—Es la mejor habitación que tenemos en las afueras de Tennessee —comentó un anciano con semblante cansado al traspasar el umbral de un motel de carretera. —¿Y en Tennessee no conocen el jabón? —inquirió Ellie, repulsiva ante la vista. Uní los brazos a mi cuerpo y rodé la mirada por cada esquina. Estaba inundada de motas de polvo, desde el techo hasta el suelo. La habitación era pequeña, oscura como la boca de un lobo y con un olor de desconocida procedencia. Solté un gemido al ver una araña subir por mi bota derecha. Pateé el animal con todas mis fuerzas y pisé contra el tapete rojo. Vomitaría si continuaba dentro de ese lugar. —Si esto es lo mejor, no me quiero imaginar lo peor —emití en tono jocoso. Deambulé y sentí el vómito subir por mi garganta. Caminé hasta una de las repisas y a