Su amante, si ése no era un término exagerado para alguien a quien consideraba casi tan sólo como a una grata compañera, casi nunca hablaba sin pensar. Nunca se comportó impulsivamente, y medía muy bien las consecuencias de sus actos. El Duque sabía muy bien que Marguerite jamás aprobaría a alguien como Jabina. Consideraría su naturaleza impulsiva tan ajena a su propio modo de ser, que las dos mujeres no tendrían nada en común. Y, en cuanto a la opinión de Jabina respecto a Marguerite, él sabía demasiado cuál sería. Sólo esperaba que Marguerite no se enterara de sus aventuras en Escocia, porque la habría lastimado, sin duda, la idea de que él pudiera haberse casado sin decírselo primero. Se preguntó cómo podría nunca explicarle a ella, y mucho menos a sus otros amigos, que el matrimon