CAPÍTULO IIEl viaje a través de Francia, aun para las doncellas, fue más cómodo de lo que Teresa imaginó. Había visitado París a los diez años con sus padres y, en una ocasión, después de la muerte de su madre, su padre la llevó con él a Bruselas, a fin de no dejarla sola en Londres. Por lo demás, tenía poca o ninguna experiencia en cuestión de viajes, aunque los trenes franceses le habían parecido ruidosos e incómodos. Pero era muy distinto viajar en los vagones privados del Duque, que llevaban , no sólo salón, comedor y dormitorios para sus invitados, sino dormitorios para la servidumbre. Para felicidad de Teresa, le dieron un pequeño compartimiento para ella sola y muy temprano, por la mañana, levantó la cortina de su ventana para contemplar la campiña que iban cruzando. Los campos,