inexplicable que hace que me pierda. — Nos casaremos a donde vayamos, tú elegirás el lugar y todo lo que tú quieras —. Besa mi frente dejándome con mi mente revuelta de tantas cosas que ha dicho en estos momentos, en un punto eso me pone feliz pero en otro aún no sé porqué dice eso.   Me debe de decir que mosquito le picó antes que todo para saber el porque esta actuando de tal forma.
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