Capítulo 6.1

1585 Words
Tomeo debía ingresar a trabajar todos los días a las 10 am. Como encargado de la vajilla del restaurante estaban entre sus responsabilidades el revisarla, lavarla y secarla antes de ponerla a disposición de los cocineros, y al finalizar el día verificar que no esté rajada, quebrada y guardarla limpia. Esa mañana llegó más temprano de lo acostumbrado porque debía hacer un inventario sobre el menaje, tanto el que estaba en uso como el que tenían de reserva y que estaba depositado en el almacén donde se encontraba la habitación de Shiro. Eran las 7 am cuando Tomeo estaba golpeando la puerta de acceso para empleados, pero quien debía estar haciendo la tarea de limpieza del local no se acercaba a abrirle. Recordando que ante cualquier eventualidad los dueños del restaurante dejaban escondida debajo del macetero que había a un costado de esa entrada una llave que abría la puerta, la tomó para ingresar al recinto. Por la hora suponía que Shiro estaría limpiando el salón comedor, pero las luces estaban apagadas y no había señales de que alguien hubiera estado ocupado trabajando en el local. El teléfono fijo del restaurante, al que los clientes llamaban para hacer reservaciones o algún pedido de comida, empezó a sonar. Cuando Tomeo descolgó el auricular para contestar la llamada vio que habían intentado comunicarse a ese número varias veces desde las 5:30 am. Al contestar la llamada escuchó la voz de un hombre que preguntó por Shiro. Tomeo le indicó que no se encontraba, que de seguro estaba aún ocupado en su trabajo de reparto de periódicos, pero el hombre en el otro extremo de la línea le indicó que él era el encargado de la distribución de los periódicos y que Shiro no llegó a trabajar, algo que no lo tenía molesto, sino preocupado porque en nueve años de trabajo era la primera vez que faltaba y temía que le haya sucedido algo. Esa llamada disparó las alertas en Tomeo y tras colgar corrió hacia la habitación de su amigo. Al entrar al almacén y caminar hacia la puerta del cuarto en donde dormía Shiro pudo percibir un nauseabundo olor. Por fortuna la cerradura giró y pudo ingresar a la habitación, encontrando una escena preocupante. Shiro yacía tirado en el piso, temblando, con un gran charco de vómito a su lado y con los pantalones sucios por haber defecado en ellos. Aguantando el desagradable olor se acercó y pudo darse cuenta que su amigo estaba volando en fiebre. Fue al baño para traer unas toallas con las cuales pudiera limpiar su rostro y refrescarlo, logrando que Shiro recuperara la consciencia. Al preguntarle qué le había sucedido, el muy enfermo Shiro solo pudo decir: «Dra. Kazumi Shimizu, Hospital Internacional San Lucas». Tomeo entendió que la condición de su amigo era muy grave, por lo que le pidió mantenerse fuerte por un poco más de tiempo mientras iba en busca de esa médica. Con un semblante más deprimente de cuando vivía con sus padres y hermana, llegó Kazumi a su turno matutino en el hospital. Eran las 6 am, había llegado dos horas antes. La tristeza y los pensamientos que ella solita creaba sobre los mil y un motivos que pudo tener Shiro para dejarla plantada, los cuales siempre partían de la idea de que ella era poca mujer o una inadecuada para cualquier hombre, la hicieron abandonar pronto la cama y buscar ocupar la mente en algo que alejara de ella esas ideas que le hacían daño. Al tener tiempo de sobra para iniciar su día se fue a la cafetería para beber un café y obligarse a comer algo, ya que el apetito se había ido junto con sus ilusiones. Al encontrarse con uno de sus colegas que también buscaba un café para tener la suficiente energía para terminar su jornada nocturna, Kazumi se entretuvo conversando con él sobre los avances que habían obtenido en el trabajo de analizar un fármaco que aparentemente ayudaría como la quimioterapia, pero con menos efectos secundarios, a los pacientes con leucemia en etapa avanzada. Tras conversar por más de cuarenta minutos y tener que volver su colega a la sala de emergencias, la médica se dirigió hacia su consultorio para hacer tiempo hasta que comience su turno. Tomeo había empezado a correr desesperado hacia la avenida principal para tratar de conseguir un taxi que lo llevara al hospital. Al principio intentó cargar a Shiro para trasladarlo al nosocomio en donde trabajaba su amiga médica, pero este era mucho más alto y pesado que él, por lo que no podía cargarlo sin hacer que el enfermo se queje por un agudo y potente dolor que no le permitía mover la pierna derecha. Por lo apurado que iba se chocó