Iris
¿Qué dijo? ¿Qué me fuera? ¿Por qué tiene que gritarme de esa manera?
Mis ojos tiemblan de la bronca e impotencia que me genera todo esto, y para el colmo una lágrima se me escapa; no se si quiera por qué apareció, nunca fui de llorar y justo ahora viene a caer, en el momento más inoportuno que pudo existir.
Avergonzada y con mi orgullo herido, no me queda más que irme sin dar vueltas; salgo sin agregar más nada, resonando la puerta detrás mío.
—Bonito sostén.
Me doy vuelta para ver quién me está hablando, y resulta que es ese grandote licántropo que se estaba comiendo a la supervisora en la entrada.
Después de reconocerlo, miro mi pecho y descubro que aún no me puse la camiseta, y me apuro en vestirme.
—Imbécil —le digo mientras voy caminando de espaldas, a la vez que le levanto mi dedo medio.
—Nos vemos pronto —me dice con una sonrisa maliciosa en su rostro, manteniendo sus ojos en mí como si estuviera mirando a una presa.
Le doy la espalda y empiezo a caminar nuevamente todo ese largo camino hasta la salida. Desde donde estoy puedo ver como Cindy y el resto de la manada se siguen divirtiendo; unos se están dando turnos para encimarse a ella, mientras los demás miran y disfrutan del espectáculo.
Me quedo parada a un lado del grupo, esperando a que se de cuenta de mi presencia.
—Cindy, tengo que irme.
Los lobos se corren un poco para que pueda verme, y al mirarme solo sonríe y luego se despide con un gesto.
—Vete preciosa, o si quieres puedes unirte a nosotros —dice descaradamente uno de ellos, después de olfatearme.
—No, gracias —le respondo, a la vez que lo alejo de mí con cara de asco.
Mientras los demás se ríen de la situación, salgo a toda prisa directo a buscar mi auto.
Pese a que voy caminando entre la gente que se cruza en mi camino sin prestarles atención, esquivando uno a uno a toda velocidad como si fueran seres inanimados, puedo sentir como me observan y cuchichean entre sí; estoy segura de que pueden sentir el olor que emana mi cuerpo.
Luego de conducir como un corredor profesional, finalmente llego a casa y me apuro en entrar como si me estuvieran persiguiendo. Mi cerebro está a punto de estallar de la ira, necesito refrescarme un poco.
Abro la heladera en busca de algo frío, y lo único que hay es una especie de tónico azul; es la primera vez que veo esta clase de bebida aquí. Lo tomo sin sentirle el sabor, y hasta la última gota, no me di ni un minuto para analizar lo que estaba consumiendo; aunque fuera algún tipo de veneno, de la ira y vergüenza que cargo no me importaría.
Me quedo unos minutos con la cabeza dentro del frío aparato, esperando a tranquilizarme, y tras volver en mí cierro la puerta; detrás de ella aparece Roy que no quita su mirada de mí.
—¡Me asustaste! —le digo mientras atajo a mi corazón que se quiere salir.
—¿Qué te pasa? No me mires de esa manera que me da miedo. —no para de mirarme fijamente.
Estiro mis brazos para marcar un límite entre los dos, Roy sigue caminando hacia mi y ya no me queda más espacio para retroceder. De tanto irme para atrás me golpeo con la mesada de la cocina, a la vez que mi torso casi cae sobre la estufa; menos mal mi primo me atajó o me hubiera quemado, puedo sentir el calor que irradia pese a estar apagada.
Quedo reposada sobre sus musculosos pectorales, a la vez que sus manos me sostienen por la parte baja de mi espalda. Su piel fría sobre la mía, hace que me palpite la zona baja y que mis pezones se endurezcan. ¡¿Qué me está pasando?!
Ahora que le presto atención, él también se siente diferente, la manera en la que me está comiendo con la mirada me está prendiendo; puedo ver en la expresión de su rostro que notó mi excitación.
Sin darme el tiempo para negarme comienza a besarme, con un apasionado beso de lengua que me humedece aún más las bragas.
—¡Basta Roy! —le digo despegando mis labios de los suyos, sin cortar el hilo de saliva que nos une.
En verdad no sé qué me está pasando, mi boca dice una cosa, pero mi mente manda a mi cuerpo a actuar de otra manera. Esto no puede estar bien, siempre me negué a estar con él, y pese a que me esfuerzo por no ceder, le estoy frotando mis pechos en el suyo con gran gozo.
Por fin logro correr mi rostro a un lado, pero mis tontos brazos lo atraen hacia mí, como si lo estuviera invitando a que me bese el cuello.
¡Basta Iris! ¡¿Qué te está pasando hoy?!
Vuelvo a responderle el beso, y a la vez que nos estamos hundiendo las lenguas, me sube a la mesada y comienza a manosearme.
Mi cuerpo empieza a sentirse muy caliente, incluso más que con el otro sin nombre, y con un fuerte deseo s****l que brota desde lo más profundo de mi ser. ¿Pero por qué? Eso nunca me había pasado antes con Roy.
—Basta Roy —le repito nuevamente, pero esta vez en un tono seductor; como si se lo estuviera diciendo solo para prenderlo más.
¡Basta Iris, hazlo a un lado! Intento alejarlo pero mi cuerpo no responde.
Dejando el acceso libre a mis pechos, recostada para atrás con mis manos apoyadas sobre la mesada, puedo ver como la cocina da vueltas a mi alrededor; es como si estuviera a punto de desvanecerme...
—¡¡¡Ahhhhh!!!
¡¿Es un gemido?! ¿Qué pasó? ¿De qué me perdí?
Es como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y recién volviera. Perdí por completo la noción del tiempo.
Tratando de entender en dónde estoy o por qué, descubro que estoy aferrada a los hombros de Roy, a la vez que me está penetrando con rudeza; una y otra vez, saca y mete su m*****o hasta el fondo.
¡Qué larga y gruesa la tiene! Ni una vez me había imaginado que la tuviera así de sabrosa.
Un momento... ¿En qué estás pensando Iris? Deberías estar recordando en qué momento pasamos a esto. O por lo menos ¿por qué estás cogiendo con él? ¡¡¡¿Y en la cocina?!!!
Vete rápido mujer...
¡¡¡Despierta de una vez!!!