—Y bien ¿Qué quieren hacer primero? —preguntó Ari pasando su brazo por encima de nuestros cuellos, Anuar hizo un gesto con la boca torcida, dando a entender que le daba igual y yo, yo estaba emocionada, pero tenía que ir al baño primero.
—Vamos al baño, guardamos las cosas en los casilleros y vamos a la montaña rusa, y después al que de deja suspendido, de cabeza, a la casa del terror, al que gira, al de caída libre, ya veremos a qué otro nos subiremos.
Empezamos a caminar por delante, más aprisa pero sobre todo más animadas hacia los sanitarios, con mi novio siguiendo nuestros pasos. Entre a un cubículo para hacer mis necesidades lo más rápido posible, para aprovechar el tiempo que estaríamos en el lugar, la voz de Ari me tomó un poco por sorpresa, pues desde afuera intentaba decirme algo sin saber cómo hacerlo.
—Amiga —musitó mientras daba pequeños golpecitos a la puerta del cubículo—, estoy intentando esto por ti, la verdad, no quiero ver a Anuar, pero yo provoqué un malentendido entre ustedes y sí de por sí estaban mal, no quiero imaginar la consecuencia de mi bofetada. —volvió a quedarse callada unos segundos— Y para serte muy sincera, esto fue idea de mi novio, por que tú sabes que yo no me hubiera disculpado, supongo que soy así contigo por que no quiero que te lastime. ¿Podrías perdonarme?
Salí del baño dispuesta a abrazar a mi amiga de inmediato, ya sea que ella lo hubiera decidido o su novio le hubiera ayudado a encaminarse, estaba aceptando que era a quien yo quería y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por mí.
En verdad todo estaba muy bien y la mayor parte del día nos la pasamos montados en juegos mecánicos, el novio de mi amiga, en cada oportunidad que tenía la tomaba de la mano, aunque parecía que ella estaba más dispuesta a pasarla bien conmigo que con él. Anuar, por su parte, subió a los juegos con nosotros, pero casi no hablaba.
Pensando en que seguía enojado conmigo no le hablaba mucho, intentaba darle su espacio, pero en algún momento me quede a solas con él, le miré e intenté sonreír con franqueza, pero algo dentro de mí continuaba triste, esperando que él fuera quien se disculpará por la forma en la que me había tratado antes.
—¿Te gustaría ir ahora a otro juego? —indagó, afirmé con la cabeza y nos dirigimos a una de las atracciones más concurridas, aunque no la que yo quería.
—No tengo muchas ganas de subir a este, prefiero el Kilahuea. —Ni si quiera me miro pero dijo que sí y caminamos hasta la fila del juego, la espera no debía ser mayor a algunos minutos pero dado a que nosotros no nos hablábamos el tiempo se me iba tan lento.
La atracción era una torre triple, de más de 60 metros de alto, en cuestión de segundos estaríamos suspendidos mirando por completo la cuidad, entre más cerca estábamos de subir más nerviosa estaba por subir. Intentaba distraerme con alguna otra cosa en los alrededores, a lo lejos vi a mi amiga caminando con un peluche que seguramente su novio había ganado para ella en algún juego de feria. Su novio la abrazaba por detrás mientras le besaba el cuello y ambos caminaban riéndose.
«Me encantaría que mi novio fuera así conmigo», suspire al mismo tiempo que apoyaba mi brazo para recargarme en la valla de seguridad y que los veía.
—¿Por qué suspiras? —pregunto Anuar mientras se recargaba al lado de mí y miraba en la misma dirección que yo para saber.
—Pues, estoy nerviosa por subir —mentí—, además estoy pensando en una de las tareas que tengo para el lunes y que mañana tendré que hacer si quiero seguir manteniendo mi promedio.
—Mily, ¿Sabes que odio que me mientas, verdad? —me dedicó una mirada cargada de decepción y se peinó hacia atrás el cabello con los dedos—Te conozco mejor que nadie en este mundo, incluso te conozco más de lo que tú te conoces, y sé que no estas diciendo la verdad.
—Pues no estoy mintiendo, Anuar. Además no quiero pelear. No después de lo de ayer, no hemos arreglado las cosas y la verdad…
—Si no me dices, pensaré que estas suspirando por él. —señaló al novio de mi amiga produciendo que le hiciera un gesto de hastío.
En ese momento un hombre en la entrada nos indicaba a las personas que podíamos pasar al juego, contándonos para que cubrir la cantidad de asientos, a mi me pasaron en un grupo diferente al de Anuar y me sentaron casi en frente de él, en mi bloque había una pareja de novios que no dejaba de tomarse de la mano en cada oportunidad se me hacía tan tierno todo eso que no podía dejar de verlos.
