Cuando el reloj marcó las doce de la noche, las luces del auto enfocaron una persona en la entrada del rancho; esa misma persona abrió el portón e indicó el espacio donde estacionar. Era un lugar lo bastante alejado para no distinguirse desde la entrada principal, y aunque no quería pensar que era una invitada no deseada, eso fue lo que Nicholas me hizo sentir. Aunque, si era sincera, creí que no querría alertar a su padre sobre la mujer de turno que llevaba al rancho para sus fechorías. Atraje una inmensa bocanada de aire antes de bajar del auto, reverberarme por última vez en el espejo retrovisor y sentir como mi impetuoso corazón pretendía salirse del pecho. Mi tórax se abombó como globo de helio y lanzó con violencia vigorosa espesa sangre por mis venas, ansiosa de unirse a un cue