Capítulo 6.2

1656 Words
Desde que Shiro despertó la mañana del día anterior sintió una incomodidad cuando asentó el pie derecho sobre el suelo. Esta sensación se hizo más notoria cuando empezó a caminar, pero al tener ganas de ocuparse en el baño pensó que de seguro era porque quería evacuar su intestino, así que no le dio importancia. Durante las primeras horas de la mañana, cargando los grandes fajos de periódicos, pudo percibir que lo incómodo se convertía en un dolor que solo pasaba cuando dejaba de apoyar su peso sobre la pierna derecha, así que empezó a levantarla ligeramente cuando no tenía que caminar. Después de hablar por teléfono con Kazumi empezó a realizar la limpieza diaria que hacía a los ambientes del restaurante. Cada vez que se agachaba o cargaba peso sentía una fuerte punzada que empezaba en la parte baja de su vientre que se extendía hacia su pierna derecha. Shiro imaginó que de seguro era por un mal movimiento que ejecutó al cargar los periódicos, convencido de que el dolor era por alguna contractura muscular, de la cual se haría cargo cuando terminara de repartir los pedidos de sake, antes de ir a encontrarse con Kazumi. Al terminar la limpieza, salió hacia su tercer y último trabajo del día, pero empezó a sentir que perdía fuerza y el dolor aumentaba. Tras terminar el trabajo de repartir sake, Shiro ya no podía asentar el pie derecho sobre el suelo porque cuando intentaba estirar la pierna sentía un dolor extremadamente agudo. Antes de empezar a prepararse para ir a la boletería del cine donde se encontraría con su amada Kazumi, Shiro se echó sobre la cama y trató de relajar los músculos de la pierna que le dolía, pero no fue posible. Pocos minutos después empezó a tiritar y a sentir mucho malestar: empezaba a tener fiebre. Al querer ir al baño para alistarse para su cita, porque como sea llegaría a la boletería de ese cine, no pudo dar un paso y cayó estrepitosamente al suelo. Al querer levantarse el dolor que partía de su abdomen y recorría la extremidad inferior derecha fue tan fuerte que Shiro se desmayó. Sin saber cuánto tiempo había transcurrido desde que perdió la consciencia, intentó moverse para pedir ayuda. Al no poder hacerlo empezó a gritar, pero las ganas de vomitar llegaron y empezó a vaciar el estómago sobre el suelo de su habitación, haciendo un desastre que no podía limpiar de inmediato. La fiebre parecía haber aumentado porque empezaba a temblar y el dolor corporal a hacerse más agudo. Un fuerte cólico llegó y él no pudo evitar defecar en sus pantalones. Shiro empezó a llorar, llamando a Kazumi, pidiéndole perdón por no poder ir donde ella lo esperaba, y así se quedó dormido. Cuando Tomeo lo encontró, Shiro no podía moverse y estaba delirando por la fiebre. Sentir la toalla húmeda sobre su cabeza fue un gran alivio que agradeció en silencio y le permitió decirle a su amigo a quién debía buscar y en dónde la encontraría. Los minutos que tuvo que esperar lo hizo pidiéndole a la divinidad que le ayude a sobrevivir, ya que empezaba a sentir que su vida estaba en serio peligro al volver a vomitar. Las pocas fuerzas que le quedaban empezaban a desaparecer, por lo que cerró los ojos para concentrarse en respirar y no desmayarse. Al escuchar unas voces a lo lejos, raudas pisadas sobre el suelo, supo que Tomeo había logrado conseguir ayuda. En la ambulancia Kazumi empezó a auscultar a Shiro, encontrando el motivo de su condición: una apendicitis que, por el tiempo que llevaba con el dolor, podía estar a punto de explotar y convertirse en una peritonitis, habiendo el peligro de una septicemia. A pedido de la médica el personal de ambulancia se comunicó con el área de Emergencias del hospital donde trabajaba solicitando que tuvieran listo todo para asear al paciente y pasarlo de inmediato al área de Imágenes, ya que debían tomarle una ecografía abdominal para asegurar el diagnóstico y reservar una sala de cirugía porque de confirmar que era una apendicitis debían operar de emergencia. Kazumi sabía que por más grave que fuera la situación de Shiro no podía pasar a otras áreas del hospital estando sucio, por lo que tres enfermeras esperaban al paciente listas para ayudar en su aseo. Shiro empezaba a reaccionar gracias a los medicamentos que Kazumi le suministraba por medio de la vía intravenosa que acababa de colocarle. Cuando vio que lo llevaban a una habitación y que las enfermeras se acercaron para desnudarlo y limpiarlo, Shiro lanzó un fuerte «no». Al ver a esas mujeres que lucían de la edad de Takahashi san no quiso ser tocado por ellas, ya que por todo lo sucedido con esa detestable viuda él tenía un trauma que le impedía sentirse cómodo ante una fémina que desconocía y le recordara a esa mujer, mucho menos si