Capítulo 20: Un atrevido “primer encuentro” Parte II

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Eloy ¿Qué te pasa Eloy? ¡¿Otra vez fuiste a verla?! ¿Por qué te torturas así? Luego de echarla de esa manera, no pude reconciliarme conmigo mismo, una fuerte opresión en el pecho me torturó por mucho, pero mucho tiempo; nunca me había sentido de la forma en que ella me hizo sentir. Cuando llegamos a la cima casi a la par, me dejé llevar por el placer y la lujuria que ella despertaba en mí; provocando que mis colmillos se expusieran por sí solos. Mi mente estaba tan fuera de mí al morderla, que creí que no podría detenerme; el olor y el sabor de su sangre en abundancia eran insoportablemente embriagantes, e hicieron que pierda todo el control de mis sentidos. Fue gracias a su caliente goteo sobre mi frío cuerpo que pude volver en mí; de no haber sido por esa pequeña molestia, tal vez las cosas estarían peor de lo que ya están. No sé de dónde conseguí fuerzas, pero logré separarme y pedirle que se fuera; hice todo por no perder los estribos en su presencia, pero ella no quería escucharme y yo temía enloquecer. Traté de ser lo más cordial que me permitía el estado en el que estaba, pero ella no me hacía caso y seguía insistiendo; tenía mucho miedo de volver a perder el control de mi mismo y lastimarla más de lo que ya lo había hecho. Cuando por fin salió se terminó cruzando con Tadeo, quien desde que nuestros cuerpos comenzaron a prenderse estuvo tras la puerta, escuchando todo lo que pasaba en ese cuartito viejo; en su momento no le di importancia porque solo quería prestarle toda mi atención a ella. Por lo que dijo al verla salir, puedo estar seguro de que lo agresivo de mis palabras la hicieron llorar, y al entender eso mi corazón sufrió una fuerte punzada, tan fuerte que creí que moriría. Parado solo en ese pequeño pasillo, petrificado con sangre aún goteando de mis colmillos, me quedé allí ensimismado. Quedé atrapado en mis propios pensamientos y temores, o por lo menos fue así hasta que Cindy vino a decirme que ya era hora de que cerrara el lugar; cuando me vio así me preguntó asustada que qué me pasaba, y en vez de responder me fui rápido sin decir ni una palabra. Sé bien que hoy en día la mayoría piensa que somos unos mojigatos, y puede que en parte tengan razón, pero todo tiene un por qué. En un principio, luego de que nuestro clan principal comenzara su nueva vida en esta isla, los vampiros trataron de mantener nuestras viejas tradiciones, pero eso se les complicó; con el tiempo se dieron cuenta de que era peligroso hacerlo, dado que aumentaba su frenesí. Tras cada solsticio de primavera, se solía organizar un gran encuentro entre todos los vampiros; no importaba si eran mestizos o convertidos, no se hacía diferencia dentro de los niveles de nuestra especie. En ese masivo evento, luego de unas charlas y rituales aburridos, comenzaban a circular copas de sangre humana; de una mujer virgen en preferencia, ya que según nuestros ancestros era la más deliciosa y “especial”. Pese a que contaban con la ausencia de sed, sus cuerpos aún estaban sometidos a una especie de abstinencia, y todavía se estaban depurando de los restos de su pasado; consumir sangre humana de golpe los afectaba y los interrumpía en su limpieza, haciendo que continuamente volvieran a empezar, creando un insoportable circulo vicioso. Por largos periodos perdían el control de sus acciones; algunos se hundían en lujuriosas orgías descontroladas y otros recorrían la isla atemorizando a la población, incluso varios llegaban al punto de intentar cazar jóvenes de esta isla. Los continuos arrebatos que provocaron esos encuentros, les ganaron una visita especial de la anciana fundadora; completamente noqueados, todos y cada uno de los vampiros de