Cole Kapsalis

1685 Words
—¿Es cierto lo que me acaban de informar? —Me pregunta Greta la Directora Financiera de mi empresa, al ingresar a mi oficina, tal cual es su personalidad, como un tornado y sin avisar. —¿Qué se supone te dijeron? —Le inquiero en respuesta mostrando fastidio. —Que harás una reunión el día de hoy para delegar funciones —Responde sentándose sobre la esquina del escritorio—. Si piensas hacer eso es porque te traes algo grueso entre manos. —A veces no comprendo tu forma de hablar, si no fueras tan brillante en tu trabajo diría que sigues anclada a la cultura de tu país —Le digo moviendo la cabeza a ambos lados. En todos los años que llevo trabajando al lado de Greta, he visto su valor. Es una excelente profesional, pero a nivel personal es un pequeño desastre. Tal cual son sus raras expresiones es su vida, un revuelo constante. Siempre me he cuidado de este tipo de personas, desordenadas con su vida, y como si la vida insistiera en castigarme las atraigo. Greta llegó a mi vida justo cuando comenzaba a sobreponerme de la ruptura de mi relación con Lisa. Bueno, ¡si a eso se le puede llamar ruptura! Lisa, fue mi novia por muchos años. Nos conocimos en la Universidad. Ella estudiaba arquitectura y yo Economía. Ella proviene de una familia de clase media de Chicago y yo de Mykonos, una pequeña Isla de Grecia. Pese a que teníamos culturas totalmente distintas, el día a día nos fue acercando más y más, gracias a la soledad en la que me encontraba al estar tan alejado de mi familia. Ella me apoyó tanto que de un momento a otro sin preverlo me vi perdidamente enamorado de la rubia de cabellos rizados y ojos azules de Illinois. Era tanta nuestra compenetración que donde estaba uno siempre estaba el otro, nos volvimos inseparables, al punto de que antes de habernos graduado, ya habíamos comprado un departamento donde nos fuimos a vivir sin ni siquiera casarnos. A esto encontramos la oposición de nuestros padres; sin embargo, como aun estábamos tan jóvenes pues ella tenía escasos dieciocho años y yo diecinueve, logramos convencerlos de esperar un tiempo para dar ese tan importante paso. Con la ilusión del primer amor, construimos lo que fue y seria nuestro hogar, nos esmeramos en decorarlo y comprar todo lo que fuera necesario para cuando llegara el momento de dar el paso que tanto anhelaban nuestros padres, y nosotros soñábamos con hacer realidad, pero con nuestro esfuerzo. Mis padres desde siempre fueron miembros de una de las familias más ricas de Isla, fácilmente pude aceptar su ofrecimiento de pagar los gastos de la boda, e incluso del departamento donde Lisa y yo vivimos por cinco años. Se mostraron ofendidos cuando de manera firme, denegué su ofrecimiento. Para el momento en el que me gradué ya había puesto en funcionamiento una pequeña empresa que prestaba servicios financieros a otras grandes empresas, comencé con lo que se conoce una contratista. Como mi mayor sueño era casarme con Lisa y darle la vida de oro que se merecía por ser la mujer que iluminaba mis días, al graduarme comencé a trabajar de manera incansable, solo descansaba los fines de semana. Al hecho de no asistir al trabajo en esos dos días, yo le llamaba descanso, sin embargo, hasta en esos días dedicaba unas cuantas horas a revisar los pendientes de la semana, que al ir creciendo mi empresa llegaron a ser interminables. Lisa si bien trabajaba, era más organizada, pues solo lo hacía en su estudio de la constructora, de la que tres años después de graduada, se hizo socia. Tan encaprichado estaba con la necesidad de lograr la posición económica idónea para dale una mejor vida a Lisa, que me sumergí en el trabajo al punto de no dedicarle el tiempo que tanto ella me reclamaba, y que en el momento no vi que era tan necesario para mantener viva la relación. De un momento a otro Lisa comenzó a salir con la excusa de asistir a eventos organizados por la contratista que requerían la presencia de sus socios, a los cuales asistí si mal no recuerdo a solo dos de tantos que se hicieron interminables los fines de semana, y ni se diga los almuerzos y cenas entre semanas. Pasó de ser la chica tranquila y dedicada a la casa y a mí, a ser el alma de todas las reuniones y eventos sociales que organizaban la contratista y otras empresas con las que luego terminarían firmando contratos millonarios. En ese momento no vi mal en su comportamiento, ya que como siempre me decía, asistir a esos eventos era parte del protocolo previo a las contrataciones y de ahí a las ganancias económicas y el reconocimiento que con ello iba a ganar. Nunca imaginé que detrás de todo esto viniera el mayor de los golpes que la vida me daría. Solo me di