Capítulo 10: Es ella

1646 Words
Eloy Después de que Cindy se fuera, comencé a leer muy emocionado el enorme libro de historia que me acercó; este trata sobre antiguas leyendas sobre la isla y viejos relatos de los primeros habitantes. Pese a que la lectura era bastante entretenida, ya estaba muy cansado por las pesadas y tediosas clases a las que tuve que asistir. Sin poder evitarlo me quedé dormido... ¡Qué pecado! ---------------- Al recuperar la conciencia, aún sin poder despegar mis párpados, puedo sentir a alguien muy cerca de mi; fue su molesto y pequeño grito lo que interrumpió mi muy merecida siesta. Finalmente logro abrir mis ojos de una manera abrupta, pero mi vista aún no se acomoda; lo único que puedo distinguir de una manera borrosa, es el rostro de una mujer casi pegado al mío. Está tan cerca de mi que parece que pretende darme un beso; si llegara a ser Cindy estaré muy enojado. Después de unos segundos cae sobre mi regazo. Con el impacto de la caída mi vista termina de acomodarse, permitiendo que pueda reconocerla. —¡Es ella! —exclamo en mi mente... Sigue siendo tan hermosa como la última vez que la vi. ¡No! Ahora lo es mucho más. Después de tanto tiempo esperando verla, aunque sea una vez más, ahora aparece frente a mi como si nada. Pese a los años que pasaron, puedo recordar en detalle aquel día en que nuestras vidas se cruzaron por primera y única vez. Desde que tengo conciencia, siempre he tenido un mal carácter, y eso me llevó a meterme en problemas en más de una ocasión. Mi último año de preparatoria coincidió con un aniversario importante de Ínsula. Para conmemorarlo, se organizó un enorme encuentro masivo de jóvenes, con el fin de mejorar la relación entre especies. Los estudiantes de todos los institutos de la isla, tuvimos que asistir a una jornada de "inclusión". La idea era fomentar una mayor estabilidad y compañerismo entre la nueva generación, y de esta manera progresar un poco más; aunque el evento en sí no me impresionó en lo más mínimo, lo menciono porque debido a este la conocí. Ese mismo día, un grupo de estudiantes de otra preparatoria se estaba metiendo con un niño de la nuestra, y como se trataba de unos cazadores, nadie intentó detenerlos. Gracias a mi indomable mal carácter, no pude mantenerme callado y me burlé de lo cobarde que eran; y como era de esperarse no les gustó para nada. Comenzamos una intensa y sangrienta pelea, y todos quedamos muy mal heridos; pero pese a que yo quedé peor que ellos, puedo decir a mi favor que me superaban en número. Estaba tan cansado ese día, que no me tomó mucho tiempo quedarme sin fuerzas; lo que por cierto les facilitó el trabajo. Tirado y sucio en el suelo, con mi rostro hinchado y bañado en sangre, los cinco me dieron unas buenas patadas sin reducir la intensidad; por un momento creí que no viviría para contarlo. Mientras me seguían golpeando, pude ver la figura de una niña que se estaba acercando a nosotros. Tan inocente como aparentaba su presencia, pensé que se asustaría y luego pediría ayuda, pero fue todo lo contrario; con una bocaza más grande que la mía, se burló de este grupo. Después de que la pequeña lastimara sus egos, dejaron de golpearme, y esta se hizo a un lado con su mano extendida, señalando el camino de regreso al centro. Lo que más me sorprendió de todo eso, fue que los granujas no le hicieron nada, y que se fueron en fila sin decir ni una palabra. Solo después de que estos terminaran de irse, me prestó atención, y tratando de ver mis ojos, se acercó a mi. —Que lastima. Parece que eras bastante bonito —dijo mientras levantaba mi rostro, a la vez que lo miraba detenidamente. Al soltarme sonrió con algo de malicia, lo cual lejos de molestarme me gustó. Luego se levantó y comenzó a caminar con la intención de irse, pero antes de hacerlo se detuvo a unos pasos de distancia. Dándome la espalda, se quitó la camiseta que llevaba puesta, y volteando su cuerpo levemente, me la lanzó. —Ten, —atinó a decir mientras la camiseta estaba en el aire— límpiate. Sería una verdadera lastima que te queden marcas —agregó antes de continuar su camino. Y tras sus últimas palabras se marchó sin mirar atrás. Puede que no sea una escena muy digna de recordar, un joven adulto tirado en el suelo siendo golpeado, y una niña salvándolo. Sin embargo, la actitud y la manera en que lo hizo se quedaron grabadas en mi memoria. Desde ese día no pude dejar de pensar en ella, ni uno solo de los que le siguieron. La busqué por mucho, pero mucho tiempo, y por todos lados. Recorrí cada uno de los establecimientos educativos de toda la isla, pero no pude dar con ella ni una sola vez. El único lugar en el que no tuve la oportunidad de buscarla, fue en el asentamiento de cazadores; una especie de barrio privado en el que solo habitan los descendientes de esas viejas familias. Aunque merodeé por sus alrededores, no tuve la oportunidad de coincidir con ella; era una zona muy grande como para poder cubrirla yo solo. Con el tiempo la fui olvidando, o eso creí. El año pasado, en varias de esas tantas veces que vine al campus, me pareció haberla visto, pero en todas resultó que se trataba de otra persona un poco parecida. ¿Y ahora que dejé de pensar en ella aparece frente a mí? No es que no esté feliz por este hecho, pero no sé que hacer o como reaccionar. A la vez que estoy perdido en mis propios pensamientos, se levanta con rapidez. Parada frente a mi, un tanto avergonzada, parece que está tratando de decirme algo que no puedo entender. Mi mente está en blanco, no sé que hacer o que decir, no puedo ni razonar. Cuando logro volver en mi, ella ya se está dando vuelta, quiero detenerla y evitar que se vaya, pero no me sale ni una palabra. ‘¡Vamos Eloy! ¡Eres un cobarde!’ Por suerte no se fue, se quedó al lado de ese mueble viejo. Sin prestarme atención, saca uno a uno los libros mientras los limpia, y luego los deja sobre uno de los carritos; a la vez que finjo que estoy leyendo, mirando de reojo cada uno de sus movimientos. Se me hace muy tierna y sensual la manera en la que está, su pose completa deja que pueda ver en detalle el monumento de mujer en el que se convirtió. Vestida con un pequeño y ajustado short de jean, se para sobre las puntas de sus pies, tratando de llegar a la última repisa. Con una mano agarrándose del mueble y con la otra totalmente estirada, hace que su camiseta se levante, dejando al descubierto su delineada cintura. En un momento pierde el equilibrio, y se sostiene con fuerza para no caer, desbalanceando el estante vacío y provocando que las cajas de la superficie caigan; de las cuales una de ellas parece ir directo a sus hermosas facciones. Me apuro en cubrirla, devolviendo sus palabras en mi interior: "Sería una pena que le queden marcas". Pegándola a mi, con una de mis manos en su cintura desnuda, y la otra sobre su espalda, sus pechos terminan aplastados sobre mi tórax. Incluso con su ropa y la mía de por medio, puedo sentir lo grandes y suaves que son sus senos; pondría mis manos en el fuego asegurando que son naturales. Puedo ver que la situación la puso incómoda, y que mis muy poco certeras palabras no fueron de mucha ayuda. "¿Estas bien?" ¿Qué es eso? ¿De tanto leer se me atrofió el cerebro o qué? ¿Eso fue lo mejor qué se me pudo ocurrir? Solo me queda ayudarla tranquilamente, esperando una oportunidad para por lo menos preguntar su nombre. Trato y trato, pero no me sale palabra, mis movimientos están restringidos a seguirla en silencio. Nos quedamos así por un buen rato, hasta que una ligera brisa entró a está aislada habitación, empujando su aroma hacia mi. ¿Qué jabón usará? ¡Quisiera lamerla toda! Entre libro y libro, se corta uno de sus dedos y comienza a sangrar. Su sangre se ve tan brillante y roja que me tienta probarla. Pese a haber estado frente a mayores caudales de sangre humana, ni una vez me sentí atraído, y menos de esta manera. Puedo percibir como su olor me está llamando, inundando hasta los más bajos de mis sentidos; de imaginarme a lo que sabe mi piel se eriza. ¡Que perfectas y deliciosas se ven esas gotas de sangre! Nunca había sentido tal deseo por la sangre humana. ¿Se la está llevando a la boca? ¿Estará mal si lo hago por ella? No puedo aguantarlo más, es como si el más primitivo de mis instintos quisiera tomar el control de todo mi cuerpo. —¡Ah! —escucho muy bajito mientras le estoy lamiendo el dedo con un placer inexplicable. ¿Ah? ¿Fue un gemido? Mi mente está hecha un lío, son mis instintos los que están dirigiendo la embarcación. Estoy absorbiendo de esta exquisita sangre, como si no hubiera comido en meses, al mismo tiempo que mis manos van tomando vida propia. Lentamente van bajando sobre la superficie de su camiseta, que por cierto le queda bastante suelta, hasta acariciar su suave y delicada piel. Con una mano sobre su tierno abdomen y con la otra bajo su sujetador, la aprieto sobre mi cuerpo a la vez que ella frota sus glúteos sobre mi pelvis. Me temo que ya no podré detenerme…
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