CAPÍTULO IIEl Duque abrió los ojos y, por un momento, se le nubló la vista.
Entonces vio dos ojos verdes gris, bajo una cascada de rizos rojos y, con un gran esfuerzo, recordó dónde los había visto antes.
—¡Está despierto!— exclamó una voz con repentina alegría—. ¡Ah, qué gusto me da!
El Duque, acometido de repentina debilidad, cerró los ojos y al abrirlos de nuevo recordó la volcadura del carruaje y el dolor que le había producido un golpe en la cabeza, antes de perder el sentido.
—¿En dónde estoy?— preguntó, y se sintió aliviado de escuchar su propia voz, que sonaba casi normal.
—¡He estado tan preocupada por usted!— exclamó Jabina—. Pensé que no despertaría nunca. Al principio, llegué a pensar que estaba muerto.
—El carruaje se volco— dijo el Duque, con voz lenta, pero clara—. ¿Re