cuenta de lo alejado que estaba de ella y de nuestros planes, una tarde de verano del mes de julio, específicamente el catorce, fecha que jamás olvidaré, cuando saliendo de una comida de negocios, en la ciudad de Miami, sorpresivamente la encontré del brazo y prendada de los labios de otro hombre. Ella al principio no me vio. Solo fue consciente de mi presencia cuando tropezó con quien para ese entonces solo era el prospecto a cliente, y hoy día es uno de mis socios, quien se quejó por el descuido de ella y el desconocido, que felizmente ocupaba mi lugar al rodear con sus brazos el cuerpo que por tantos días y noches fue mío. La impresión que ambos nos llevamos fue impactante, pues ella no esperaba verme tan lejos de casa, de la ciudad que ambos decidimos escoger como el asiento principal de nuestra vida de casados, ni yo imaginé que ella permitiera que otro hombre la tocara de la forma en la que el desconocido la venía acariciando mientras la besaba en plena vía pública. Jamás había tenido la oportunidad de vivir un dolor tan profundo como el que ella me hizo sentir en cuestión de segundos, el dolor de la traición. Sus ojos verdes se opacaron en seguida se cruzaron con los míos. Allí comprendí que de parte de ella ya no existía amor; por lo menos no hacía mí. El dolor que viví fue tan fuerte que nada dije ni hice, solo la miré por unos segundos más y excusándome con Ankib, mi acompañante, dejé el lugar y abordé mi auto hasta el hotel donde me había quedado las dos últimas noches, recogí mis pertenencias y volví de regreso a Nueva York. Esa misma noche hice mis maletas y embalé todas mis pertenencias, organicé todo para que estas fueran llevadas a un depósito de alquiler y así emprendí la vida en soledad que me ha rodeado hasta el día de hoy. De esa amarga experiencia han transcurrido once años. —¿Me vas a decir o no que planes turbios tienes? —Me pregunta Greta. —Espera la reunión, así hablaré una sola vez —Le contesto con frialdad. —Cole, a estas alturas somos amigos, creo que soy la única alma pura que ha logrado traspasar ese corazón de hielo —Me acusa. —Bien sabes que no me gusta repetir las cosas —Le contesto en forma tajante, y vuelvo la atención a los documentos que vengo revisando. —Cuando quieres eres el ser más insoportable que puede existir —Agrega Greta con evidente malestar ante mi poca accesibilidad. Ni me molesté en levantar la vista cuando ella salió de mi oficina. Poco me importa si aun permanece aquí o se fue, igual no estoy para perder el tiempo en sus caprichos. Greta es excelente profesional, pero tan cotillera y embrolladora como todas las mujeres de su especie. Al principio me costó aceptar su personalidad, pues no solamente es como dice ella, un alma libre, sino que es de las que si puede noche tras noche asiste a discotecas y eventos sociales. Eso me recordaba constantemente a Lisa, hasta que un día en la soledad de mi departamento me hice la reflexión de que no puedo juzgar a todas las mujeres por el simple hecho de que Lisa no le haya dado valor a la relación que asumió conmigo. Greta no fue ni será mi pareja. De hecho hasta ahora no tengo pensado juntar mi vida con ninguna mujer, y menos sin son de las que son el vivo reflejo de los tiempos contemporáneos, donde todos, hombre y mujeres viven la vida según el día a día. A mis treinta y cinco años, estimo que he visto lo suficiente como para aceptar que debo mantenerme alejado de todo lo que pueda volver a hacerme daño. No odio a las mujeres ni nada que se le parezca, pero temiendo conocer a alguna como Lisa, que aparezca como un ángel caído y termine siendo el demonio disfrazado de traición, prefiero seguir con la vida que me ha hecho medianamente feliz, aunque como dice Greta, amargado y solitario. —Como bien recuerdan desde hace años he tenido la intención de expandir la empresa a otros países, entre ellos, mi país de origen, Grecia —Les explico a los directores de las áreas más importantes de mi empresa—. Por lo que decidí irme para abrir la oficina principal en Mykonos. He decidido designar a Greta como la Directora Gerente que me representará aquí en Nueva York. Esta sede pasara a ser una sucursal y la ofician principal estará en Mykonos. —¿Regresas a tu país? —Pregunta Greta de manera un tanto personal, totalmente aislada de la formalidad que para mí representa esta reunión y lo que pretendo hacer. —Necesito que para finales de esta semana queden organizadas las áreas, el jueves quiero tener sus informes sobre el escritorio, ya que estaré aquí hasta el día lunes próximo —Les informo ignorando la interrogante de Greta y cierro la carpeta que tengo al frente.
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