—Lo recordaré— prometió Lady Rothley con humildad. —Puedes admirar la villa y la vista, pero será mejor que hables poco— continuó diciendo Teresa—, limítate a mirar al Duque, con adoración. ¡Pocos hombres pueden resistir eso! —¡Es él quien debe fijar sus ojos en mí!— replicó Lady Rothley. —Ya lo sé, pero recuerda que es un Duque, y los Duque s son una r**a aparte entre los demás hombres. —Pero aun así, debajo de toda esa sangre azul, deben tener un corazón en algún lugar— contestó Lady Rothley con inesperado sentido del humor. Le sonrió a Teresa y se marchó. Teresa siguió guardando la ropa, pero no pudo evitar sentirse temerosa. Todo dependía ahora de que el Duque, considerara a Lady Rothley irresistiblemente atractiva, pero nadie sabía mejor que Teresa lo tonta que podía ser su madr