—Debes aceptar, Hunter. Por favor. Es mi sueño. —No el mío, además, tengo un trabajo de presentador donde no tendré que compartir mi tiempo contigo —le dijo a Agnes con la mirada en la computadora de su cubículo—. No me importa que sea tu sueño, Agnes. Me divorciaré cueste lo que cueste. Agnes necesitaba que él aceptase. Hunter era la persona más terca que conocía, así como el hombre con peor carácter, ajeno a su padre, que también conocía. Agnes se ofreció a cocinar todos los días hasta que se fuese de su apartamento. También le dijo que lavaría todos los platos, y limpiaría el apartamento por una semana. Haría casi todo, menos dormir con él, siempre que Hunter aceptase el trato. La paga sería bastante buena, y ajeno a que era su sueño, necesitaba el dinero. Todo encajaba perfecto, en