Solo cuando sentí la mirada inquisitiva de mi novio mi vista se aparto para empotrar sus ojos penetrantes, tragué saliva al entender que estaba molesto por que le estaba prestando atención a la pareja vecina, «Seguro piensa que el chico me gusta y que por eso los estoy mirando», pensé.
El chico de staff me ajustaba el chaleco sobre el pecho, regresé mi vista en la dirección que Anuar estaba y sus ojos estaban tan rojos por el coraje que juro que en ese momento, de no haber estado con el chaleco de protección puesto hubiera ido hasta mi dirección y hubiera montado un show como el del bar hacía unos días antes.
El juego se activo antes de que pudiera hacer o decir alguna cosa. No sabía si era la premonición de lo que estaba por pasar con Anuar o si era de verdad la emoción que me generaban los casi 80 kilómetros por hora en los que el juego se desplazaba de forma vertical lo que me ocasionaba esta sensación. Sentía el estómago en la garganta, una presión horrible e inexplicable.
—¡Abre los ojos! —gritó alguien haciéndome salir de mis pensamientos.
Toda la cuidad de México se veía desde esta altura, las nubes en lo alto, sentía que si levantaba la mano sería capaz de acariciarlas entre mis dedos. Los edificios a lo lejos, la gente debajo de nosotros, era impresionante. Ya antes había subido a este juego, pero ahora, me sentía diferente, el sentimiento que evocaba era libertad, cómo si pudiera volar.
Un grito en una voz conocida llamó mi atención, Anuar se aferraba al chaleco de seguridad con mucho miedo, su cara estaba deforme, no recordaba, hasta ese momento que tenía miedo a las alturas, y tampoco entendí muy bien el porqué había subido conmigo.
Los rayos del sol tocando mi piel, el juego girando lentamente para ofrecerme una vista de 360°, las montañas nevadas a lo lejos, el volcán al fondo y de pronto el viento violento golpeando mi piel, mi cabello volando en el vacío y los gritos que escapaban de mi garganta, cargados de emociones diversas, frustración, tristeza, coraje, decepción. Aproveché para sacar todo lo que me estorbaba, dejando en el aire la energía negativa que me rodeaba.
Anuar caminaba delante de mí con premura, hasta que encontró un bote de basura y volvió el contenido de su estómago en el mismo, el pobre estaba más blanco que una hoja de papel y se veía tan desorbitado que parecía que tenía que ser atendido de urgencia.
Aquella escena me daba muchas gracias, pero no podía reírme, ya que solo lo haría enojar aún más, apoye mi mano en su espalda intentando ser de ayuda, ofrecí agua o refresco, pero ni si quiera volteo a verme, seguí ocupado vomitando. Ariadna se acercó a nosotros para ver que era lo que estaba ocurriendo, pero al percatarse de qué Anuar estaba bien empezó a reírse.
—Parece que alguien no soportó. —se mofó— La próxima vez intenta subirte al carrusel a lo mejor ese es más apto para ti o espera, quisa también te marees por las vueltas. —le dediqué una mirada de desaprobación, pero ella seguía riendo al ver a mi novio en esa situación.
—¿Por qué no te callas de una maldita vez, zanahoria? —increpó Anuar.
—¿Te sientes mejor? —pregunté, pero ni si quiera prestó atención a lo que yo preguntaba.
—¿Por qué habría de callarme? ¿No quieres que te haga sentir peor? —refirió Ari haciendo una mueca.
—No seas infantil, roja. Eso no me hace enojar. Solo deja en claro tu inmadurez y tus ganas de llamar la atención, cómo siempre.
Ellos comenzaban a pelear, igual que siempre. El novio de Ari intentó frenarla, parar la discusión que recién empezaba tomándola del brazo, pero era inútil, ellos dos estaban enfrascados en una pelea campal, de nuevo. Ariadna llamaba macho retrógrada a Anuar y éste la llamaba feminista de porquería, una serie de insultos de ambas partes salió a relucir.
—¡Basta! ¡Los dos! Es suficiente. —Me interpuse entre ellos para llamar su atención— Siempre están peleando, parecen animales. —ambos guardaron silencio y revolearon los ojos para terminar con la vita en direcciones opuestas— Amiga, dijiste que harías el intento por mí, que esto servía para demostrarme que me apoyabas.