involuntariamente con un grupo de hombres de Aihara san, el yakuza que gobernaba Kabukicho, quienes lo reconocieron y al verlo tan nervioso le preguntaron por lo que sucedía. El asistente de cocina les dijo que debía llegar pronto al Hospital Internacional San Lucas. Su semblante decía todo lo preocupado que estaba, así que esos hombres lo ayudaron a tomar un taxi y pagaron la carrera hacia donde le apremiaba llegar. En la recepción del hospital Tomeo preguntó por la Dra. Kazumi Shimizu, pero al observarlo de pies a cabeza y notar que vestía unas prendas viejas y calzaba zapatillas que estaban sucias y muy gastadas, el personal de atención al cliente trató de ignorarlo. Elevando la voz porque cada minuto que perdía ponía a Shiro en un mayor peligro, logró que una de las mujeres que trabajaba en esa área lo atendiera, aunque lo hizo de mala gana. Esta le preguntó el motivo por el cual buscaba a la médica, así que le explicó que su amigo Shiro Morita estaba muy mal y que necesitaba ayuda, que le pidió ir a buscar a la doctora. La recepcionista le dijo que debería llamar al 119 para solicitar ayuda de los paramédicos, que no era posible ubicar a la médica, pero Tomeo no seguiría sus recomendaciones. Desesperado porque no le hacían caso solo por cómo lucía, empezó a gritar a todo pulmón llamando a la Dra. Kazumi Shimizu. Por el escándalo que empezó a hacer las mujeres en la recepción llamaron a los agentes de seguridad para que lo echaran del hospital, pero él no se dejaría atrapar para que lo saquen de ahí sin haber hablado con la médica amiga de Shiro. Cuando Kazumi estaba dirigiéndose a su consultorio una enfermera le comunicó que en la recepción de la puerta principal del nosocomio un hombre estaba haciendo tremendo alboroto porque quería hablar con ella y, aparentemente, las empleadas de la recepción lo habían ignorado por cómo lucía. Imaginándose que podría tratarse de Shiro, la médica corrió hacia la recepción del hospital, encontrando a un hombre que no conocía gritando su nombre mientras escapaba del agarre de los agentes de seguridad. - ¡Deténganse, por favor! –pidió Kazumi elevando la voz para que el alborotador como los agentes de seguridad del hospital pararan de forcejear entre ellos-. Soy la Dra. Kazumi Shimizu, por favor, dígame qué es tan importante para que haga este gran bullicio en un hospital. - Doctora, es Shiro –Kazumi inmediatamente se preocupó al notar que el hombre que la buscaba estaba muy nervioso-. Lo encontré tirado en el suelo de su habitación hoy por la mañana, inconsciente. Estaba con fiebre, ha vomitado y ensuciado sus pantalones porque no puede moverse. Intenté levantarlo, pero usted sabe cuán alto y fuerte es él a comparación mía, así que no pude traerlo al hospital, pero él me pidió que viniera a buscarla, necesita ayuda urgente. - Sígame, por favor –dijo Kazumi a Tomeo y ambos corrieron hacia el área de emergencias. A los primeros paramédicos que encontró les pidió que la llevaran junto a Tomeo hacía donde él señalara, ya que había un paciente muy grave al que debían ayudar. Las indicaciones los llevó hacia una de las calles aledañas al barrio rojo de Kabukicho, al restaurante que Kazumi reconoció de inmediato como el lugar donde Shiro trabajaba limpiando a cambio de un espacio donde dormir y asearse. La médica y el personal de ambulancia fueron llevados hacia la habitación de Shiro, encontrándolo inconsciente y en la misma posición en que lo dejó Tomeo. El olor era repugnante, pero a Kazumi no le importó y se arrodilló enfrente de su amigo para tomar sus signos vitales y saber qué le podía estar sucediendo. - Shiro kun, ¿me oyes? Por favor, reacciona –pedía Kazumi preocupada al extremo. En eso el joven empezó a abrir los ojos. - Kazumi chan –dijo con una voz muy adolorida y casi en un susurro-. Lo siento, no pude llegar a nuestra cita. - Shiro kun, debemos trasladarte al hospital –dijo con ternura y suavidad Kazumi entendiendo la razón por la que no apareció en la boletería del cine la noche anterior-. Los paramédicos te van a mover para subirte a la camilla y así llevarte en la ambulancia hacia el hospital en el que trabajo. Por favor, soporta el dolor que la manipulación te va a causar –los paramédicos lo cargaron y él no pudo evitar quejarse. Estaba casi inconsciente, pero el dolor era tan agudo que hizo que gritara cuando movieron su pierna derecha-. ¿El dolor es muy intenso? –preguntó Kazumi y Shiro asintió con la cabeza mientras con su mano indicaba la zona baja derecha del abdomen.
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