Arrojó su capa en una silla y se situó frente al largo espejo del guardarropa. —¿Soy yo ésta, en verdad?— preguntó con una voz asombrada—. ¿Puede ser cierto, que estoy enamorada como nunca pensé que fuera posible estarlo, y del hombre más maravilloso del mundo? —¡Oh, belle-mère, belle-mère! ¡Me siento deberás, tan feliz por ti!— exclamó Teresa. Lady Rothley se volvió para abrazarla de nuevo. —Tú pensaste que no se me declararía— dijo—. ¡pero sí… me pidió que fuera su esposa! Quiere que me case con él, y saldremos hacia Italia pasado mañana, para que me presente a su familia. —¿Te casarás ahí? Eso es lo que él planea y yo me siento feliz de dejar todo en sus manos. Sólo deseo complacerlo. Rothley exhaló un profundo suspiro de satisfacción. —Es un hombre tan dominante, tan completame