—¿Eso que quiere decir, Mildred? —Anuar reclamaba una explicación— Estoy esperando que me respondas ¿Es por qué necesitas que tu amiga te de permiso de estar conmigo? Si es por ella por quien siempre hemos peleado, cómo se nota que no te interesa nuestra relación, de verdad, no sabes cómo me arrepiento, tantas veces que mis amigos, mis familia me decían que no valías la pena y todas esas veces los confronté, te defendí, y tú no puedes ponerle un alto a esta entrometida.
—Hey, cuida tus palabras que estas hablando de mí novia. —El fanfarrón se abría paso entre nosotros para encarar a Anuar.
—Yo digo lo que se me pega la gana, ¿Cómo vez? —Anuar respondió llevándose la mano a la nariz para limpiarla.
—Anuar, cálmate por favor. No hagas una escena aquí sí, por favor, detente. No quiero que pelees aquí, no quiero que pase lo mismo que en el restaurante.
—Solo eso faltaba, que ventilaras nuestras intimidades Mildred, yo no sé ni si quiera por qué acepté venir. Es más que obvio que tu no quieres estas conmigo, prefieres a tu amiga, que toda la vida te ha tenido envidia, la prefieres a ella pese a que siempre te defiendo de su hipocresía.
Se dio la vuelta y se fue rápido de ahí, quise seguirlo, pero la mano de mi amiga me detuvo para que no fuera detrás de él. Me estaba volviendo loca y no entendía nada de lo que estaba pasando, sentía mi cuerpo temblar.
—No vale la pena, Mildred. —giré para encarar a Ari pero en su lugar estaba su novio, sosteniendo mi mano e impidiendo que fuera tras Anuar.
Quise soltarme de su agarré jalando mi brazo fuerte y girando para correr tras mi novio pero no lo veía, caminé un poco a la dirección que vi que se había ido y no podía verlo, detrás de mí el fanfarrón caminaba de cerca.
—¿Por qué me sigues? —pregunté.
—No te sigo, estoy buscando a Ariadna, no supe en qué momento se fue, solo que sí tú y yo nos separamos, será más difícil juntarnos después.
Su contestación me pareció lógica, entre los dos podríamos buscar con más facilidad, seguro no tardaríamos en encontrarlos. Caminamos por todo el parque de diversiones, incluidos los baños y el área de comida, pero no había señal de ninguno de ellos. Intentamos marcar a sus celulares sin éxito, nos mandaba directo al buzón de voz.
La noche estaba llegando y algunos juegos estaban cerrando, el parque pronto terminaría su jornada, yo quería seguir buscando, pero era más que obvio que Anuar se había ido. Caminé hasta los casilleros para sacar mis cosas, el casillero de Ari estaba vacío, también se había ido.
—¿Cómo te llamas? —pregunté cuando caminaba a su lado en medio del estacionamiento oscuro, él, igual que yo, tenía el ánimo por el suelo, algo me decía que pasaba algo parecido con mi amiga a lo que yo con mi novio.
—Eso no importa ahora, te llevaré a casa, sube. —señaló en auto pero negué con la cabeza, no estaba de ánimos para esto.
—No, te lo agradezco, pero puedo ir en metro y tomar un camión para llegar a casa. —él me miro con los ojos tristes y no voy a negarlo se veía guapo pero me pareció que al igual que yo necesitaba estar solo, le sonreí y me di la vuelta para irme.
— Por favor, no hagas berrinches tú también… No te dejaré irte sola y no dejaré el carro aquí, sube, por favor. No quiero ir solo. —atendí su petición, y subí al asiento del copiloto después de que amablemente abriera la portezuela para mí—
—¿Tienes hambre? —apenas movió la cabeza— ¿Podríamos pasar por un paquete de cigarrillos? —asintió— ¿No te molestaría que fumara aquí? —no contestó y yo buscaba en mi cabeza un tema del cual pudiéramos hablar, pero no sabía por qué, no tenía ganas de conversar— ¿Por dónde vives tu?
—Sí no te molesta Mildred… —freno sus palabras y respiro profundo, pude notar que estaba a punto de quebrarse su voz— tengo la cabeza revuelta, y no me gustaría hablar, si quieres fumar aquí, puedes hacerlo.
No me sentía incómoda, era raro, entendía a la perfección lo que sentía, era lo mismo que estaba pasando yo en este momento, atendí y comencé a tararear la canción que sonaba en el radio en ese momento “Tu falta de querer” de Mon Laferte, sin esperarlo él empezó a tararear conmigo hasta de a poco a cantar a todo pulmón juntos.