Cap 30 Nuestro triunfo

1101 Words
El bajo del coche y caminó hasta llegar a la puerta, al abrirla se encontró con una casa vacía, avanzó por la sala y todo estaba en completo silencio, se detuvo frente a la chimenea observando la gran foto de su boda, Katherine sonreía feliz, su rostro reflejaba amor y paz, pero Aníbal… Estaba serio solo miraba a la cámara mientras abrazaba a su esposa. Su semblante era completamente distinto. Al pensar por unos momentos se dio cuenta que Katherine le transmitía esa paz que nunca tuvo, creció escuchando sobre venganza, rencor y lo único que lo tranquilizaba era el amor que Cristina le tenía, pero siempre influenciado por Mariano. Después de unos momento mirando la foto, subió las escaleras hasta la habitación que compartía con Katherine, recordó los primeros días de casados, fueron increíbles, sus noches de pasión y amor, cuando jugaban y bailaban por la habitación, cuando se bañaban al mismo tiempo y se amaban con locura, los desayunos horribles que ella le preparaba, el pan estaba quemado y los huevos tenían demasiada sal, aun así los comía todos pero al siguiente día decidió levantarse primero y el mismo preparar el desayuno para los dos. Abrió el gran armario, estaba repleto de vestidos y joyas de Katherine, con sus dedos movió algunos y se encontró un vestido n***o tirado en una esquina, lo recogió y al reconocerlo recordó el día que ella se lo puso, se veía hermosa, su figura era envidiable y elegante, pero Aníbal al contrario le hizo un mal comentario haciéndola sentir mal. Suspiro cansado sentándose en la orilla de la cama, recordó sus conversaciones con Katherine, su desnudez, sus noches largas de pasión, sus discusiones sin sentido y la mirada de Katherine al querer arreglar las cosas, el nunca le dio la oportunidad, ella lloraba hasta quedarse dormida y Aníbal la arropaba por las noches o simplemente entraba en a cama y la abrazaba, antes del amanecer desaparecía sigilosamente para que ella no se diera cuenta de que él estuvo ahí toda la noche. Salió de la casa y regresó a la mansión donde vivía ahora su tío Mariano, desde la entrada se escuchaba mucho ruido y voces de personas, Aníbal entró encontrándose con varios amigos de Mariano y mujeres que los atendían con poca ropa. Mariano al verlo sonrió levantándose de su lugar. “Aníbal ¡Volviste! Ven a celebrar con nosotros”. Lo abrazo arrastrándolo a la fiesta, las mujeres al verlo se emocionaron, era joven y guapo. Mariano lo sentó en medio de dos mujeres y tomó el sillón de enfrente mientras otra mujer se le acercaba dándole una bebida nueva, Aníbal frunció el ceño al oler el perfume de las mujeres y se levantó rápidamente. Mario perdió su sonrisa. “¿A dónde vas?”. Aníbal caminó hasta las escaleras y antes de subir se giró. Compre esta casa para mi madrina… Quiero que saques a tus perras de aquí y limpies todo. Busca otro lugar para hacer tus fiestas”. Aníbal no esperó que su tío contestara. Los hombres miraban a Mariano al presenciar el enojo de Aníbal. El hombre tomó su trago mirando las escaleras, Aníbal se estaba comportando diferente. Aníbal se dio un baño largo y se tomó su tiempo en la habitación esperando que Mariano ya no estuviera. Bajo a buscar algo de comer encontrándose con su tío en el sillón, solo a oscuras, solo la luz de la mesita se reflejaba poco en la habitación, el hombre fumaba y tenía un trago en la mano. Aníbal pasó de largo a su tío entrando a la cocina para prepararse algo de cenar. Mariano se levantó y lo siguió. “Aníbal… Solo estaba festejando nuestro triunfo”. Aníbal bufo. “¿Nuestro triunfo? Lo que recuerdo es que yo hice todo”. Mariano caminó por la cocina mientras observaba a Aníbal preparando un sándwich. “Aun así, todo salió como queríamos, tu madre descansa en paz”. Aníbal dejó el cuchillo en el plato e hizo un sonido muy fuerte, giró a ver a su tío. “¿De verdad crees que mi madre estaría feliz de lo que hice?”. Aníbal tiró el plato al fregadero perdiendo el apetito. “Sabes… Pienso las cosas… Y me doy cuenta que nunca conociste a mi madre. Era una mujer amable y empática, nunca permitiría que yo hiciera algo como lo que hice”. Mariano se quedó en silencio por unos segundos. “Ya está hecho, la justicia prevalece ahora”. Aníbal se carcajeó burlándose de las palabras de su tío. “¡¿De verdad?! Entonces dime ¿Quién va a pagar por el daño a Katherine?”. Mariano perdió los estribos. “¡Esa mujer se lo merecía! ¡Ella y su padre son los culpables de todo!”. Aníbal se dio cuenta que era inútil hablar con su tío. Se dio la vuelta y salió de la cocina rumbo a la puerta, de la mesa de la entrada tomó las llaves. “¿A dónde vas?”. Preguntó Mariano. Aníbal que llevaba solo un pijama le contestó. “¡Lejos de ti!”. Mariano lo siguió. “¡Aníbal! ¡Vuelve! ¡Aníbal!”. Aníbal subió al coche y condujo por la ciudad, llegó hasta el edificio donde vivía Andrés. Ya frente a su puerta tocó. Andrés abrió, estaba recién bañado y en pijama también, reviso la hora, eran las 11 de la noche. “¿Por qué estás aquí?”. Aníbal entró sin permiso sentándose en el sillón de la sala. “Necesito un lugar donde dormir”. Aníbal se recostó cubriéndose los ojos con el antebrazo. Andrés cerró la puerta y caminó hasta el otro sillón. “¿Mariano sigue celebrando?”. Aníbal no contestó, Andrés se levantó caminando a su habitación antes de entrar le dijo. “Hay sábanas en el armario, mañana tengo un viaje programado y no vuelvo hasta la otra semana. Aníbal retiró el brazo y levantó un poco la cara hacia Andrés. “¿Cómo está ella?”. Andrés se burló. “¿Cómo crees que está después de todo lo que hiciste?”. Andrés no espero su respuesta, Aníbal miraba el techo en silencio pensativo recordando a la chica, su sonrisa, su ternura, su fragilidad, lo vulnerable que era, su mirada enamorada, esos ojos azules tan transparente que le mostraban otro mundo, un mundo lleno de alegría, de amor, de cariño… Algo a lo que él ya no tenía derecho.
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