esta lo quería tocar. - Shiro, no hay nada que temer. Las licenciadas y yo somos muy profesionales, solo queremos ayudarte para que puedas pasar a sala de imágenes y luego a cirugía –le dijo Kazumi acariciando sus cabellos, pensando que por pudor estaba oponiendo resistencia. - ¿Vas a estar a mi lado? –preguntó muy nervioso. - Sí, no pienso dejarte solo. Kazumi empezó a cortar la camiseta y los pantalones que llevaba su enfermo amigo, y de manera rápida las enfermeras empezaron a asearlo. La médica trataba de no fijar la mirada en el cuerpo de Shiro, el cual se imaginaba fuerte y definido por como lucía al portar sus vestimentas y percibía cuando este la abrazaba, pero verlo era otro tema. Cada músculo de su pecho, abdomen y piernas parecía esculpido en mármol, ya que estaban muy bien marcados y su piel era muy blanca. Cuando lo giraron con cuidado para limpiar su espalda, a Kazumi casi se le sale un gemido de admiración al ver que era ancha, fuerte, y que los glúteos eran redondos, tan carnosos que provocaba querer manosearlos. La médica se sonrojó al recordar que se había imaginado embarazada de Shiro, lo que significaba que debió gozar de él para poder concebir, y eso la acaloró un poco. Al terminar de asearlo fue llevado a que le hagan la ecografía abdominal. El radiólogo apoyó el diagnóstico de Kazumi, por lo que lo subieron al piso de cirugía porque las dos salas de operaciones de emergencias estaban ocupadas. La médica trataba de ubicar a uno de sus colegas para que realice la operación, pero los cirujanos que se encontraban en el hospital estaban atendiendo otras cirugías. Ante esa situación no le quedó de otra, así que se encargó de esa intervención quirúrgica, algo que se le hacía complicado por estar involucrada sentimentalmente con Shiro, aunque él aún no lo sabía. Como el paciente se encontraba muy nervioso porque esa sería su primera vez en un quirófano, Kazumi pidió al anestesiólogo que lo hiciera dormir. Por fortuna el apéndice no había explotado, por lo que lo sacó de una sola pieza por medio de una intervención laparoscópica que solo demandó realizar tres pequeños cortes, además de aquel que le permitió ingresar por el ombligo a la zona abdominal. Kazumi agradeció a la divinidad porque la condición de Shiro no se había complicado de más y que la cirugía haya terminado exitosamente, solo debían pasarlo a la sala de recuperación por una hora y de ahí subirlo a su habitación en donde debería despertar del sedante que se le dio para que estuviera tranquilo durante la intervención quirúrgica. Al no contar con un seguro de salud que cubriera los gastos que implicaba su atención médica, Kazumi asumió el pago y pidió para él una de las habitaciones V.I.P. Tras pasar la hora que debía estar en la sala de recuperación y comprobar que sus signos vitales eran estables, aunque no despertaba, lo trasladaron a su estancia privada. Al notar el Director del hospital el interés de la médica por ese paciente, le permitió mantenerse al lado de este hasta que despierte, luego debería continuar con la programación de cirugías que ya tenía prevista. Kazumi agradeció la deferencia que su jefe tuvo con ella y se dirigió a ver a Shiro. Al encontrarlo aún dormido se sentó en la silla que había a un lado de la cama y empezó a acomodar los cabellos que caían sobre el rostro de su amigo. Al rozar la piel de la frente del joven de ojos dorados, Kazumi se animó a detallar con sus dedos cada porción del rostro de Shiro. Delineó las cejas, ojos y nariz; acarició las mejillas y mentón; tocó suavemente los labios, pero alejó rápidamente la mano al aparecer en su mente un pensamiento que no podía hacer realidad en ese momento: probar los labios de su amigo. «No estaría bien que lo bese aprovechándome de que aún duerme. Además, no quiero que mi primer beso sea con el hombre que me gusta inconsciente. Quiero que esté lúcido para que me demuestre lo que le causa recibir un beso que provenga de mí, así me podría hacer una idea sobre lo que siente por mí», pensó Kazumi mientras dejaba sutiles caricias en los cabellos de su amigo. Mientras la médica permanecía al lado de Shiro, velando su despertar del sedante que le dieron y que la anestesia no tenga efectos secundarios en su cuerpo, un hombre mayor que pasaba por poco los ochenta años, pero que lucía menor al estar bien conservado, miraba la escena que daba ese par de amigos. «Dra. Kazumi Shimizu, pero qué pequeño es el mundo -pensó el anciano al reconocer a la médica-. Parece que es muy cercana a este joven que puede ser… ¡Por lo más sagrado, que él sea a quien llevo buscando por cinco años! Ya estoy viejo, cansado y quiero cumplir la promesa que le hice a mi hijo».
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD