Iris
El salón y las estanterías parecen infinitas, pero después de un buen caminar, finalmente llego a la única puerta que está en esta dirección; la cual por cierto me señaló la supervisora.
A primera vista parece ser de una madera muy vieja, como si estuviera casi podrida, da la sensación de que se romperá solo con girar la perilla; pero no es necesario forzarla, al acercarme un poco más puedo ver que está entre abierta.
Entro despacio y con cautela, las luces están prendidas, parece que hay alguien en el interior; inclino mi cuerpo ligeramente para ver desde la entrada si es así o no. Al caminar un poco más puedo ver que hay un hombre sobre un puff, durmiendo con un enorme libro en su regazo, bajo una luz amarilla que titila.
—¡Oh! —me tapo rápido la boca para no despertarlo; me sorprende ver que se trata de él.
El año pasado, unas semanas antes de que terminara el segundo semestre, lo vi pasar por los pasillos de mi aula en más de una ocasión. Al verlo a través de la ventana junto a mi pupitre, su caminar siempre me dejaba hipnotizada, no podía concentrarme en esa clase por estar pendiente a él.
Me parecía hermosa la manera en que la luz del atardecer lo iluminaba por su lateral, resaltando toda su silueta, como un faro sobre un modelo en pasarela. Como si estuviera en cámara lenta, podía apreciar cada uno de los gestos que hacía cada vez que pasaba junto a mi; al correr su lacia cabellera negra, al morder su labio inferior, pero de todas mi favorita era cuando sonreía al saludar.
Traté en más de una ocasión salir tras el, pero los profesores en esta universidad son muy estrictos, ni una vez me dejaron hacerlo.
Un tiempo dejó de venir y no podía verlo por ningún lado, pese a que me quedé por horas en el campus no pude cruzarme con el ni una sola vez; solo me gané varias regañadas por parte de Mirta.
Por suerte, uno de esos días en que me mandaron por unas planillas a la secretaría, tuve la oportunidad de verlo de reojo; corrí para alcanzarlo, pero no llegué.
Después de clases volví a recorrer el lugar por donde lo había visto, y lo único que había en esa dirección era la biblioteca. Entré con la esperanza de que me pudieran dar alguna información sobre el, pero nadie supo entender las referencias que daba; habían muchos con las mismas características o similares. Pero no todo fue en vano, ese mismo día era el último de una convocatoria para ayudantes.
¡Qué de vueltas que da el destino!
Por él es que pude dar con este buen empleo; con una buena paga por pocas horas. Y ahora es este mismo el que me llevó de nuevo hasta él.
Recostado sobre la pequeña mesita de madera a su lado, y su cabeza apenas sostenida por su puño, más todo el conjunto a su alrededor y su pose, hacen que parezca una verdadera obra de arte; teniéndolo tan cerca de mi, no puedo evitar observarlo como si fuera una escultura.
La tenue luz que lo ilumina hace que su delicada piel de porcelana, tan suave y tersa, me tiente tocarlo; como quisiera encontrarle algún defecto, no puedo seguir admirando su belleza tan tontamente.
¡Es muy bonito!... Menos mal esta dormido o esta sería una situación muy incómoda.
Me digo a mi misma que '¡Basta!’ que ‘ya no puedo seguir así', pero al ver sus carnosos y brillosos labios tan de cerca, pierdo el control de mi misma; hace unos segundos lo estaba apreciando a unos pasos de él, y ahora estoy a punto de besarlo.
¡Iris! ¡Por favor mujer!
Cuando estoy a milímetros de él, abre los ojos inesperadamente, haciendo que me quede congelada sin saber que hacer. Quedo atrapada en el encanto de sus preciosos ojos, esos encantadores ojos celeste cristal de vampiro.
¡Ay, tonta!
Espabilo y trato de irme, pero mi equilibrio me traiciona y caigo en sus brazos.
—¡Lo siento mucho! —le digo mientras trato de levantarme apurada.
Sin decir nada, solo sonríe y me ayuda; el suave roce de sus manos sobre mis brazos, me produce una deliciosa descarga en todo mi cuerpo.
Pese a la vergüenza que siento por toda la situación, estaba agradecida de tener la oportunidad de presentarnos, pero al saludarlo solo respondió con una cortés sonrisa y siguió leyendo su libro.
¡Genial! Ahora debe de pensar que estoy loca.
Decepcionada por como fue mi primer impacto en el, empecé a limpiar como dijo Cindy.
A la vez que voy retirando los libros de las repisas, mi mente divaga con toda clase de pensamientos deprimentes. No se como arreglar este mal primer encuentro.
Si por lo menos no hubiera sido tan tonta, al menos tendría la oportunidad de seguirlo observando en detalle.
Mientras sigo toda desganada y avergonzada, me estiro para bajar los libros que están en la última repisa; siempre consideré que tenía una buena altura, pero en este momento me siento patética por no poder llegar cómodamente.
—¡Un poquito más! —digo para mi misma por lo bajo.
Para alcanzarlos tengo que sostenerme de las repisas continuas, quedando apenas en puntitas de pie. Mi distracción y esta incómoda posición, hacen que pierda el equilibrio y tironee del mueble casi vacío, provocando que las cajas de la superficie comiencen a caer dirigidas a mi cabeza.
Sin contar con el tiempo suficiente para escapar, priorizo proteger mi rostro del impacto; al girar un poco puedo verlo sentado mirándome, pero en un pestañeo desaparece.
—¿Chinches? ¡¿Quién en su sano juicio tendría tantas chinches juntas en una biblioteca?! —se queja mi voz interior, mientras veo caer la lluvia metálica.
Las chinches caen de punta a mi alrededor, pero pese a la enorme cantidad, ninguna de ellas choca contra mi; no siento que ninguna me esté tocando.
Cuando la lluvia cesa, levanto un poco la mirada y allí está el.
El hermoso chico que estaba sentado en el sofá, ahora está a mi lado cubriendo mi cuerpo con el suyo; no era necesaria tanta protección, pero desearía que estos segundos fueran eternos.
—Gracias —es lo único que me sale decir.
—¿Estás bien? —me pregunta, después de volver en sí.
Dándome algo de espacio, levanta su brazo para acomodar su cabello en una secuencia clásica, pero muy sensual y delicada: pasa su mano por su cabeza arrastrando sus dedos, desde su frente hasta la nuca.
—Si, no te preocupes —le sonrío y luego me dispongo a juntar las chinches una a una.
—Espera, te puedes lastimar —dice con una voz muy dulce, a la vez que me ayuda a levantarme.
Con cuidado va caminando entre las puntas, dirigiéndose a un rincón de la habitación donde no puedo verlo, y luego vuelve en unos segundos, trayendo con sigo una escoba y una pala. Al acercarse, sin decir nada, comienza a barrer con calma, para no levantar el polvo acumulado en el suelo.
—Gracias —le digo nuevamente, y una vez más no responde nada.
Su repetido silencio comienza a ponerme algo nerviosa, provocando que mis movimientos se vuelvan bastante torpes; tal es así que al intentar poner la caja en su lugar, casi hago un nuevo desastre.
Antes de que la lluvia metálica se repita, se apura en darle el último empujón por mi espalda, dejando su cuerpo casi pegado al mío.
Pese a que haya o no haya sido su intención, al pararse abruptamente detrás de mi, sus mejillas rozaron las mías y su cuerpo cayó ligeramente sobre el mío; pero al notarlo se separa sutilmente, dejando su pelvis a unos pocos milímetros de mi trasero. Ahora está tan cerca de mi, que puedo sentir su agitada respiración pasar entre mi cabello y mi oreja, erizando toda mi piel.
Después de evitar otro accidente se dispone a tomar distancia, pero al intentar separarse algo lo detiene a medio camino, y por unos segundos se queda frotando su nariz sobre mi cabeza; específicamente entre las hebras de mi cabellera.
Percibir la manera en la que está consumiendo el oxígeno que me rodea, tan profundamente como si tratara de inhalar mi esencia, hace que me sumerja en el deseo y la lujuria.
En esté momento casi se podría cortar con tijeras la enorme tensión s****l que hay en el aire.