Bienvenidos a Ínsula, Iris Jones (Obsesión)

Capítulo 21: Una humana especial

Eloy

—He escuchado leyendas al respecto cuando era niño; mi abuelo nos contaba historias a mi hermana y a mí antes de dormir, las mismas que le contaba su abuelo a él. “Si oyes una canción que no puedes olvidar, no intentes conocer su origen”, era lo que siempre nos decía.

Tras decir estas palabras se acercó a nosotros, primero se volvió a acomodar en mi sillón y luego continuó.

—El hermano del abuelo de mi abuelo, y otro grupo de vampiros de aquella época, navegaban en busca de nuevas tierras cuando encontraron a unas bellas humanas varadas en un viejo barco. Estaban cantando una canción de despedida cuando dieron con ellas, creían que morirían y por eso trataron de desahogar su dolor con una triste canción; fue esta misma melodía la que atrajo a nuestros ancestros. Tras volver de su viaje ya no eran los mismos, estaban obsesionados con esas jóvenes que dejaron en el muelle antes de regresar a casa.

—¿Y entonces? —preguntó mi madre, reduciendo las pausas que mi padre hacía.

—Uno a uno fueron desapareciendo, …

—¡No me refiero a eso! ¿Te pregunto qué tiene que ver eso con nuestro hijo? —volvió a interrumpirlo, estaba muy preocupada por mi estado.

—Es a lo que voy Margaret…

—Tranquilos, continúa padre.

—El abuelo de mi abuelo tenía miedo de que le pasara lo mismo a su hermano, él y su hermano mayor se encargaron de mantener vigilado al más pequeño, pero cansados de verlo tan destruido, dejaron que salga y lo siguieron; este se quedó a un lado de las costas esperando aturdido mirando hacia el océano. Apenas unos minutos antes de que el sol saliera, una mujer muy hermosa apareció de la nada y el hermano menor se lanzó a sus brazos; esta lo dejó morderla y lo entretuvo mientras amanecía. El mayor corrió tras él para salvarlo de la exposición, pero el olor de la sangre lo atrapó y debido a que el sol ya estaba saliendo, al abuelo de mi abuelo no le quedó más que resguardarse hasta que volviera a anochecer; para cuando pudo salir, ambos hermanos estaban hechos cenizas. Al volver a su casa, tanto él como el resto de los hombres del clan tenían los ojos grises; de no haber sido por sus mujeres que los atajaron, todos esos vampiros hubieran ido tras la sangre en pleno día.

—¿Pero por qué? —pregunté, estaba sumergido en su historia.

—No lo sé, los antiguos libros hablaban de una especie de humanas especiales; su aroma, su apariencia y sobre todo su sangre, todo de ellas generaba adicción en los hombres. Durante aquella época no solo fuimos afectados los vampiros, los licántropos y humanos también perdieron mucha gente.

—¿Y ahora? ¿Qué sucederá con nuestro hijo? —preguntó mi madre asustada.

—¿Qué pasó con nuestros ancestros? —quería que continúe con la historia, me interesaba más de lo que me importaba mi situación.

—El aroma de esa sangre los torturó los siguientes días; uno a uno los grandes guerreros del clan fueron desapareciendo. Al abuelo de mi abuelo no le quedó más que buscar otro escondite para las mujeres y niños que aún dependían de él. Fue así como nuestro clan cayó en las trampas de los cazadores; el nuevo jefe aguantó cuanto pudo hasta que llegaron aquí, luego de que nuestro clan se estabilizó en la isla, una noche cualquiera se despidió de mi abuelo y desapareció.

—¿Qué quieres decir? Entonces… ¿Qué pasará con Eloy? —vuelve a insistir mi madre.

—No lo sé Margaret, no lo sé.

—¿Y ahora qué haremos Ronald?

Mi madre estaba desconsolada, me abrazaba entre sollozos y lágrimas. Mi padre solo se cruzó de brazos, manteniendo su mirada con pena y preocupación puesta en mí, a la vez que le temblaban las piernas de los nervios.

Por unos cuantos minutos nos quedamos los tres en silencio, pensando cada uno por su cuenta; ellos se veían bastante preocupados por mí, mientras que yo me lamentaba no poder estar con ella.

Si tan solo no la hubiera vuelto a ver, ahora no estaría sufriendo por la idea de que no podrá pasar más nada entre los dos; a veces guardar algo de esperanzas es mejor que la realidad.

Luego de que mi conciencia terminara de autocompadecerse, recordé que en uno de los antiguos manuales de la biblioteca, leí una historia similar a la de mi padre. Era un diario escrito por un vampiro que encalló luego de la fundación de Ínsula; allí explicaba la existencia de un tipo de humana especial, una cuya sangre volvía dependiente a los vampiros que la probaran.

Cuenta que uno de los miembros de su clan se cruzó con una de estas humanas, y que pese a las advertencias de su líder continuó manteniendo el contacto con esa mujer. En una de las tantas veces que tuvieron intimidad, perdió el control y la succionó hasta dejarla seca, y luego de acabar con ella se expuso a la luz del sol para terminar con su vida.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó mi padre, rompiendo con ese silencio incómodo que había en mi habitación.

En verdad fue un día de muchas primeras veces; mi padre nunca me había preguntado si tenía alguna opinión en nada, siempre dictaba lo que sucedería y punto.

Decidí que lo mejor era mantener la distancia, y que debía concentrarme en superarla lo antes posible. Puede que no tenga la mejor relación con mis padres, pero estoy seguro de que ninguno soportaría perder a su único hijo; tal vez no me haya atraído con su canto, pero si fuera una simple humana o quizás una cazadora pura, su sangre no nos hubiera afectado de esa manera a ambos.

No importó cuanto traté de buscarle la vuelta, era una humana especial al igual que en los relatos; ya sea que ella terminara destruyendo mi vida, o yo acabando con la suya, no había manera de que pudiéramos mantener un futuro estable juntos. Y aunque fuera un suicida y decidiera estar con ella pese a todas las advertencias, no podía arrastrar conmigo a toda la especie; si resultaba que era una descendiente de los humanos nativos, todos los vampiros seríamos destruidos o expulsados sin más de estas tierras.

Creí que no debía ser tan egoísta como para pensar en mis propios deseos; no podía darme el lujo de dejar que el “amor” me segara.