Cap 20 No me iré

1147 Words
Cristina fue a la cocina donde Aníbal comía un sándwich junto a la empleada, el niño al verla se alegró. “Madrina ven a comer conmigo”. Ella entró y acarició el cabello de Aníbal mostrando una gran sonrisa, le hizo un gesto a la empleada para que se retirara y al quedar solos ella tomó asiento frente a él. "Mi tío Mariano dice que viajaremos al extranjero, ahí está la nueva casa”. Cristina afirmó en silencio. “Debes portarte muy bien, como tu mamá te enseñó ¿Entiendes?”. El mordió su sándwich afirmando. Mastico su sándwich y le dijo a Cristina. "Les diré que te preparen una habitación muy bonita con flores”. Cristina se puso seria. “Aníbal… Yo no iré contigo”. “¿Qué?”. Cristina hizo una línea con su boca. “Tengo que quedarme aquí en la ciudad”. “Pero porque no puedes venir, mi tío dijo que la nueva casa tiene miles de habitaciones”. Ella no supo qué más decirle, no era su decisión. Aníbal era listo y entendió de inmediato, se levantó dejando la comida en la mesa. “¡Aníbal!”. Ella le gritó siguiéndolo. Armando y Mariano discutían en el despacho. “¡Es suficiente Mariano!”. El hombre mayor hizo resonar su bastón en el suelo. Mariano se negaba. “¿Quieres dejar todo impune? ¿No te duele lo que le hicieron a tu hija?”. “Claro que me duele, pero parte de esto fue mi culpa, yo debí estar cerca de mi hija, protegerla a pesar de todo”. El bajó su mirada con tristeza. Estaba muy arrepentido de las decisiones que tomó en el pasado. Mariano seguía molesto. “Pues yo no dejaré que se salgan con la suya”. “¡Te prohíbo que intervengas más!”. Gritó el hombre perdiendo el aire, respiraba muy agitado. Mariano miró en silencio a su padre. “Lo único que necesitamos ahora es cuidar de Aníbal y darle una infancia feliz”. Le declaró el señor Armando después de recuperarse un poco, le quedaba poco tiempo de vida y quería disfrutarlo al lado de su único nieto. Aníbal entró interrumpiéndolos. “¡No me iré con ustedes!”. El niño furioso apretaba sus puños y con mucha valentía les lanzo una mirada retadora. Ambos hombres lo examinaron, el abuelo se acercó. “¿Qué dices?”. Aníbal sin miedo les declaró de nuevo. “Si mi madrina no viene conmigo yo no iré a ningún lado”. Cristina entró rápidamente. “Aníbal”. Ella estaba nerviosa y se dirigió a los hombres. “Yo hablaré con él, solo está algo confundido”. Aníbal negó y la interrumpió. “Ya lo dije, no me iré sin ti, eres lo único que me queda de mi mamá, no voy a perderte”. Cristina ya no pudo contener las lágrimas y abrazó al chico. “Pero debes ir con ellos… Es lo correcto”. Aníbal negó y la miró a los ojos. “No importa si dormimos en la calle o en un pasillo de hospital, no me importa comer poquito o tener el estómago vacío por días, quiero estar contigo”. Se volteó hacia su tío y su abuelo. “No quiero esa gran habitación que me contaron, no quiero un coche, ni un gran jardín, yo quiero a mi madrina”. Cristina lloraba desconsolada, padecieron tanto con la enfermedad de Leticia y ella intentó hacer lo posible para tener a Aníbal de pie luchando día a día. Mariano no estaba de acuerdo en llevar a la mujer y estaba a punto de negarse cuando el abuelo habló. “Está bien”. Todos lo miraron asombrados. “Cristina puede ir con nosotros”. El hombre tenía conocimiento de lo que ellos pasaron todo este tiempo, el cariño de Cristina por Leticia y Aníbal era inmenso, sería bueno tener ese amor maternal para Aníbal en medio de dos lobos sin sentimientos. Aníbal y Cristina se miraron felices. Mariano resopló y salió de la habitación. Más tarde Cristina ayudaba a Aníbal a empacar, no era mucho lo que tenían y Armando los ayudó a recuperar algunas cosas importantes de la vieja casa, como fotografías y recuerdos de Leticia. “Iré a mi habitación y empacare”. Le mencionó Cristina, Aníbal afirmó y siguió recogiendo sus cosas, ella salió cerrando la puerta, avanzó por el pasillo encontrándose de frente con Mariano, él no tenía buena cara, caminó hasta ella. “¿Ya está contenta?”. Cristina no le tuvo miedo. “¿No sé de qué habla?”. Ella intentó marcharse. Mariano se burló cubriendo su camino. “¡Ja! Ahora tiene un futuro asegurado gracias a mi sobrino”. Cristina guardó silencio, empezaba a conocer al hombre y su forma de pensar. Mariano se acercó mucho más a ella mirándola fijamente. “Que te quede claro una cosa, si mi padre no está yo soy el que manda y puedo echarte cuando quiera”. Cristina solo lo miró en silencio sin necesidad de seguir discutiendo, él se fue enojado y algo confundido, su corazón dio un vuelco cuando olió el perfume de la mujer. Tiempo después… Todos estaban de pie ante la tumba del señor Armando, Aníbal, aunque ya era más grande lloraba abrazado de su madrina mientras Mariano estaba serio y pensativo, el funeral terminó y regresaron a la mansión, Cristina tenía miedo de que Mariano la echara. Aníbal estaba en su habitación sentado en la orilla de la cama, en sus manos tenía un reloj de bolsillo antiguo que su abuelo le regaló y recordaba sus momentos con él. Mariano entró a la habitación. Aníbal guardó el reloj con mucho cuidado, lo apreciaba mucho, se levantó mirando a su tío. Mariano se puso a su altura y le habló con tranquilidad mirándolo a los ojos. “Aníbal. Ahora es el tiempo… Debemos hacer pagar a todos los que lastimaron a tu madre y a ti”. Aníbal se quedó en silencio mirándolo. Cristina entró interrumpiendo al hombre, no quería que le metiera ideas en la cabeza. “Aníbal es hora de tu baño”. El obediente se retiró. Mariano al ver a Aníbal irse tomó del brazo a Cristina sacándola de la habitación para ponerla contra la pared. “Esta vez no te meterás en mis asuntos ¡Entendiste! Si quieres quedarte harás lo que yo diga o si no, toma tus cosas y vete”. Cristina afirmó en silencio. Ahora no había quien salvara a Aníbal de este hombre. Se juró que haría lo imposible para demostrarle al pequeño lo bueno de la vida y el amor.
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