Las manos de Hunter estaban en los muslos de Agnes. El calor de sus palmas sudadas, conjuntamente con el cálido aliento en el cuello de la brujita, lo hizo moverse un poco más rápido. Agnes clavó las uñas en los hombros y deslizó sus manos hasta su espalda, desde donde arrastró sus dedos hasta el trasero del cazador. Agnes soltó un leve gemido y Hunter se apresuró a cubrir su boca con la mano libre, antes de elevarla y hacer que su cabello cubriera sus rostros. El empuje, el calor dentro de la cabina del baño, conjuntamente con el odio que fingían sentir por el otro, los llevó a cerrar la puerta con seguro y apresurarse a quitarse los botones del pantalón. Hunter jugó con la lengua y el cabello de Agnes, mientras las manos de ella se deslizaban por su pecho. La espalda de Agnes raspaba la