Ínsula, amanecieron inmovilizados en la antigua caverna. Se les dijo que si cualquiera de nosotros llegaba a herir de muerte a alguno de sus humanos, o alguno de sus descendientes, echaría de la isla a cada uno de nuestros miembros con el sol en auge, y que si en su momento no nos vamos sin hacer escándalo, le daría luz verde a los cazadores para exterminarnos. Desde entonces empezamos a vivir en pequeñas facciones, y cada una de ellas sigue sus propias reglas; cualquiera puede hacer lo que se le antoje mientras que sus acciones no afecten al resto de la especie. En el caso particular de mi familia, seguimos consumiendo sangre humana ocasionalmente, pero solo en algunas fechas importantes y en muy pocas cantidades, como en la conmemoración de nuestros ancestros por ejemplo. Nuestros ojos cambian ligeramente de color como les suele pasar a todos cuando consumen de esta sangre, apenas por unos segundos y ni una sola vez llegamos a perder el control. Mientras recorría el camino del campus a mi casa, afortunadamente no había nadie a mi alrededor que pudiera percatarse de mi estado. Al llegar a casa me encerré directamente en el sótano, sin siquiera saludar a mis padres, pero la ventana de la cocina estaba abierta y ellos estaban allí desayunando; me temo que el hedor de la sangre les advirtió de mi llegada, porque aparecieron en mi habitación en un pestañeo. —¿Qué es ese olor? —preguntó mi padre, olfateando la ropa que traía puesta. —¿Es sangre humana hijo? —dijo mi madre preocupada. —Si madre, lo siento… —no pude terminar de hablar. —Tus ojos… ¿Por qué siguen de ese color? ¿Hace cuánto que la consumiste? —me interrumpió mi padre, mirando con preocupación el estado de mis ojos; como si esperara a que vuelvan a la normalidad en cualquier momento. —No lo sé, hace más de una hora aproximadamente —respondí. —¡Es imposible! ¡Aún si hubieras terminado con una virgen tú solo, no debería durar tanto! —dijo mi padre exaltado. —Lo sé, pero les juro que apenas fue una mordida. Consumí muy poca cantidad de sangre, no llenaría ni una taza de té. El miedo volvió a invadirme, me preocupaba que me tuvieran que repudiar para salvar al resto de la especie, pero en vez de eso comenzaron a hablarme amablemente, más de lo normal; de mi madre no era algo nuevo, pero que también mi padre exhiba un lado así me sorprendió. —Cuéntanos todo, tal y como pasó hijo. Por favor... —dijo mi madre, a la vez que sosteniendo mis manos me llevó a sentarnos al borde de mi cama. Mi madre se esforzaba por mantener la calma, era mi padre el que parecía fuera de sí; nunca lo había visto comportarse de esa manera, estaba ansioso y preocupado, tanto que no se podía mantener estable. Mientras que con mi madre nos acomodamos al borde de mi cama, mi padre se mantenía inquieto sentado en el sillón giratorio de mi escritorio, el cual estaba frente a nosotros. —Pero fuera de eso… ¿Tú también consumiste sangre humana? —le pregunté a mi padre. —¡¿Qué quieres decir con eso?! —respondió enojado. Puede que haya pensado que trataba de distraerlo, o quizás fue el hecho de que estaban preocupados por mí, pero no se habían percatado de que mi padre también tenía los ojos grises. —Cuando me estabas olfateando me pareció ver un cambio, y ahora que puedo verte mejor lo puedo confirmar, pero lentamente están volviendo a la normalidad. Madre, mira… ¿No te diste cuenta? —¿Estás seguro de eso? —preguntó mi padre escéptico. —Si, cariño. Aunque ya están volviendo a la normalidad, aún tienen algo de plateado en el centro. Se apuró en tomar el espejo que estaba sobre mi escritorio y se acercó a donde la luz del sol llega cerca de las escaleras, y luego de guardar silencio por unos segundos, manteniendo su espalda frente a nosotros comenzó a hablar.
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