CAPÍTULO VITeresa permaneció de pie en su dormitorio, incapaz de pensar. Sentía como si alguien le hubiera golpeado la cabeza con un martillo y su cerebro hubiera dejado de funcionar. Llevaba aún los tres cuadros bajo el brazo, y lentamente, como si despertara de un sueño, los depositó en el tocador. Ni siquiera la emoción de haber recuperado el cuadro de La Madonna en la Iglesia significaba nada para ella en esos momentos. Sólo veía ante sus ojos la expresión del rostro del Duque, cuando lo encontró en la escalera que conducía a la torre. Comprendió muy bien lo que él había pensado y ello la horrorizó. «¿Cómo puede él creerme capaz de hacer una cosa así?», se preguntó. Pero comprendió que no existía ninguna otra explicación razonable que justificara su presencia en la habitación de L