Léa prometida en matrimonio

2129 Words
El fin de semana, como siempre pasó rápido. Si bien me quejo de que no quiero venir a Mykonos, hay momentos que como ahora, me cuesta irme, sobre todo al ver a mi papá tan triste. A pesar de ello, no puedo hacer nada, en Atenas tengo una vida que me espera fervientemente. Unos planos por revisar, una obra por supervisar y una tesis que apenas marcará el comienzo de mi vida profesional. Por lo que me toca concentrarme más en estas responsabilidades para poder despegar como bien me he esforzado tanto estos últimos años. —Bueno papi, quedo al pendiente de que me hagas llegar los documentos que debo firmar para comenzar la transferencia de las propiedades —Le digo dándole un sonoro beso. Dado que no sé absolutamente nada de esos temas, Adere y él quedaron en hacer el trabajo sucio por mí, mientras yo me encargaré de colocar mi firma dónde ellos me digan. Por indicación de mi padre, esta misma semana comienza la repartición de autógrafos dándome a conocer como una de las accionistas y propietaria de parte de los bienes de la excelente dama Arleth de Galanis, mi bella e inolvidable madre. Son muchos los bienes que mi madre dejó a mi nombre, de modo que, Adere se encargará uno a uno de legalizar las transferencias. Después de despedirme de ellos con un pesar enorme, pasé el área del check-in y de ahí a las otras áreas para abordar de inmediato el avión. Mi vuelo sale en media hora, por lo que no hubo oportunidad de alargar más la despedida. Lo preferí así. Es de noche. Llegué directo a mi apartamento sintiéndome más agotada que nunca. Y solo hasta que estuve bañada y envuelta en un pijama de algodón con una taza de té entre las manos, sentada al frente de mi televisión en la sala de estar comprendí que el agotamiento que siento no es físico sino emocional, pues al ver el estado en el que se encuentra mi padre y la tristeza en sus ojos cuando crucé el aeropuerto, quedé desanimada. Yo, que siempre busco la manera de sonreír, ahora no tengo ánimos para eso. Me mantuve una media hora aquí sentada, sin ver en realidad la televisión hasta que decidí ir a descansar. Ya mañana sería otro día en el que puedo ver la vida de manera diferente, con menos tristeza. A la mañana siguiente en Mykonos, Aquiles pensando en la suerte de Léa se dirige a la casa de su hija mayor, Adere. En toda la noche no logró descansar pensando qué hacer para garantizarle un futuro a Léa, sin tropiezos que no solo la lleven a la quiebra sino también le impidan ser feliz. Aquiles piensa que con la vida que lleva Léa apartada de él y su hermana, no logrará estar bien, tener la estabilidad que toda mujer necesita, y siendo como es Léa de talla baja, menos le augura un futuro prometedor al lado de un buen hombre como sí lo logró Adere. Léa, desde que nació siempre ha sido su mayor preocupación, como bien le dice, la niña de sus ojos, y por creerse ver a través de ella, no concibe un buen futuro para ella de seguir apartada de la familia. Hace unos días le diagnosticaron una enfermedad terminal que es la razón por la que se ha sentido decaído de salud, pero no se lo ha comunicado a Adere, mucho menos a Léa, por lo que ahora teme con mayor razón por el destino que tendrá Léa en caso de él faltar. —Papito de mis ojos —Lo saluda Adere cuando abre la puerta al escuchar el llamado—. Pasa, ¡Qué sorpresa tan agradable temprano! —Lucecita de mis ojos —Le saluda de vuelta—. Buenos días mi amor grandote. ¿Isis aún duerme? —Pregunta mirando a los lados a media que entra a la sala de estar buscándola. —Buenos días papi, si, ni la nombres, quiero que duerma un ratito más mientras me organizo, hoy no iré al despacho, trabajaré desde casa para organizar las transferencias de las propiedades —Le informa Adere. —Por esa razón es que estoy invadiendo tu casa tan temprano hija —Se excusa. —Por Dios papi, sabes que eres bien recibido a cualquier hora, hasta deberías quedarte unos días aquí con nosotros, te hará bien —Le dice Adere por enésima vez. —Ya hemos hablado de ese tema Lucecita, bien sabes que no saldré de mi casa a menos que muera —Baja el tono de voz al pronunciar esta última palabra. —Deja de decir cosas tan feas —Le contesta Adere en rechazo. —Fea o no, es una realidad hija, mira tu madre, con muy buena salud, vino una imprudente y le cegó la vida, que a mí me suceda no será extraño —Insiste. —Ya. Cambiando de tema, ¿qué me ibas a decir de los bienes? ¿Gustas un café? —Le inquiere—. Estaba terminando de prepararlo cuando escuché el timbre. —Acepto una taza, salí de casa sin siquiera tomar un poco —Le explica. —Ya —Acepta Adere—. Ven y me cuentas, lo tomamos en la cocina. Aquiles toma asiento en frente de la mesa que Adere tiene en la cocina mientras ella se dirige a los anaqueles en busca de tazas. Aquiles antes de decidirse a contarle lo que ha venido pensando, entiende que es necesario revelarle a Adere la verdad que lo motiva a tomar la decisión que está a punto de comunicarle. —Adere, lucecita, apresúrate para que tomes asiento, debo contarte algo bastante complejo —Le pide Aquiles en voz ansiosa. Por el tono de la voz y el gesto nervioso de las manos de su padre, Adere entiende que debería dejar lo que está haciendo y prestarle real atención o apresurar su andar en la cocina para evitar que su padre colapse. No lo ha visto bien en los últimos días y teme que presente algo similar a una crisis nerviosa producto de la depresión por la pérdida de su esposa. —Dime papi —Lo alienta Adere a hablar estando sentada al frente de él. Lo ve inhalar el aroma que se desprende de la taza, para luego tomarse un sorbo del aromático y humeante líquido. Hace una pausa, la observa por un rato, con adoración, no al extremo como la que profesa por Léa, pero sí, Aquiles adora a su hija mayor, de eso nadie tiene ninguna duda. —Hija, hace una semana me diagnosticaron un carcinoma prostático, en cuarta etapa —Le explica dejando a Adere atónita, sin poder hablar. —¡Papi! —Exclama sorprendida—. ¿Por qué no nos dijiste esto el mismo día que estábamos juntas? —No tuve fuerzas para darle esta noticia justo el día que estábamos en familia, la única vez en mucho tiempo que las pude reunir conmigo —Aclara. —¡Wow papi! —Vuelve a exclamar Adere dejando sobre la mesa la taza. Perdió las ganas si quiera de tomar el café—. ¡Qué vamos a hacer? Busquemos una segunda opinión papi. —Calma lucecita —Le pide Aquiles manteniendo la tranquilidad que le ha acompañado desde que le dieron el diagnostico—. En mi caso ya no hay nada que hacer. Todo tratamiento que me haga es dinero perdido amor. Aceptémoslo. —Pero, papá siempre hay opciones… —Aquiles la interrumpe. —No pierdas el tiempo, no te desgastes hija, piensa en Isis y tu esposo, ellos te necesitan —Le dice con sabiduría, logrando que guarde silencio—. Aquí la que preocupa realmente, es Léa. Adere si yo falto, tu hermana quedará del todo desprotegida, ella piensa que está del todo libre por allá en Atenas, es mentira. Tengo escoltas siguiéndola en todo momento. ¿Por qué crees que no me ha dado por ir hasta allá a buscarla? Porque sé que dentro de todo ella se ha comportado bien, si es traviesa, fiestera, habladora de más, pero sigue siendo la niña de mis ojos. Con muchos buitres encima de ella, pero los ha sabido espantar. Sé que no siempre será así, y menos cuando se sepa que es una de las accionistas mayoritaria de las acciones de mis empresas. Por eso temo dejarla sola Adere, me duele en el alma partir y no verle una estabilidad. —Papi, me sorprende tu tranquilidad en esto de la enfermedad, y me sorprende más aun que antepongas toda posibilidad de recuperarte o prolongar un poco más tu vida a costa de la seguridad de Léa —Le dice Adere sin fuerzas ni palabras que superen la grandeza del corazón de su padre. —Olvídate de mí —Le exige—. Como sé que por su cuenta ni por sus atributos Léa va a conseguir en menos de seis meses un buen hombre para formar una familia, necesito que me ayudes a conseguir uno entre los isleños que pueda cumplir el papel de esposo de Léa a la perfección. —Pero papá, eso no es tarea fácil, ¿Qué hombre se va a casar así por así con una mujer que no conoce ni ama? —Le pregunta Adere incrédula al éxito de la idea de su padre. —Uno que tenga aspiraciones que vayan más allá de lo económico, aunque este factor vaya incluido en mi propuesta —Responde Aquiles con frialdad. —Ohm, esto será un tanto difícil —Aduce Adere negada a ver un resultado positivo de esto que considera la mayor locura que su padre ha podido plantearle. —Has la diligencia amor, no te cierres, pero eso sí, sé discreta, bien sabes que cuando el río está revuelto es cuando más pescadores aparecen, y aquí no es cualquier pez el que busco proteger —Le recuerda con ternura en la voz—. Es a nuestra niña de los ojos, luz de nuestro existir. Léa se convirtió en una mujer extremadamente millonaria, y eso sin contar con los bienes que va a heredar cuando yo fallezca. Debemos resguardarla desde ya. No quiero dejarla a la deriva, sin saber que hacer con su vida, mucho menos con tanto dinero y poder entre las manos. Sola no sobrevivirá. —Papi, creo que estas exagerando —Adere con temor se atreve a contradecirlo, pues todo lo que a Léa respecta para él es un tema de cuidado—. Aquí estamos Saúl y yo. —Con la vida que lleva Léa, dificulto que la puedas controlar, menos Saúl que solo es su cuñado. Léa necesita algo más que amor, y de eso tiene de sobra entre nosotros. Léa necesita mano dura y carácter, sino se perderá en este mundo de tanta maldad. Con suerte sus sentimientos son fuertes sino no le augurara estabilidad emocional, con eso quedo tranquilo, pero no así respecto a la posibilidad de hacerse una mujer respetable al casarse con un hombre que la represente. Léa no es como tú. Ella no tiene la capacidad de enamorar a ningún hombre. Ningún hombre tendrá la osadía de pedirle matrimonio a una chica con su condición y menos si es tan…, tan.. , —Busca la palabra—, tan ligera en su forma de vivir la vida. Guarda silencio por un rato mientras se toma el café, hasta que lo acaba por completo. —Sé que estas cargada con muchas cosas hija, pero te pido que abras un espacio en tu agenda y comienza hoy a buscar a ese prospecto de hombre que estará destinado a cuidar de la niña de mis ojos desde el mismo momento en el que yo falte —Le dice esto y se pone de pie—. Iré a casa a cambiarme de ropa para ir a la clínica. Hoy comenzaré con los tratamientos. —¡Wow! —Responde Adere impactada, sintiendo un nudo en la garganta por toda la información que en un solo momento su padre le arrojo y al mismo tiempo al ver la tranquilidad con la que se maneja con todo esto, mientras que ella se siente a punto del colapso, siente ganas de llorar—. ¿Quieres que te acompañe? —le pregunta Adere nerviosa. —No es necesario, no pierdas el tiempo conmigo, te repito lucecita, yo ya no tengo caso, ayúdame a proteger a tu hermana —Le pide firme y camina despacio hacia la entrada de la casa decidido a continuar con fuerzas hasta lograr la estabilidad de Léa—. Recuérdalo Adere, a partir de hoy tu hermana está prometida en matrimonio, mentalízate. Así no tengamos aún al candidato, Léa está prometida.
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